Iniciamos la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos y la meditación sobre la Pasión de Cristo. Dos acontecimientos que generan en nosotros sentimientos encontrados: alegría por ver a Jesús triunfante tristeza y de verlo sufrir hasta la muerte. La misma gente que en un principio lo aclamaba por sus palabras y sus milagros, después pide su muerte. Hasta sus amigos más queridos huyen y lo niegan cuando lo ven en peligro. Con su muerte, toma nuestro lugar para sufrir por nuestros pecados y abrirnos las puertas del cielo. ¡Así de grande es el amor de Dios por nosotros!
En nuestras vidas también hay momento en que es fácil seguir a Cristo; otros en que pareciera que no nos conviene escucharlo; porque nos pide hacer algo que nos cuesta. Y hay otros, en que nos enojamos y le reclamamos por cosas desagradables que nos ocurren.
Meditar sobre el sufrimiento y la muerte de Cristo, nos debe llevar a convencernos de que seguirlo implica sacrificio. Es decir, amar a veces requiere dejar a un lado gustos y comodidades. Otras requiere aceptar con esperanza, acontecimientos desagradables que nos suceden.
El camino de la salvación a veces requiere “cargar una cruz” de esfuerzo, de humildad, de perdón, de comprensión, de ayuda a los demás… ¡Vale la pena cargarla con alegría, porque Cristo ya nos aseguró el cielo con su propia cruz!
¿Cuáles son “las cruces” de mi vida que más me cuesta cargar?
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