Monición a la lectura
Deberíamos dejar que estas palabras resonaran reiteradamente y calaran hondamente en nuestro espíritu desconfiado y temeroso: “Yo mismo abriré vuestros sepulcros”. Cuando te encuentres deprimido o incapacitado, cuando te sientas triste o desencantado, cuando te veas hundido en las fosas del vacío de la duda, de la amargura, que resuene en ti esta promesa.
Es el Dios de la vida, que lanza este reto a la muerte, a toda clase de muerte.
Lectura del profeta Ezequiel
Esto dice el Señor: – Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra, y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago. Oráculo del Señor.
Palabra de Dios
Monición al Salmo:
Yo espero, Señor, que llenes mi soledad.
Yo espero, Señor, que serenes mi agitación, mi ansiedad y mis miedos, que suavices mis cansancios.
¡Señor, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica!
Yo espero, Señor, que colmes mi vacío, que allanes mi orgullo, que ilumines mi ceguera.
¡Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica!
Yo espero en ti, Señor, como el centinela la aurora, como el enfermo el amanecer…
Desde lo hondo de mi ser, a ti grito, Señor, porque la misericordia es cosa tuya.
Desde lo hondo a ti grito, Señor, sálvame de todos mis fallos.
Salmo: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa
(Salmo 129: “Desde lo hondo”)
Monición al Evangelio:
Página conmovedora y esperanzadora. Se anuncia, no sólo con palabras sino con hechos, la victoria definitiva sobre la muerte, sobre toda clase de muerte. Y esta victoria nos viene, no por los avances de la ciencia o del progreso, sino por Jesús de Nazaret. Él se atrevió a decir: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá”. son las palabras más importantes y esperanzadoras que se hayan pronunciado. Tenía que ser un Dios.
Pero al mismo tiempo, el que así hablaba y mostró con hechos su verdad, lloraba por la muerte de un amigo. Tenía que ser un hombre ¿Quién no se siente atraído por un hombre así? Podemos decir con Marta: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías”. Y si creo, yo sé, no ya que resucitaré, sino que estoy resucitado.
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo: “Señor, tu amigo está enfermo”. Jesús, al oírlo, dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. Sólo entonces dijo a sus discípulos: “Vamos otra vez a Judea”.
Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios; el que tenía que venir al mundo”
Jesús, muy conmovido, preguntó: “¿Dónde lo habéis enterrado?”. Le contestaron: “Señor, ven a verlo” Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: “¡Cómo lo quería!” Pero algunos dijeron: “Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?” Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba.
Dijo Jesús: “Quitad la losa” Marta, la hermana del muerto, le dijo: “Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días” Jesús le replicó: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la losa, Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado”.
Y dicho esto, gritó con voz potente: “Lázaro, ven afuera” El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo andar”. Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor
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