Continuamos con las parábolas finales sobre el Reino en el evangelio de Mateo.
Los frutos del Reino
Esta parábola de Mateo es conocida como la de los viñadores homicidas. La designación es exacta, y —como veremos— no sólo porque en ella se menciona el asesinato del hijo del propietario de la viña. Se trata de una viña que no ha dado frutos. Los responsables de ello, los labradores, reaccionan además violentamente ante los enviados del dueño que fueron a recoger el resultado de su trabajo (cf. v. 35).
Esta parábola de Mateo es conocida como la de los viñadores homicidas. La designación es exacta, y —como veremos— no sólo porque en ella se menciona el asesinato del hijo del propietario de la viña. Se trata de una viña que no ha dado frutos. Los responsables de ello, los labradores, reaccionan además violentamente ante los enviados del dueño que fueron a recoger el resultado de su trabajo (cf. v. 35).
¿De qué frutos se trata? La pregunta es clave para el significado del texto. La referencia (por momentos literal) que se hace del pasaje de Isaías, que nos es presentado en la primera lectura del día, nos ayudará a dar una respuesta apropiada. En ese canto de la viña, Isaías nos dice que de aquella que había plantado (es decir, Israel), el Señor «esperó derecho, y ahí tenéis asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis lamentos» (Is 5, 7). Establecer la justicia y el derecho es una de las grandes exigencias de Dios en el antiguo testamento. Es más, en esa tarea se expresa la fidelidad a la alianza entre Dios y su pueblo. El Dios de la vida y del amor quiere que en medio de su pueblo reine la justicia y se respete el derecho de todos, en particular el de los más pobres. Esos son los frutos que debió dar la viña que el Señor plantó y cuidó.
Injusticia y asesinato
Este es el meollo de la parábola que comentamos: los arrendatarios no han practicado la justicia, no han establecido el derecho. Peor aún; entre ellos hay asesinatos y quejas por los maltratos y exacciones que se cometen. En la Biblia la opresión de los pobres es presentada frecuentemente como un homicidio. No es pues extraño que reaccionen frente a los enviados del Señor con el mismo desprecio a la vida del otro que manifiestan en su conducta cotidiana. Los viñadores son, en consecuencia, homicidas no sólo porque matan a esos mensajeros, o incluso al hijo, sino porque despojan al pobre y violan el derecho. Son homicidas desde el momento en que no dan los frutos de justicia que pide el Señor; por ello el Reino de Dios irá a dar a otras manos. Las expresiones son fuertes, pero lo estamos viendo en estos días ante la situación de gente que reclama un derecho elemental: el derecho a comer.
El texto de Mateo alude al rechazo de los dirigentes de Israel a la predicación de Jesús (cf. v. 42-43). Pero nos lleva a preguntarnos también si en nuestra vida de todos los días no hay algún tipo de complicidad con los viñadores homicidas. Podemos preguntarnos, por ejemplo, ¿qué papel juega en nosotros el establecimiento de la justicia y el derecho? ¿cuáles son nuestros frutos? El propio evangelio de Mateo nos dirá unos capítulos más adelante que no dar de comer al pobre es negar a Cristo mismo, lo que significa condenar al pobre, y a Cristo, a la muerte. Ser cristiano es precisamente lo contrario, es dar vida. Eso es lo que pide el evangelio; si lo ponemos por obra, el Dios de la paz estará con nosotros (cf. Flp 4, 6-9).
Gustavo Gutiérrez
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