¡Cuántas veces, Señor Jesús,
allá donde resides, mirando fijamente nuestro mundo
y la manera de proceder que tenemos los humanos, estarás diciéndote:
“mis caminos no son vuestros caminos”.
No son nuestros caminos los tuyos porque estamos apegados a las cosas, porque queremos ser los primeros, porque “tanto tienes, tanto vales“, porque nos creemos
los dueños del mundo,
porque se abusa de los débiles, porque maltratamos la naturaleza, porque la envidia, a veces, nos corroe porque, como hoy nos muestras en la Palabra,
Perdón, Señor Jesús,
porque a veces nos creemos mejores que otros y tenemos el peligro
de creernos superiores; tenemos el peligro de pensar
que ya lo hemos hecho todo,
que somos los que cumplimos
y quizás minusvaloramos a otros, que, a lo mejor,
pensamos que son los últimos de la cola y tal vez para Ti ellos son los primeros.
Ciertamente, Señor Jesús,
“tus caminos no son nuestros caminos”.
Si esto lo tuviese claro,
si de ello estuviese plenamente convencido
ya tendría mucho de solucionado. Me fiaría menos de mí y más de Ti.
Me llama la atención la insistencia del dueño de la viña
en salir a todas horas
a la plaza del pueblo
para ofrecer trabajo a todo el mundo. No les pide ningún requisito,
no necesitan papeles,
tanto da que sean jóvenes que viejos, blancos que negros, hombres que mujeres…
les ofreces trabajo a todo el mundo.
Así hace Dios.
Ahí está, Señor Jesús,
la fotografía que haces del Padre
y tu manera de ser.
Tú, Señor Jesús,
también hoy invitas a todos
a trabajar en tu viña, en tu Proyecto. Tú quieres que los que te seguimos tengamos esto bien claro. Hemos de continuar haciendo a todos tu oferta de participar en tu Proyecto. Hemos de salir a las calles…, hemos de invitar a todo el mundo
a cooperar en el Reino de Dios.
Es el aspecto misionero que tiene tu Iglesia, ofreciendo pero no imponiendo. Pienso, Señor Jesús, que quizás seamos excesivamente respetuosos
o cómodos
y por ello tu invitación no llega a todos.
Ayúdanos, Señor Jesús, a ser misioneros, a ofrecer a todos tu amistad, tu Proyecto, el amor de Dios Padre.
La paga la tenemos asegurada,
una buena paga para todos.
La mejor que podríamos soñar:
ser hijos tuyos,
formar parte de tu familia.
Todos percibiremos el mismo salario, tanto los que desde su más tierna infancia ya se implicaron en tu seguimiento,
y en tu Proyecto como los que lo hicieron a última hora.
Todos recibiremos la misma recompensa, porque Tú eres don generoso.
Gracias, Señor Jesús,
por tu manera de ser,
por tu amor universal,
por tu preferencia por los últimos.
Gracias porque Tú confías en todos.
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