Javier Leoz
¡ALELUYA! ¡DIOS HA NACIDO!
1.Esta
exclamación, nada ni nadie la puede acallar. Lo esperado desde siglos, se hace
realidad en Jesús. Y, hoy, amigos, este gran acontecimiento nos ha puesto en
pie. ¡Esto si qué es la Navidad!
También
nosotros, como los pastores, hemos escuchado y sentido el anuncio del Ángel. “Hoy
en Belén os ha nacido el Salvador”. ¿Cuál ha sido nuestra reacción? ¡La que tenía
que ser! ¡Nos hemos puesto en movimiento! Hemos dejado todo en lo que estábamos
entretenidos porque el REY DE REYES merece nuestra cercanía, nuestra oración y
nuestra acogida. La estrella luce; los pastores ofrecen; los reyes adora;
Herodes se enoja y nosotros, para no ser menos, brillamos con la luz de la fe,
ofrecemos lo que somos y adoramos a Jesús conscientes de que, Rey, ¡sólo El!
Llegar
aquí, en esta mañana santa de la Navidad, es prolongar en el tiempo y en el
espacio, lo que ayer noche en Belén se hizo prodigio, milagro, humildad y
salvación: DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS. Sin nuestra visión del Misterio de la
Navidad nuestros brindis serían copas al aire. Sin nuestra adoración al Señor,
nuestras comidas, serían más de lo mismo. Sin la oración, el villancico o la
misa de Navidad, estos días serían paganos.
2. Asomarnos aquí, al portal, es agradecer a Dios el hecho de que
sigue apostando por el hombre; que sigue confiando en nosotros. ¡Tanto confía que
del hombre se fía y se hace hombre como nosotros! ¡Gracias, amigo y Señor! ¡Has
venido a ver a la humanidad! ¡Te metes en nuestra piel!
Contemplar
aquí, delante de la Sagrada Familia el Misterio, es dejarse impresionar por el
amor gigantesco de Dios. Belén, en este día de Navidad, tiene sabor a
fraternidad. En Belén, los seres humanos, se dan la paz. Y, en Belén, al
abrazarnos con Dios no hacemos otra cosa que, en su pobreza, enriquecernos con
todo lo bueno que Dios tiene, con todo lo bueno que El nos da.
- Nos
fundamos a su pobreza, purificaremos nuestra altanera riqueza
- Nos
afiancemos a su humildad, ennoblecerá nuestro altivo orgullo
- Nos
envolvamos en su amor, hará más
auténticas y radicales nuestras entregas
- Nos
perdamos en su alegría, y nuestra felicidad dejará de ser una máscara
3.Dios
siendo rico, se hace pobre por nosotros. Algo debe existir en nuestra vida
ordinaria que no gusta a Dios. Algo necesitado de ser recuperado, elevado y
dignificado. La Navidad, es la gran fortuna que Dios pone en medio de un mundo
que, en el fondo, es pobre y mendigo de un amor auténtico. Su capital tiene un
nombre: el amor.
Como
los pastores hemos creído las palabras del Ángel. Y, estas palabras, nos han
producido una inmensa alegría, una profunda emoción: todos nos sentimos un poco
niños en el día de Navidad.
En
el día de Navidad, Dios, nos deja sin argumentos. Queríamos pruebas de su amor,
y se hace como uno de nosotros. Nos quejábamos de su lejanía, y se deja besar y
contemplar en un Niño. ¿Puede hacer más
Aquel que no tenía necesidad de tanto?
Aún
así, a algunos, les parecerá poco o nada. Seguirán embelesados y perdidos con
sus dioses. Mirando a la luna o extasiándose con el sol. Aquello de “vino a los suyos y los suyos no le
recibieron” vuelve a repetirse en los corazones obstinados. En las personas
que se dejan seducir por lo inmediato y son incapaces de abrirse al Misterio.
Dios,
en Belén, sabe que se la juega y con mucho riesgo. Se encarna en todo con el
hombre: sufrirá, gozará, llorará, dudará pero al final, por Jesús, salvará. Hoy,
en la cuna de Belén, el amor calla. En Viernes Santo, el amor que fue pequeño y
grande en Belén, será también igual de humilde, gigantesco, igual de solitario pero
más sangriento.
Entre
maderas vino el amor de Dios al mundo, y entre traviesas marchará el amor
divino de este mundo.
Eso
sí, a los pies de esas cuatro tablas –tanto en el pesebre como en la cruz-
estuvo y está quien sabe siempre estar y esperar: MARIA.
Que
Ella, la que ha hecho posible esta Navidad, nos ayude acercarnos al pesebre
para ver al recién nacido. Que nos ayude a reflexionar sobre el sentido de
estos días. Que nos empuje para beber en la fuente del amor que es Belén. Que,
como Madre, nos siente en su regazo y nos rescate de la indiferencia, del
egoísmo y tantos obstáculos que nos impiden abrirnos a Dios y a los demás.
¡Bendita sea la Navidad! ¿Por qué Dios pudiendo haber venido en
séquito real, lo hizo en humilde pesebre?
¡Bendita sea la Navidad! ¿Por qué Dios, que lo tenía todo, se
aventuró a perderlo todo?
¡Bendita sea la Navidad¡ ¿Por qué Dios, teniéndolo todo, prefirió
presentarse sin nada?
¡Bendita sea la Navidad! Ya que el hombre olvida y no mira a Dios,
Dios –que mira mucho por el hombre- sale a nuestro encuentro para que no
olvidemos que camina y vive junto a nosotros.
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