08 junio 2017

Stma. Trinidad: Homilías

1.- DE MISTERIO EN MISTERIO

Por Javier Leoz

Fe, con formulación antigua pero siempre vigente, es “creer lo que no se ve”. Ya San Agustín concluía “y la recompensa es ver lo que uno cree”. En este día, en el Misterio de la Santísima Trinidad, ensalzamos, sentimos, palpamos y proclamamos el inmenso amor de Dios que, lejos de quererlo para sí, lo comparte, lo manifiesta en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

1.- ¡Dios es amor! Y lo declaramos en ese trípode de tres personas distintas pero con un común denominador: el amor que existe en todas ellas. Ese color, el amor, define este Misterio indescifrable pero que llega a lo más hondo de nuestras entrañas: ¡Dios es familia! ¡Dios es comunicación mutua! ¡Dios es comunidad!

Hoy al cantar la gloria de la Trinidad proclamamos que en su nombre hemos sido bautizados; que todos los sacramentos que edifican a la Iglesia los iniciamos invocando su presencia; que toda la vida de nuestra Iglesia, y de nuestra existencia cristiana, está precisamente marcada por este Misterio: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


2.- ¡Dios es amor! Y, en esta solemnidad, vemos que lo penetra y lo abarca todo. Dios se hace Padre, Cristo se hace hermano, y el Espíritu comparte –hasta el último día- nuestra vida. ¿Puede ofrecer y enseñar más la Santísima Trinidad? ¡Sí! Puede, y lo sigue haciendo: un amor sin fronteras, sin fisuras, sin contraprestaciones, sin pedir nada cambio. Dios, en su ser Trinitario, nos regala un impresionante don: la unidad. Quien proclame la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu, a la fuerza deberá de trabajar para que –su vida- sea fraternidad, comunión y reconciliación.

3.- Es fácil, cantar, signar y anunciar este Misterio Trinitario. Es más difícil llevarlo a la práctica. ¿Por qué no ser yo distinto a los demás? ¿Por qué no puedo actuar libremente? ¿Por qué tengo que respetar la autonomía y el pensamiento del otro? ¿Qué sentido tiene vivir en comunidad cuando “yo soy yo”?

Son interrogantes que, al contrastarlos con la Trinidad de Dios, concluimos que nos cuesta ser familia; compartir sueños y utopías; guardad la comunión –no sólo la apariencia o en formas- de una vida sensata, alegre y armonizada por la batuta de un amor sin límites.

-Hoy, no puede ser de otra manera, damos gracias a Cristo porque –a través de El- comprendemos, tocamos y amamos la grandeza de Dios

-Hoy, y así lo debemos de hacer siempre, nos sentimos seducidos y empujados por el Espíritu para ser valientes cristianos; a no dejarnos arrebatar ni menospreciar verdades de fe que son el sustrato de nuestro “abc” cristiano.

-Hoy, al contemplar la Trinidad de Dios, nos incorporamos con Cristo, por Cristo, en el Espíritu y por el Espíritu a esa gran familia en la que –el Padre- siempre tiene un lugar para cada uno de nosotros sus hijos.

4.- Muchas cosas hemos celebrado en este tiempo de la Pascua. Hoy, aun con el fuego de Pentecostés ardiendo en lo más hondo de nuestros corazones, sentimos que la intimidad de Dios nos es revelada en esta fiesta de la Santísima Trinidad. Preguntaban a San Juan Evangelista en su ancianidad: “Dinos algo sobre Dios…” Y, el discípulo amado de Jesús respondía: “¡Dios es amor! ¡Amaos!” ¡Gloria a la Trinidad!

5.- ¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para que,  siendo tres personas tan distintas

actúes como  un único Dios, santo y verdadero?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para qué,  revelándonos tu intimidad,

el amor que  habita en tus tres habitaciones

viváis en un  solo Espíritu, como Padre e Hijo

como si  fueras una única morada?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para no ser  algo solitario, sino en compañía,

viviendo en  comunidad que ama

en familia  que camina en la misma dirección?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

Tu secreto,  Trinidad Santa, es la comunión

No existe el  “yo” en Ti, sino el “nosotros”

No existe lo  mío, sino lo nuestro

No existe mi  bien, sino el bien de todos

¿CUAL ES TU SCRETO, TRINIDAD SANTA?

