1.- EL BAUTISMO DEBE SER UN COMPROMISO PERSONAL
Por Gabriel González del Estal
1.- En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Hoy se acaba el tiempo litúrgico de Navidad; Jesús tiene ya treinta años. Hasta ahora ha vivido una vida socialmente humilde, callada y anónima, como un judío observante y fiel a la Ley de Moisés. Ha sido circuncidado, pero no bautizado. Para los hombres judíos la circuncisión era un rito imprescindible para entrar a formar parte del pueblo de Israel, del pueblo elegido por Dios. De que el niño fuera circuncidado se encargaban los padres del niño, cuando este era aún muy pequeño. La circuncisión era para los hombres judíos un rito muy parecido a lo que es hoy para nosotros el sacramento del bautismo, tal como hoy lo practicamos. El bautismo, en cambio, suponía una decisión personal de consagrarse a Dios y de renunciar al pecado. El que decidía bautizarse, decidía cambiar de vida, empezar a vivir para Dios, cumpliendo fielmente la Ley de Dios. Así era el bautismo de Juan: un bautismo de arrepentimiento de los pecados y de conversión a Dios. A este bautismo es al que se presentó Jesús, poniéndose en la fila de los que querían ser bautizados, como un judío más. Bien, lo que sucedió ya lo sabemos; nos lo cuenta hoy San Mateo, en su evangelio. Yo quiero ahora hacer una reflexión, más pastoral que teológica, sobre el tema del bautismo, para nuestro tiempo de hoy. Nosotros fuimos bautizados a los pocos días de nacer. Nos bautizaron en el bautismo de Jesús, no en el de Juan Bautista, y lo decidieron nuestros padres, siendo fieles a su fe y a su tradición cristiana. Pero resulta que muchos de nuestros jóvenes hoy no tienen ya la fe de sus padres y no quieren vivir en ella. ¿Qué debemos hacer los padres, catequistas y sacerdotes en estos casos? Yo creo que debemos acentuar la importancia y el significado personal y cristiano de la renovación de las promesas del bautismo. Cada joven debe decidir y expresar libre y conscientemente ante la Iglesia de Cristo si quiere vivir como bautizado, en la fe de la Iglesia. Tiene que aceptar su bautismo como un compromiso personal y como una decisión definitiva de vivir como cristiano. Los que no quieran aceptar su bautismo, viviendo como auténticos cristianos, merecen todo nuestro respeto, pero no los podemos considerar como cristianos. No queremos llamar cristiano a un joven por el simple hecho de haber sido bautizado por la decisión de sus padres, sino al que decide libre y personalmente vivir su compromiso bautismal.
2.- Sobre él he puesto mi espíritu. Jesús de Nazaret fue “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, y pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo”. Cuando fue bautizado por Juan, Dios le llamó su “Hijo amado, su predilecto”. Cuando nosotros somos bautizados, somos bautizados en el Espíritu de Jesús y Dios nos considera sus hijos. ¿Cómo debe manifestarse en nosotros el Espíritu de Jesús? Evidentemente haciendo el bien e intentando curar, en la medida de nuestras posibilidades, a las personas que se hallen esclavizadas por algún mal. En la primera lectura, el profeta Isaías nos dice que “el siervo de Yahveh” traerá el derecho y la justicia a los pueblos, abrirá los ojos de los ciegos, liberará a los cautivos y a los que habitan en las tinieblas. Todo esto lo hará con mansedumbre y con fortaleza. Este debe ser nuestro programa, como personas que hemos sido bautizados en el Espíritu de Cristo: ayudar siempre a los demás, empezando por los más desfavorecidos, actuando siempre con amor y fortaleza cristiana. Pues para esto fuimos bautizados en el Espíritu de Cristo.
