22 enero 2017

Los comienzos del anuncio


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Inmediatamente después del episodio de las tentaciones, Mateo nos narra los inicios de la vida pública de Jesús. La misión de Juan Bautista se ha terminado brusca y brutalmente.
 
El mensaje
Jesús entra en escena, y opta por la Galilea (Mt 4, 12), la región marginada y despreciada por los judíos de la capital y del sistema, la provincia cercana a los paganos y de religión un tanto mezclada y sospechosa para aquellos que estaban aferrados a una pureza cultual. Se cita el oráculo de Isaías (ver también la primera lectura) que la llama Galilea de las naciones, o de los paganos: la luz verdadera será particularmente para los que están más cerca de las tinieblas (Is 8, 23b; 9, 2-3). Preludio ya del envío último de Jesús resucitado (cf. Mt 28, 19): haced discípulos a todas las naciones, a todos los pueblos (perspectiva universalista en un evangelio de tan clara mentalidad judía).

La gran enseñanza comenzará poco después en el sermón de la montaña, pero el presente texto nos da en resumen los elementos esenciales, como para situar, a modo de introducción, el marco y los personajes. El Reino está cerca, más tarde se detallará en qué consisten sus aportes, sus riquezas; pero desde ahora se invita a la conversión, al cambio de vida (cf. Mt 4, 17). En un sumario (cf. v. 23), el evangelista presenta a Jesús en su misión de enseñanza (la primera en Mateo), «proclamando la buena nueva del Reino», que para Mateo incluye todo lo que será el contenido de su libro sobre Jesús. Y a la vez, las obras de Jesús muestran que el Reino anunciado ya se está realizando, ya está puesto en obra: las curaciones confirmarán la validez y la fuerza del mensaje proclamado. Ellas rubrican un mensaje de vida.
Los primeros seguidores
Entre el mensaje y las multitudes que lo recibirán, el marco inicial de la vida pública se completa por la llamada, sucinta y esencial, a los primeros discípulos. La palabra clave es aquí «lo siguieron» (v. 20.22). Son dos parejas de hermanos. Jesús los encuentra en su ambiente de familia y de trabajo, y les propone otra cosa: ser «pescadores de hombres». Sin saber demasiado en qué consistirá la tarea, y antes de penetrar en su contenido, dan una respuesta inmediata. Ellos serán los acompañantes, los intermediarios entre Jesús y el pueblo. Todo «discípulo» ulterior será invitado, así como ellos, a seguir al Maestro en su buena nueva y en su práctica. A eso estamos llamados, a anunciar el evangelio más allá de estériles disputas sobre primacías que olvidan lo esencial (cf. 1 Cor 1, 1317L
Gustavo Gutiérrez

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