Tu secreto  es la enemistad con el egoísmo

Tu secreto  es la búsqueda de la unión

Tu secreto  es la verdad transparente

Tu secreto  es la voz que se comunica

Tu secreto  los tres corazones fundidos en uno:

UN SOLO DIOS Y PADRE

UN SOLO DIOS E HIJO

UN SOLO DIOS Y ESPÍRITU

UN SOLO DIOS VERDADERO

que, al  descubrirse tal y cómo es,

sólo nos  dice:

 ¡MI  TRINIDAD ES AMOR!

¡MI FAMILIA VIVE EN EL AMOR!

¡MI FUERZA ES EL AMOR!

¡MI SECRETO ESCONDIDO ES EL AMOR!

2.- REAVIVEMOS NUESTRA FE EN DIOS, UNO Y TRINO

Por Antonio García-Moreno

1.- MISTERIO DE AMOR.- El libro del Éxodo nos narra hoy uno de esos encuentros íntimos entre Yahvé y Moisés. Encuentro del hombre con Dios en el que la ínfima pequeñez de la naturaleza humana entra en relación con la infinita grandeza del Altísimo. Misterio profundo de este Dios nuestro, Uno y Trino, esencialmente amor, comunicación permanente de benevolencia.

Tres divinas personas que se aman desde toda la eternidad. El Padre, que engendra al Hijo, y el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. Una sola naturaleza divina y tres divinas personas, que no son tres dioses sino un solo Dios. Iguales en todo, en la divinidad, en la gloria, en la majestad. Como es el Padre así es el Hijo y así el Espíritu Santo: increado, inmenso, eterno, omnipotente. En la Santísima Trinidad nada es anterior o posterior, nada mayor o menor, sino que las tres personas son coeternas entre sí e iguales.

Dios es compasivo, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad, en amor y fidelidad, en bondad y en verdad. Ante este profundo misterio de amor que eres Tú, mi Dios Uno y Trino, sólo nos queda postrarnos por tierra, en actitud de honda adoración.

Moisés se siente anonadado ante la infinita grandeza de Dios, ante ese misterio indescifrable que es el amor divino. Ese amor que es fuerte y abrasador, grande hasta los celos, ese amor siempre vivo, esa bondad que no conoce la traición ni el olvido, ese cariño que permanece eternamente el mismo, siempre fiel y leal, misericordia que se repite de generación en generación.

Animado por esa extraordinaria grandeza del amor divino, Moisés se atreve a interceder por su pueblo, a pesar de que ese pueblo es terco y contumaz, recalcitrante en su actitud de pecado, en su desobediencia a Dios... Del mismo modo yo me atrevo, díselo también tú, a hablarte confiadamente, a pedirte con sencillez. Perdona nuestros pecados, disimula nuestras villanías. A ti te es propio el compadecer y el perdonar, incansablemente. Compadécete, una vez más, de nosotros. Y haz que ante tu infinito amor y tu eterno perdón, se despierte en nuestros corazones un amor profundo y sincero que, con una entrega incondicional y generosa, corresponda a tu maravilloso misterio de amor.

2.- EL QUE CREA SE SALVARÁ.- Nicodemo temía a sus correligionarios, y a causa de ese miedo a que le vieran con el Rabí de Nazaret, acude a verle cuando ya era de noche. Los fariseos, los ancianos y los escribas desconfiaban de aquel visionario que arrastraba a las gentes, como habían hecho en aquella época de expectación otros seudomesias. Nicodemo, fariseo él también, ha intuido, sin embargo, que el caso de Jesús de Nazaret es muy distinto. Por eso acude a conocerlo de cerca, para sondearle, para oírle hablar sobre su doctrina, para saber de modo directo cuál era su mensaje y cuáles sus propósitos.

Jesús le acoge amablemente y le habla. Sus palabras sorprenden y desconciertan a Nicodemo, pero poco a poco va descubriendo la grandeza del anuncio de Cristo. Así lo da a entender más tarde cuando recrimina a los demás miembros del Sanedrín que formulan un juicio precipitado contra Jesús, a quien ni siquiera habían escuchado. Más tarde, cuando Cristo haya muerto en la cruz, dará la cara y, junto con José de Arimatea, pedirá a Pilatos el cuerpo sin vida del Señor.

