03 diciembre 2017

Cuatro semanas

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Así se expresaba el poeta Edwin Castro: “Mañana, hijo mío,/ todo será distinto./Se marchará la angustia/ por la puerta del fondo,/ que han de cerrar, para siempre,/ las manos de hombres nuevos”. Esto deseamos a nuestros familiares, amigos y conocidos con el saludo de ¡Felices Pascuas!. En estas fechas observamos ciertas señales que nos avisan que algo está cambiando. En las plazas de muchas ciudades se han levantado árboles navideños; numerosas calles, sobre todo las céntricas, han comenzado a ser adornadas: luces parpadeantes y multicolores, presencia de la estrella … vocean novedades. Nos advierten que alguien viene. Las
tiendas y los comercios toman parte en esta carrera. Los ciudadanos se felicitan.
Sucede que en este domingo –hoy- la Iglesia inicia la época, llamada de Adviento, que son cuatro semanas de preparación a la fiesta de Navidad.Adviento es contracción de advenimiento, que significa “venida”.
En las cuatro semanas previas nos preparamos a la venida de Jesús. Hablando de “venidas”, distinguimos tres: la primera tuvo lugar hace dos mil años en Belén.
La segunda se da en el presente, en nuestra vida, en nuestro corazón.Durante estas semanas previas a la noche del 24 de diciembre le preparamos sitio espiritualmente.
En cuanto a la tercera venida nos la comenta el evangelio de hoy. Sucederá al final de los tiempos. Jesús se muestra como juez de la Humanidad. Nosotros ahora estamos invitados a prepararnos a la segunda venida. Tenemos que convencernos de que todos estos acontecimientos se deben a que viene Alguien y un Alguien con mayúscula. Este trasiego es respuesta al anuncio del ángel a los pastores: “hoy en la ciudad de Dávid os ha nacido el salvador. Y os doy esta señal: “encontraréis a un niño envuelto y acostado en un pesebre”
Cometeríamos un error si redujésemos el misterio navideño a una fiesta gastronómica o a un intercambio de regalos o a unos encuentros familiares. En estas semanas o meses, regiones próximas a nosotros suspiran por el agua ante la despiadada sequía. El pueblo judío clamaba por el nacimiento del Mesías. Clamor que se expresaba con el grito de “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!” La liturgia nos invita a estar alerta, vigilantes. “Velad” es la palabra clave.
Josetxu Canibe

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