Fueron horas de tristezas y terrores,
la noche toda fuera y dentro de mí;
temblaba como un niño ante los lobos;
te rezaba entre lágrimas y gritos, pero tú callabas.
Mis amigos me vendieron o negaron en la noche.
Los otros me cazaron y arrestaron como a un bandido,
se lanzaron como perros contra mí, en la noche.
Los jefes me condenaron como blasfemo,
me despojaron de fama y dignidad, en la noche.
Después, a mediodía,
elevaron mi cuerpo en el madero,
un infierno de dolor y vergüenza.
El pueblo y sus jefes, se burlaban y reían.
Mi sed era espantosa, y me ofrecieron vinagre.
De los míos, muy pocos y de lejos, con mi madre.
Ya sólo me quedas Tú, Padre mío, fuerza mía,
ven corriendo a ayudarme.
Pero no, soy yo el que voy a ti,
acoge, Padre, mi espíritu en tus manos
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