En aquella noche Jesús le habló de muchas cosas. Entre ellas, del grande amor que Dios tiene al mundo. Amor que se manifiesta y evidencia en la entrega del propio Hijo Unigénito, el Amado, como víctima de propiciación, como Cordero sin mancilla que se inmolaría para quitar el pecado del mundo. Ciertamente aquello era extraordinario, pues extraordinario fue el don que lo ratificó. Amor hasta llegar al extremo, hasta esa prueba definitiva e irrebatible que es dar la vida por la persona amada, hasta la última gota de sangre, en el patíbulo de la cruz.

Dios quiere que el mundo se salve. Dios no quiere condenar a nadie. En realidad, al final de todo, aquellos que sean arrojados de la presencia del Señor, lo serán por su propia culpa. Es decir, la sentencia condenatoria, más que una condena será el reconocimiento de una situación libremente querida y sostenida por el condenado. Pero el que cree no será condenado, sigue diciendo Jesucristo. Tomemos conciencia de esta verdad, reavivemos nuestra fe en Dios, Uno y Trino. Aceptemos con rendida humildad las verdades reveladas, seamos hijos fieles de la Iglesia y alcanzaremos la dicha sin inefable de ser amados por Dios y de amarlo eternamente.

3.- AMOR Y COMUNIÓN

Por José María Martín OSA

1.- La celebración de un misterio gozoso. Al comenzar la segunda parte del Tiempo Ordinario celebramos el domingo de la Santísima Trinidad. Es el misterio central de nuestra fe. Es muy conocida la leyenda de San Agustín meditando el misterio de la Santísima Trinidad en la playa: un niño trata de meter toda el agua del mar en un pequeño pozo. San Agustín le advierte que es imposible conseguir eso que se propone. El niño le responde que es todavía más difícil que el obispo de Hipona llegue a desentrañar el misterio en el que está pensando. Es muy probable que este suceso no ocurriera en realidad y que se trate de una leyenda piadosa. San Agustín escribió un inmenso tratado titulado “De Trinitate”. Tras una profunda y extensa reflexión llegó a la conclusión de que vemos estas cosas en espejo y en enigma, sólo podemos decir que “se nos presenta en el Padre el origen, en el Hijo la natividad, en el Espíritu Santo del Padre y del Hijo la comunidad, en los tres la igualdad”. La Trinidad es un misterio gozoso, que nos llena de alegría y de paz por dos razones: la primera, Dios es amor; la segunda, Dios es comunión entre personas.

2.- Dios es amor. En el Libro del Éxodo Moisés pronuncia el nombre del Señor. Los israelitas no se atrevían a pronunciar el nombre de Dios, pero aquí muestra su cercanía a Moisés y proclama que “Dios es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Dios no es desde ahora un Dios distante, sino cercano al hombre. Juan en su evangelio proclama que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en El, sino que tengan vida eterna”. Cuando vino Jesús al mundo se presentó como un nuevo Moisés, pero con la diferencia de que conocía a Dios como nadie hasta ahora le había conocido…. Jesús nos enseñó a llamar a Dios con una confianza que es todo un atrevimiento. Nos dijo que cuando invocáramos a Dios le llamáramos “Abbá”, es decir “papaíto”. Lo que reveló Moisés en el Sinaí, cuando Dios dice de sí mismo que es compasivo, paciente y lleno de amor, se hace realidad en Jesús, el Hijo de Dios. Siendo nosotros injustos y pecadores, Cristo murió por nosotros. Esta es la mayor prueba de amor. Esta revelación debe llenarnos de confianza ante la muerte, pues Dios mandó a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por El.

3.- Dios es comunión entre personas. El misterio de unidad y comunión de Dios debe reflejarse también en nuestra vida. Somos muchos y distintos, pero estamos llamados a la unidad y comunión. Unidad no es uniformidad, sino riqueza de dones y carismas. Ninguna persona que quiera alcanzar la unión con Dios puede caer en la tentación de vivir aislado y dominado por su egoísmo individualista. Necesitamos la conexión con los otros, pues nadie puede llegar a Dios si no está en comunión con los hermanos. Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso. El misterio de Dios unidad y comunión debe trasladarse a nuestra manera de organizar justamente la sociedad. Nuestra fe en la Trinidad tiene consecuencias para la existencia del hombre en la tierra.

