05 mayo 2017

Hacia el rostro real de María

Palabra de Dios
Lc 1, 26-38: Hágase en mí según tu palabra.
Mt 7, 24-29: El que practica estas palabras mías construye sobre roca.
Texto antológico
“En el desarrollo de la mariología, y particularmente de los dogmas marianos, ha influido históricamente aquel viejo principio: potuit, decuit, ergo fecit, que aplicado al tema mariológico Podemos traducir: Dios pudo otorgar a María un privilegio determinado; éste se adecuaba a su dignidad; luego se lo confirió de hecho. San Alfonso de Ligorio partía de este principio y de la convicción de que toda prerrogativa que no desdiga de María puede serle atribuida. Este convencimiento preside su libro sobre Las glorias de María, que representa, sin duda, una de las joyas más valiosas de la literatura mariana de todos los tiempos. San Alfonso daba expresión así al cariño incalculable por la Señora, que distinguió toda su vida que legó a su familia religiosa.

Hoy nos movemos dentro de otras coordenada culturales y antropológicas a la hora de formula nuestra teología. Y si la tónica del amor reverencial sigue siendo constante de nuestro que hace teológico sobre María, también somos especial mente sensibles a las posibles sobrecargas ideológicas y a las mistificaciones excesivas que el curso de los tiempos y de las culturas ha ido acumulan do sobre su figura. Nos resistimos a aceptar como genuinamente cristiana cualquier imagen de Ma ría ataviada de un ropaje ornamental que terminó por alienar su natural frescura.
El primer principio hermenéutica que orienta nuestra reflexión pretende descubrir el rostro rea de María, nos guste más o nos guste menos, est de acuerdo con nuestra visión convencional d ello o en cierto desacuerdo. La principal prerrogativa de María radica precisamente en la verdad de su realidad histórica. Aunque los datos de que disponemos para recomponer su fisonomía histórica son muy exiguos, sabemos con todo que ella no pertenece al mundo de los mitos, sino al mundo de la historia: fue un ser humano real que vivió en un tiempo y en una geografía reales bajo unos condicionamientos socioculturales reales que no sólo precisan la veracidad de su existir concreto, sino que, como tales condicionamientos, determinaron el desarrollo y la modalidad de su misma personalidad”.
Miguel Rubio
Reflexión
Los evangelios no fueron escritos para que sepamos cosas, sino para que creamos. Son mensajes para la fe. No están escritos como crónicas periodísticas ni como narraciones informativas. Son expresiones de la fe de las primeras comunidades cristianas, a veces llenas de difíciles elaboraciones teológicas.
Cuando nosotros nos acercamos a los evangelios, corremos el peligro de malinterpretarlos si los tomamos como lo que no son. Por eso, una lectura sencilla y una interpretación directa pueden ser simplemente una ingenua equivocación.
Hasta hace poco tiempo no hemos tenido medios técnicos y científicos suficientes como para saber distinguir lo que son datos históricos de lo que son elaboraciones teológicas. En realidad, sigue siendo una cuestión abierta, que nunca quedará enteramente definida. Pero hoy estamos en unas condiciones que resultarían envidiables para nuestros antepasados en la fe. Hoy hemos recuperado científicamente muchos datos del ambiente social, cultural, político y económico del tiempo de Jesús y María, y muchos datos de su rostro histórico real. Frente a estas perspectivas, muchas de las vidas de Jesús y María que hace sólo unos decenios alimentaban nuestra fe han quedado superadas definitivamente.
Para una piedad cristiana mínimamente ilustrada es hoy día necesario tener ideas claras sobre la historicidad de los evangelios, sobre cómo y para qué fueron escritos, sobre la posibilidad e imposibilidad de una biografía de Jesús o de Ma Y a la vez es francamente importante tener clara una valoración de la historia concreta en la que se realizaron los hechos de la historia de la salvación, para no caer en la perspectiva desencarnada de quienes pueden pensar que no son relevantes para la fe los datos concretos de las palabras, hechos, la historia real de Jesús de Nazaret, como si pudiesen ser indiferentemente intercambiables con los de cualquier otro hipotético hombre Dios. No confesamos como Dios a un hombre cualquiera, sino a un concreto hombre histórico que se llamó Jesús de Nazaret. En él es donde nos hace inconfundible e inintercambiable su rostro, su rostro cristiano. Y otro tanto pasa con María. María no es una mitológica figura celeste, de la que no importara su genuino rostro real histórico.
Será importante tematizar este aspecto en la reflexión personal y comunitaria para adoptar una actitud que valore debidamente los aspectos redescubiertos en el evangelio.
Examen
  • ¿Estudiamos la palabra de Dios o nos contentamos con lo que nos enseñaron cuando éramos niños? ¿Hemos asistido a algún curso bíblico para adultos?
  • ¿Tenemos en nuestra cabeza imágenes de Jesús y de María que mezclan lo histórico con lo piadoso, legendario o puramente imaginativo? ¿Hacemos un esfuerzo de formación y estudio para tener una visión sólida de los fundamentos históricos de nuestra fe?
  • ¿Pensamos acaso que Dios no valora nuestra historia real concreta, que lo que importa es simplemente que lleguemos a la patria celeste, olvidando la tierra?
  • ¿Valoramos suficientemente que Jesús y María compartieron enteramente nuestra realidad humana, con condicionamientos históricos concretos semejantes a los nuestros, es decir, psicológicos, culturales, físicos, climáticos, políticos, cultuales, económicos, etc., o pensamos inconscientemente que aquí, en la tierra, vivieron una vida medio mítica y celeste?
Conversión
  • Tomar decisiones concretas para formar e ilustrar más nuestra fe.
  • Valorar más y más la historia real, como cuerpo concreto donde Dios se encarnó.
Invocación
  • María de Nazaret, mujer concreta de nuestra raza y de nuestra historia…
  • …haznos fieles discípulos de Jesús.
Oración
Dios nuestro que por María entraste en la historia y tomaste carne en unas circunstancias enteramente determinadas y concretas. Te pedimos que eduques nuestros ojos para que seamos capaces de descubrir tu presencia viva en las envolturas de la historia real.
Cantos sugeridos
“En el trabajo”, de C. Gabaráin, en Eres tú, María.
“Magnificat”, de K. Argüello, en Babilonia criminal.

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