31 marzo 2017

V Domingo Cuaresma: Misa del domingo

Domingo 5º de Cuaresma
2 de abril de 2017
Subrayados de la Palabra
  • 1º lectura (Ez 37,12-14): «Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago».
  • 2º lectura (Rom 8, 8-11): «Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo».
  • Evangelio (Jn 11,3-7.17.20-27.33b-45): «Jesús le dice: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”».
Ecos de la Palabra para jóvenes y comunidades
  • Es cierto que toda esta enseñanza de Ezequiel apunta a la liberación del destierro y no a la resurrección de los muertos en el sentido que nosotros entendemos hoy y como lo entendieron gran número de Padres y exegetas con Justino e Ireneo en cabeza. Sin embargo, no es menos evidente que Ezequiel ha creado una imagen de huesos y espíritu, de muerte y vida que ha desbordado la intención primera e inmediata de su propio autor. Al enraizar esta imagen en la creación primera, al descender a la visión biológica de la muerte, al reconocer como Dios vivificante a quien es Señor de vida y muerte, al salvar a un Israel históricamente muerto… Ezequiel ha establecido la victoria de la vida sobre la muerte, que es la esencia del mensaje pascual.
  • Es un texto clásico de Pablo, en que se subraya la oposición entre “la carne” y “el espíritu”. La carne es la vida sin Dios, el Espíritu es lo que da verdadera vida al ser humano, que, sin él, no es más que carne, y su fin es la corrupción. El cuerpo se toma como sinónimo de la carne, del hombre sin espíritu. Y se presenta la resurrección de Jesús como modelo de nuestra propia resurrección.
  • Este extenso Evangelio nos muestra al Jesús más humano y entrañable, llorando como cualquiera de nosotros ante la muerte de un ser querido. A los tres hermanos no les resultaría fácil ser amigos de Jesús en aquel ambiente pero lo eran; en eso puede que estuvieran un poco como nosotros. Pidámosle a los santos de Betania que nos ayuden también a saber seguir su camino, estar cerca de Jesús como ellos y confiar plenamente en Él para actuar a la mayor gloria suya.
Proyecto de homilía
El evangelio de esta última semana de cuaresma es un canto de amor y esperanza, que nos revela el corazón misericordioso de Jesús y la cercanía del Dios de Jesús al ser humano. Cuando Jesús iba o venía de Jerusalén solía pasar a descansar o hacer noche en casa de sus amigos, la familia de Betania (la “Casa de la amistad”). Jesús quería de corazón a esta familia. La muerte de Lázaro conmociona a Jesús. El evangelio hace referencia tres veces a los sentimientos de Jesús:
“Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron: «Señor, ven a verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa»”.
“En la prosperidad nuestros amigos nos conocen. En la adversidad nosotros los conocemos”. Esta expresión también se la podemos aplicar a Jesús en esta ocasión. Hoy sabemos que la muerte no es el final del camino, pero sí un punto y aparte que nos aleja temporalmente de los seres queridos. Jesús sintió el dolor ajeno y fue capaz de hacer llevadero este momento de despedida del amigo. Jesús, con la fuerza del Espíritu, devuelve a la vida a Lázaro. No es propiamente una resurrección, pero su familia y los amigos pudieron seguir contando con la cercanía y el cariño de Lázaro.
Probablemente lo más maravilloso de la “resucitación” (reanimación) de Lázaro, no es la vuelta a la vida sino el ambiente de confianza que envuelve todo, en el viven Marta, María y el propio Lázaro. La palabras de Marta deben sonar en nuestros oídos durante esta Cuaresma y Pascua: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Creyendo de verdad que Jesús acompaña nuestras vidas y poniendo nuestra confianza en él, todo es posible.
Jesús en esta Pascua, como en el caso de Lázaro, “dejadlo andar”, dejadlo comenzar una nueva vida. Nos da una nueva oportunidad para salir cada día y reandar los caminos con la confianza de su compañía. Habrá que recordar lo de Alfred N. Whitehead: “El eterno compañero que sufre y comprende”. Que la seguridad de su cercanía acompañe nuestro caminar.
José Luis Guzón, sdb

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