4.- CREER EN UN DIOS QUE ES GRACIA, COMUNIÓN Y AMOR, UN DIOS FAMILIA

Por Gabriel González del Estal

1.- La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros. Como ya habéis oído al principio, en este domingo de la Santísima Trinidad también hemos comenzado nuestra eucaristía con estas palabras que san Pablo dirigió a los fieles de Corinto, deseándoles la Gracia de Cristo, el Amor de Dios Padre, y la Comunión del Espíritu Santo. Y es que el Dios en el que creemos los cristianos es Gracia, es Amor y es Comunión, es un Dios familia. Nos deseamos la gracia de Cristo porque Cristo es todo gracia, nos deseamos el amor del Padre, porque el Padre nos ama a todos como a hijos suyos, y nos deseamos la comunión del Espíritu Santo, porque el Espíritu siempre nos une y reconcilia con Dios y con los hermanos. Cristo es todo Gracia, porque vino a salvarnos, no a condenarnos, Dios Padre es todo Amor, como el padre de la parábola del hijo pródigo, nos ama a todos como a hijos, y el Espíritu Santo es Comunión de amor entre el Padre y el Hijo. No es que queramos explicar teológicamente el misterio de la Santísima Trinidad, porque en ningún caso lo íbamos a conseguir. El ser humano no puede entender, ni explicar a Dios. Un ser que es esencialmente infinito e inmenso no puede ser explicado con palabras humanas, siempre limitadas y finitas. Cuando hablamos del misterio de la Santísima Trinidad nos basta con creer lo que nos dice hoy San Pablo: que Dios, nuestro Padre, es gracia, es amor, es comunión, es un Dios familia. Nos basta con creer que la gracia, el amor y la comunión nos la da el Padre a través de su hijo Jesucristo, enviándonos su Santo Espíritu. El Padre y el Hijo están unidos en una comunión indisoluble a través del Espíritu, que es Amor. Por eso decimos también que nuestro Dios es un Dios familia, una familia unida por el amor. El Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu Santo es amor; todo Dios es Amor. Y, lo que es más consolador, también tenemos derecho a pensar que nosotros formamos parte de esta Familia que forman el Padre, el Hijo y el Espíritu. Porque somos hijos de Dios y, por tanto, hermanos de Cristo e hijos del Padre, vivificados por el Espíritu Santo. También nosotros, si vivimos en comunión con Dios somos linaje de Dios, formamos parte de la familia de Dios. También nosotros “en Dios vivimos, nos movemos y somos”, como nos dice el mismo San Pablo. Este es nuestro mayor orgullo y nuestra mayor responsabilidad. En esta fiesta de la Santísima Trinidad le damos gracias a Dios por permitirnos formar parte de su familia y, al mismo tiempo, le prometemos hacer todo lo posible para ser unos buenos hijos suyos, amándonos unos a otros como hermanos.

2.- No mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. También el Hijo es todo amor; no ha venido a condenar, sino a salvar. Los discípulos de Cristo debemos reprimir un poco, o un mucho, nuestros impulsos habituales para juzgar y condenar al prójimo. El Espíritu de Cristo debe manifestarse en nosotros más por nuestra facilidad en perdonar, que por nuestro empeño en condenar. Claro que nuestra inteligencia tiende fácilmente a juzgar y, en muchos casos, a condenar, pero nuestro amor debe inclinarse preferentemente al perdón y a la misericordia. Así fue el corazón de Cristo y así debe ser nuestro corazón.

3.- Tanto amó Dios al mundo. La esencia de Dios es amor, amor de padre. De padre y madre, porque en Dios no hay distinción de género. No todos los padres humanos, ni todas las madres humanas, se distinguen por el amor, pero Dios padre y madre sí se distingue por el amor. Para entender humanamente el amor del Dios padre y madre nos basta con fijarnos en la conducta del padre en la parábola del hijo pródigo, o del padre misericordioso. El amor del padre de esta parábola llega a extremos difícilmente aceptables en nuestros comportamientos humanos: es todo ternura, compasión, misericordia, perdón. No hay reproches, ni condenas, ni memoria del pecado del hijo. El amor de Dios es así; así nos dibujó Cristo a su Padre en esta parábola, así quiere Cristo que veamos nosotros a su Padre y a nuestro Padre Dios.

