Los tres evangelios sinópticos nos relatan el bautismo de Jesús (Juan resalta la figura del Bautista, pero no nos narra el episodio), es un hecho preñado de significación. En Mateo resulta ser un texto programático.
De Galilea al Jordán
Mateo subraya que Jesús se traslada «de Galilea al Jordán y se presentó a Juan, para que le bautizara» (v. 13). La intención del viaje es expresada con nitidez, mayor que la que encontramos en los otros evangelios. Poco antes decía que muchos acudían para ser bautizados por Juan (cf. v. 6); a ellos se une Jesús desde Nazaret de Galilea antes de iniciar su misión. Juan que había declarado no merecer «llevarle las sandalias» (v. 11), se niega ahora humildemente a bautizar a Jesús (cf. v. 14). El evangelista quiere recalcar la diferencia entre ambos personajes. Juan había dejado una honda huella en su pueblo como maestro espiritual (cf., por ejemplo, Mt 16, 14). La comunidad cristiana inicial sentía, en consecuencia, la necesidad de afirmar la originalidad de Jesús. Juan Bautista preparó el camino para la llegada del Hijo de Dios, había que recordarlo y precisar el alcance de esa misión.
En Mateo, Juan Bautista es la primera persona en entablar un diálogo con Jesús. Su relato nos trae las primeras palabras de Jesús en este evangelio. Ellas adquieren un carácter de anuncio. Recusa la negativa de Juan para bautizarlo, debe hacerlo: «Déjalo ahora», dice el Señor, no pongas reparos (v. 15). En seguida da la motivación de su insistencia: «Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere (toda justicia)» (v. 16). El término empleado por Mateo dice que se trata de algo más que conveniencia, es una urgencia; obligación no sólo de Jesús, el plural asocia a Juan en la misma tarea: ambos deben cumplirla.
El término justicia es frecuente en el evangelio de Mateo. Ocupa un lugar central en el sermón de la montaña y en particular en las bienaventuranzas donde aparece estrechamente ligado al tema del Reino (cf. Mt 6, 33). De las siete veces que esa palabra se encuentra en este evangelio, cinco están en el sermón de la montaña y las otras dos se relacionan con la figura de Juan Bautista (cf. además de nuestro texto, 21, 32).
Llamado para la justicia
Mateo conserva la riqueza y la complejidad del vocablo justicia en la Biblia, la justicia es obra de Dios y por eso mismo ha de ser predicada por quienes creen en él. Ella implica relación con el Señor, es decir, santidad; y a la vez relación entre los seres humanos: reconocimiento de los derechos de cada uno, en especial de los indefensos y maltratados, es decir, justicia social.
La justicia significa pues ambas cosas: amor a Dios y amor al prójimo, indisolublemente unidos. Cumplir la justicia supone buscar el Reino y la justicia por encima de todo (cf. Mt 6, 33)
Ese es el programa que nos plantea Mateo desde las primeras palabras de Jesús en su evangelio.
Para establecer la justicia presenta Dios a su siervo (Is 42, 1). Es el primer canto del siervo de Yahvé, que la tradición cristiana ha considerado desde antiguo una figura de Cristo. Incomprendido y vapuleado el siervo de Yahvé consolará (es decir, liberará) a su pueblo. Ser «llamado para la justicia» (v. 6) es recibir el encargo de «abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión» (v. 7). Este comportamiento es un elemento esencial de la buena nueva de «la paz que traería Jesucristo» (v. 36).
Jesús asocia a Juan Bautista en el cumplimiento de la justicia, con todo lo que el término implica. En ese gesto nosotros somos también incorporados a la tarea. Todos recibimos la misma convocación (Hech 10, 34-35).
El cometido es urgente en un continente marcado por la injusticia como es América latina, pero para que sea realmente fecundo en la perspectiva del Reino debe ser llevado a cabo teniendo en cuenta la otra dimensión de la justicia: la santidad.
Gustavo Gutiérrez
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