Jesús iba de camino a Jerusalén donde pensaba celebrar su última Pascua con sus amigos. Les iba explicando cómo es el Reino de los Cielos. Y para ello, les expuso la parábola del propietario de la viña y sus jornaleros. Sin importar a qué hora llegaron a trabajar, todos los jornaleros recibieron el mismo pago del dueño de la viña, lo que hizo enojar a los que llegaron primero, pues esperaban recibir más. Así, Jesús nos enseña que Dios juzga y premia como Padre amoroso, con una justicia muy diferente a la de nosotros los hombres.
El mensaje de Cristo debe animarnos a mejorar nuestras vidas. Porque para Dios nunca es tarde para cambiar, ponernos a trabajar y acercar nuestras vidas a él. Dios se alegra de cada nuevo intento que hacemos por corregir lo que hayamos hecho mal. ¡Siempre nos está esperando!
Esta parábola también nos lleva a pensar que todo lo que recibimos y somos aquí en la tierra, es por la gracia y el amor de Dios, no por nuestros méritos. Así que deberemos sacarle el mayor provecho a nuestras vidas y agradecer esos dones recibidos, poniéndolos a trabajar para nuestro bien y de los que nos rodean.
Cuando llegue el final de nuestras vidas entonces sí, será el momento del pago y ya no habrá tiempo de corregir. Como nadie sabe cuándo será esto, conviene vivir cada día como si fuera el útlimo, buscando amar, esforzándonos por superar eso que nos aleja del amor de Dios y de nuestros hermanos.
¿Qué actitudes o comportamientos está esperando Dios que cambie?
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