4.- Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Así hemos querido reconocer a nuestro Dios todos los creyentes de las tres grandes religiones: judíos, cristianos y musulmanes. Así lo reconoció Moisés, así lo vivió Cristo, así lo escribió repetidamente Mahoma en el Corán. Que este nuestro reconocimiento del Dios compasivo y misericordioso no se quede sólo en un reconocimiento verbal y teórico, sino que así lo vivamos en nuestro comportamiento diario. Es la mejor confesión que podemos hacer del Dios gracia, del Dios amor, del Dios comunión, del Dios familia, del Dios Trinidad.

5.- EL DIOS DE LOS ASTROS

Por Ángel Gómez Escorial

1.- En la bendición solemne de la Misa de Pentecostés --el domingo pasado-- se alude al "Dios de los Astros". Es una definición de fuerza y poder. Los astros son nuestro referente de lejanía, grandeza y dimensión. Solo pensar en la inmensidad del espacio interestelar nos da vértigo. Y es obra de Dios, quien a su vez lo mantiene. La mención de Dios de los Astros nos estremece y nos traslada a realidad de nuestra evidente pequeñez. Y, sin embargo, la dimensión histórica --además de transcendente-- del mensaje de Cristo es la descripción de Dios --del Dios invisible-- como Padre. Ya hemos dicho muchas veces que el termino Abba, en arameo, tiene una traducción que equivale a nuestro "papá" o "papaíto". Cristo nos enseña a llamar al ser omnipresente y omnipotente papaíto. Somos sus hijos y el ejerce su amor y ternura para con nosotros. Y ahí nos surge una primera paradoja de difícil entendimiento.

2.- Y es que dicen muchos sabios que la confirmación de la veracidad del hecho cristiano es que su "discurso" es una continua paradoja. No se dan facilidades para construir una narración lógica y fácil del creer. El misterio de la Santísima Trinidad es, a simple vista, una gran paradoja: un Dios Único que contiene tres Personas y que ellas se han manifestado históricamente. ¿Es Uno, o son Tres? ¿Puede Uno ser Tres? La aplicación de principios coherentes y creíbles a una narración siempre responden al deseo de no descubrir su falsedad. Si ponemos una excusa por haber llegado tarde, buscaremos "resortes narrativos" que resulten verosímiles, aunque no sean ciertos. La paradoja es lo que lleva al hombre a volver sobre sus pasos y reflexionar. Porque si lo que oye no parece una locura, ni es obra de locos, se estará abriendo un mundo más grande que el de nuestra medianía.

3.- La existencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo la expresa Jesús en muchos lugares de los Evangelios. Hoy mismo, en el texto de San Juan, Jesús da --digámoslo así-- el posicionamiento entre el Padre y el Hijo. La mención de Dios como Padre procede del Antiguo Testamento y lo cierto es que todo el "conjunto narrativo" veterotestamentario no es otra cosa que la historia de un Padre amantísimo dando continuadas oportunidades a un pueblo desobediente para que vuelva a su Amor. Eso sigue ocurriendo dentro del Pueblo de Dios pues nuestras infidelidades y arrepentimientos no dejan de ser una imagen muy similar a las que continuamente se lee en el Antiguo Testamento. En tiempos de Cristo, la religión oficial de Israel "sufría" el efecto del politeísmo pagano. Frente a religiones que tenían muchos dioses había que enfatizar la unidad exclusiva y sin fisuras del Dios Único. A su vez, la filosofía helénica planteaba una idea de Dios inaccesible y solitario. Esto, contradictoriamente, también influyó en los judíos. De hecho quedaba ya muy lejos en el sentir de los judíos ese Dios próximo y dialogante, que tiene como amigo a Moisés o negocia con Abrahán la salvación de Sodoma y Gomorra.

4.- Jesús, en definitiva, fue condenado y muerto por "hacerse" Hijo de Dios. Jesús vino al mundo a comunicar un nuevo conocimiento de Dios. Y dicho conocimiento nos expresa la existencia de tres Personas que conviven en el Amor y en la Palabra. Dios ya no es para nosotros ni lejano, ni solitario. La Trinidad Beatísima no es otra cosa que una nueva dimensión del conocimiento íntimo de Dios que nos ha sido revelado por Jesucristo. Y la aceptación de esa realidad no es fácil, pero no imposible. Siempre hemos dicho que situados nosotros en la presencia de Dios podemos ver las cosas de otra manera. Esa presencia nos ayuda y nos ilumina. Para optar por dicha presencia debemos tener amor y humildad en nuestros planteamientos. La presencia se acrecienta mediante la oración. Y la oración solo puede abrirse hacia Dios con espíritu humilde y con el corazón lleno de amor.

