MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a la Eucaristía. Vamos a celebrar el Domingo 22 del Tiempo Ordinario. Es el primero de Septiembre y para muchos habrán terminado las vacaciones y estarán celebrando esta Eucaristía en sus lugares de origen. La liturgia de hoy está muy llena de contenidos. Sin rodeos, Jesús de Nazaret nos da las reglas de su seguimiento. Nos pide que nos neguemos a nosotros mismos para poderle seguir. Y es que a Jesús no se le puede compartir con nadie. Jesús nos pide entrega incondicional, aunque su yugo sea suave y su carga ligera, pero hay que entregarse, aunque como a Pedro no nos guste el sacrificio que anuncia Jesús. Iniciemos, pues, con alegría la eucaristía con la idea de que para muchos el también inicio del nuevo curso ha empezado o está a la vuelta de la esquina…
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- El profeta Jeremías, en la primera lectura, nos va a ofrecer una enseñanza dura, pero muy esperanzadora: cuando la Palabra de Dios está en nosotros firmemente asumida nada podrá alejarnos de ella, aunque a veces suponga para nosotros “oprobio” o “violencia”. Por encima de todo lo humano la proclamaremos. Esto es que lo que nos dice el Libro de Jeremías en su capítulo 20.
S.- El Salmo 62 es de los considerados de religión personal, pare recitarlos en la soledad de la oración, no como instrumento litúrgico. Se pide la presencia de Dios mientras se sufre la aridez espiritual. La aridez en la oración es, pues, patrimonio de todas las épocas. A nosotros –hoy—también nos pasa. Y este salmo, muy bello, nos puede ayudar a luchar contra ella.
2.- En la segunda lectura de hoy, San Pablo lo va a decir muy claro: si queremos seguir e imitar a Jesucristo muy difícilmente podremos hacerlo amoldándonos a los criterios de un mundo que con su comportamiento niega lo esencial de lo que ha enseñado Cristo y que es lo básico y fundamental para ser cristianos. Y si lo que nos dice Pablo tiene plena actualidad para nosotros en este siglo XXI, merecerá la pena recordar que su texto que oiremos hoy se lo decía a los fieles de Roma en el siglo primero.
3.- Pedro, el domingo pasado, era elevado por Cristo como su vicario. Había hablado el primer Papa influido por el Espíritu del Padre para proclamarle Mesías. Pero Pedro, hoy, según nos sigue contando el evangelio de san Mateo, llevado de criterios humanos –y lógicos—se niega a que su amigo y maestro tenga que sufrir. Pero eso es contrario a los designios de Dios que Jesús tiene que cumplir y, por tanto, los presuntos buenos sentimientos de Pedro, son en realidad una tentación para Jesús. Y así se lo hace saber el Señor con una dureza extraordinaria.
Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
La exigencia de Jesús es fuerte. La oración del Padre Leoz nos va a ayudar e entender mejor lo que el Maestro nos propone. Escuchemos con atención.
¡DAME TU CRUZ, SEÑOR!
¡Dame tu cruz, Señor!
Merece la pena arriesgarse por Ti
Merece la pena sembrar en tu campo
Merece le pena sufrir contratiempos
Merece la pena adentrarse en tus caminos
sabiendo que, Tú, los recorriste primero.
¡Cogeré tu cruz, Señor!
Enséñame dónde y cómo
Indícame hacia dónde
Háblame cuando, por su peso,
caiga en el duro asfalto.
Quiero coger tu cruz, Señor,
porque bien lo sé,
hace tiempo que lo aprendí
que ideales como los tuyos
tienen y se pagan por un alto precio
Quiero coger tu cruz, Señor,
porque es preferible
en el horizonte de los montes
ver tu cruz
que el vacío del hombre errante
Amén
Exhortación de Despedida
Marchemos a casa con el convencimiento de que con la ayuda del Señor Jesús todo será posible. El nos acompaña por el camino y se hace más fácil y llevadero.
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