Dios es original y desconcertante. Su lógica en nada coincide con nuestra lógica . De Melo cuenta una historieta en la que pone de manifiesto estas curiosidades de Dios.
Entre tantas de sus cosas, un día a Dios se le ocurrió bajar al mundo a divertirse con los hombres jugando con ellos al escondite. Como no estaba acostumbrado a esos juegos, consultó primero con los ángeles.
¿Dónde encontraría el mejor escondite para que los hombres no pudiesen dar con él? Algunos le dijeron: “Lo mejor es que te escondas en el fondo del mar. Allí nadie te irá a buscar”. Otros le aconsejaron que el mejor lugar sería el cementerio del pueblo. Con el miedo que tiene la gente a los muertos, jamás se les va a ocurrir buscarlo allí. De pronto escuchó a hablar de un gran sabio que había en la tierra. Y Dios se dijo a sí mismo: mejor le consultó al sabio porque debe conocer muy bien a los hombres. Cuando Dios le consultó al sabio, éste muy sereno le respondió: “Si no quiere que nadie le encuentre, escóndase en el corazón de los hombres. Y verá que allí nadie lo va a buscar”.
Siempre es más fácil buscar lejos. ¿Será por eso que las grandes noticias también vienen siempre de lejos? Es que las de cerca pareciera que no tienen interés. Y por eso conocemos mejor a los de fuera que a los de dentro. Sabemos mucho de los que están lejos y sabemos muy poco de los que tenemos en casa.
Tenía un compañero en el Seminario. En aquel entonces era costumbre entre nosotros los estudiantes, a la noche en la oración, hacer una breve reflexión a los compañeros. Este buen compañero siempre comenzaba diciendo: “Dice un filósofo chino….” “Dice un filósofo griego…” Nunca decía el nombre del filósofo. Un día, le pregunté: “Oye, quién es ese filósofo chino a quien has citado”. Con mucha malicia me respondió: “Yo”. Pero si digo que soy yo ninguno de vosotros me creeríais, pero cuando lo digo en nombre de un filósofo, todos me creéis”.
A parte de la falta de confianza y seguridad en sí mismo, ponía de manifiesto la mentalidad de los que le escuchábamos. No creemos a los nuestros. No creemos a los que tenemos cerca. Mejor escuchamos a los de lejos a quienes no conocemos.
Y Dios no se revela desde lejos, sino que se revela acercándose siempre al hombre. ¿A caso la encarnación no significa la cercanía de Dios al hombre? Siempre nos lo imaginamos “en el cielo”, cuando en realidad, Dios vive mucho más en la tierra donde tiene los tesoros de su corazón que somos las personas. Cuando queremos vernos con Dios, lo primero que pensamos es: “tengo que ir a la Iglesia”.
¿A cuántos se les ocurre visitar a Dios en el propio corazón?
¿A quién se le ocurre pensar que el mejor lugar de Dios y donde Dios mejor se siente, no es el templo vacío, sino el Sagrario del propio corazón?
¿A caso, cuando tú quieres quedarte un rato a solas con El, lo primero que piensas no es: “me voy a la Iglesia”?
A todos nos cuesta mucho creer eso que tantas veces hablaba Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. “El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí”. “Tú en mí y yo en ellos”.
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