5.- Además hay otras cosas. Si admitimos a Dios con todo su poder no es difícil ver una realidad multipersonal en Él, como una capacidad para asumir diferentes formas y personas dentro de la misma substancia. El misterio de Uno y Tres puede comenzar a entenderse por ahí. Pero además nos da la visión de un Dios que no vive en soledad. Un acto de comunicación amorosa engendró al Hijo y que esa corriente de amor es el Espíritu Santo. Es posible que la idea de Dios de los Astros, de la que hablábamos al principio esté todavía muy dentro de nuestros esquemas y solo podamos ver a un Dios lejano, poderoso y extraordinariamente solo. Eso último no es perfección divina. Sea como sea recomendamos --como decíamos antes-- humildad en nuestras posiciones personales al respecto. Cada uno de nosotros debe definir su camino de búsqueda de la realidad divina, ayudado por la Iglesia y por los hermanos. Y, sobre todo, amparados en la confianza de que Jesús no nos va a negar una ayuda para mejor encontrar dicho camino. En su presencia, en su cercanía, vamos a convertir una paradoja en "el encanto cotidiano que es la Sabiduría de Dios.

6.- Los textos sagrados de la misa de hoy son muy breves en su extensión, como puede comprobarse, pero no así en su contenido profundo. La descripción de las relaciones de Dios con Moisés, narradas en el capítulo 34 del Libro del Éxodo. Moisés en presencia de la magnificencia de Dios pide que adopte al pueblo elegido a pesar de su "dura cerviz". Es lo que decíamos antes sobre el "trabajo continuo" de Dios Padre buscando la adhesión de sus hijos rebeldes. Merece mención especial hoy el Salmo responsorial, no está sacado del Salterio, como suele ser habitual, sí que procede de la oración de Daniel contenida en el capítulo 2 de su Libro y que constituye un vibrante ejercicio de bendición a Dios, tal como citamos en la monición de entrada.

7.- Es Pablo en la Segunda Carta a los Corintios quien nos ofrece la clara bendición Trinitaria, que forma parte del contenido de la Misa. "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros" es el principio de todas las misas. La contribución es importante también en contenido: Cristo es la gracia, el Padre es el amor y el Espíritu la comunión, la interrelación entre las personas de la Trinidad Santísima y con nosotros mismos. Y San Juan en el Evangelio define la misión encargada por el Padre al Hijo: "Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él". La esencia trinitaria está en estos textos que hemos leído bien y sobre los cuales nos conviene reflexionar.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

CREEMOS Y ADORAMOS A UN SOLO DIOS…

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Vaya por delante, mis queridos jóvenes lectores, que los cristianos creemos y adoramos a un solo Dios. Un único Dios, por más que algunos digan que adoramos a tres, separando a las tres Personas, que nosotros creemos y afirmamos que son inseparables. U otros que puedan decir que son cuatro nuestros dioses, añadiendo a las tres Divinas Personas, adheridas de tal manera que son unidad indivisible, a la Virgen María, que en verdad ocupa un lugar importante en nuestra Fe, pero que es total y únicamente humana. Eso sí, muy santa.

2.- Para designar al ser personal en quien creemos escogemos el vocablo Dios. Dios es la palabra adecuada en castellano, en otras lenguas es diferente, por ejemplo, en catalán Déu, en francés Dieu, en ingles God, en árabe Alá…

Ahora bien, Dios es infinito y es misterio. No somos capaces de abarcar el significado del término, aunque alguna cosa concreta le atribuyamos, sea bondad, poder, o personalidad.

3.- Sí, ser persona es muy importante para la actitud espiritual que pueda tener un hombre respecto a la Trascendencia. Cuando nuestro padre en la fe se llamaba Abram y creía en la Divinidad, descubrió en Siquem, que la divinidad era en un Dios personal, comunicable. Este Dios amigo, cambió su vida y la de la su familia. También le cambió a él su nombre. Desde la vivencia de aquellos encuentros, se llamó Abraham. Como quien dice, se hizo espiritualmente, mayor de edad.

4.- Pero este hecho y este personaje semita, fue precedido por el hombre primitivo, que supo deducir y definir algo de Él, lo Trascendente, gracias a su intuición. Posteriormente, en sublime visión mística, algunos experimentaron también algo de su ser. Otros, sabios ellos, dedujeron cualidades y calidades, que le correspondían. Hay que reconocer que, a veces, algunos, personal o colectivamente, erraron su juicio. Hablaron del dios de la guerra, del fuego, de la fecundidad, del eros y hasta les pusieron nombre: Zeus, Júpiter, Vulcano, Afrodita, Venus... y para colmo, hasta le atribuyeron sexo, uniones matrimoniales y descendencia. Algunos creyeron en la multiplicidad de los dioses, es el politeísmo. Respecto a esto, dejo el comentario para otro día

5.- El cristiano y el judío, está convencido de que si algo conoce con seguridad respecto a Dios, es porque Él mismo se lo ha confiado, porque se le ha confiado Él mismo, dentro de lo que cabe, a él. Lo que había heredado de sus ancestros, fueran o no semitas o haburí, ha sido mejorado enriquecido, por la Revelación

(Para distancias grandes se ha creado el término de años luz y para las pequeñas considerando que no era suficiente la micra, se habla ahora mucho de “nano”. Cuando nos referimos a Dios, hay que aceptar el concepto misterio).

6.- Se han imaginado signos y figuras que ayuden a entender con aproximación lo que significa trinidad, el triángulo equilátero, me parece que debe ser el más usado. A mí me gusta más imaginar una esfera compacta de acero muy pulido. Nunca podemos verla, abarcarla, en su totalidad. Podremos acercarnos o alejarnos, mirar por aquí o por allá, pero siempre la imagen observada será parcial.

7.- Otro ejemplo puede ser nuestro planeta Luna. Desde pequeño aprendí cuál era su tamaño, su fuerza de gravedad, sus ciclos, la distancia que nos separaba, pero nadie había visto su cara oculta. Invisible, pero que igualmente intervenía en las características del astro. Digo a veces que el Espíritu Santo, es como la cara oculta de la Luna. Y que Dios me perdone por la comparación.

8.- Me he expresado hasta ahora cerebralmente, mis queridos jóvenes lectores, pero sería innoble que acabara aquí. Somos cerebro y corazón. Pensamiento y sentimiento. Saber y amor. Está muy al corriente de ello Dios, que nos conoce mucho mejor que nosotros mismos nos conocemos. Porque así es, nos ha confiado, dentro de lo que nos es posible entender, algo de su “interioridad”. Solo a los amigo uno le explica lo que nadie sabe de uno mismo y es importante. Cuando uno recibe una confidencia, sea de un amigo o de alguien de quien está enamorado, el impacto le emociona, altera su equilibrio nervioso. Se siente mucho más atraído, le ama más, le exige fiel nobleza, que le obliga. Quién sabe más de Dios no son los ilustrados, son los místicos.

9.- Acabo refiriéndome brevemente a las lecturas que se proclaman este domingo. La primera hace referencia al Sinaí. He estado varias veces en esa península y subido también a la que se considera, sin estar seguros, fue la cima a la que subió Moisés. Siempre ha hecho buen tiempo, pero me han contado lo aparatoso de una tempestad en aquellos parajes. Una tal experiencia debieron vivir los israelitas y el libro del Éxodo lo recordó.

10.- En la segunda, muy corta, se dan consejos que ahora os transcribo. De la noticia de la Trinidad, se derivan actitudes. Pablo les dice a los primeros destinatarios y nos lo dice a nosotros que seguramente no seremos los últimos: “hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso santo”. Silencio, examen, propósito. Saludar, no lo olvidéis, y besar, que no es besuqueo, ni besitos, lo que pide Pablo.

11.- El texto evangélico nos recuerda que la unidad de Dios, se propuso acercarse sensorial y espiritualmente a nosotros, para que le conociéramos algo más, aunque fuera parcialmente, debido a nuestra incapacidad. Algo así como el tener un fragmento de roca lunar, confirma de qué está hecho el planeta. Y de nuevo: que Dios me perdone, por simbolizarlo con un mineral. Y, por supuesto, la cercanía divina fue Jesús, Señor nuestro.

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