2.- EN SU BAUTISMO COMIENZA EL SEÑOR SU MISIÓN REDENTORA
Por Antonio García-Moreno
1.- DIOS SABE ESPERAR.- "La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará" (Is 42, 3) La caña cascada ya no sirve para nada, le falta consistencia. Mejor es tirarla, terminar de quebrarla, hacerla astillas para el fuego. Y el pabilo vacilante da poca luz, apenas si alumbra. También dan ganas de apagarlo de una vez y encender otra luz más fuerte y segura.
Así piensan los hombres. Tienen poca paciencia los unos con los otros. Se aguantan con dificultad, se echan en cara sus defectos, prescinden rápidamente de los que estorban, eliminan a los que no rinden.
Dios no, Dios sabe esperar, Dios tiene una gran paciencia. Y al débil le anima para que siga caminando, al que está triste le infunde la esperanza de una eterna alegría, y al que lucha y se afana inútilmente le promete una victoria final, una victoria definitiva.
"Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra y sus leyes que esperan las islas" (Is 42, 4) Cristo sigue promoviendo el derecho sobre la tierra, despertando en los hombres la inquietud por una justicia auténtica. Su voz sigue resonando en las conciencias, reclamando el derecho de los oprimidos. La Iglesia es la continuación de Jesús, es el signo sensible de su persona, su voz clara y valiente. Lo dijo Él: Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien a vosotros escucha, a mí me escucha.
Señor, da fortaleza a tu Iglesia para que siga levantando la voz en defensa de la justicia, para que siga recordando a los hombres el mensaje de amor que tú has traído a la tierra. Y concede a cada uno de nosotros una sensibilidad exquisita para todo lo que sea justo, una fidelidad heroica a las leyes divinas, a las normas del Evangelio, al Derecho de la Iglesia. Hacer justicia sin vacilaciones, vivir el Derecho, eclesiástico o civil, sin quebrantos ni claudicación alguna.
2.- DIOS SOBRE LAS AGUAS.- "La voz del Señor sobre las aguas" (Sal 28, 3)Se describe en este salmo el terrible espectáculo de una tempestad que, como impresionante azote, descarga sobre la tierra su flagelo de lluvias torrenciales y lanza, rasgando las nubes plomizas, el dardo encendido de sus rayos. Los truenos que hacen temblar los valles y las montañas son para el salmista la voz del Señor, que retumba sobre las aguas de forma grandiosa y potente.
Los vientos desencadenados y las aguas en cataratas sirven de símbolo para hacernos comprender, aunque sea de modo aproximado, el poderío y la majestad de Dios. En esos momentos en que la tempestad es más intensa y los truenos resuenan al unísono con el resplandor rutilante del relámpago, el hombre se ve pequeño e impotente, indefenso y frágil. Entonces es capaz de intuir la trascendencia y la majestad excelsa del Señor de los cielos y tierras. Es entonces también cuando la plegaria brota espontánea del alma, como un suspiro que se escapa o como un clamor desesperado.
"El Dios de la gloria ha tronado" (Sal 28, 4) Ante la grandeza divina reflejada en el fragor de una tormenta el salmista nos exhorta a que aclamemos al Señor, postrados en honda adoración, ante Dios, Creador y Redentor nuestro. En su templo sagrado ha de resonar un cántico unánime que glorifique el poder del Altísimo.
Poder que aquí se destaca en relación con las aguas, sobre las cuales su voz se hace sentir como un mandato que las suelta en aguaceros que caen a mares. El Señor, dice el canto sagrado, se sienta encima de las aguas como si estuviera sobre un trono. Y por esa soberanía sobre esas aguas les confiere el poder de purificar hasta la mancha más profunda del hombre, la del pecado original. Así ocurre, efectivamente, en la celebración del santo Bautismo cuando el agua derramada sobre el neófito en el nombre de Dios, uno y trino, lo lava de toda culpa y pecado. Pero el poder divino va más allá, pues el agua del Bautismo no sólo lava, sino que además fecunda el alma del nuevo cristiano, infundiéndole una nueva vida, la vida divina y transformándolo en hijo de Dios.
3.- LA OTRA JUSTICIA.- "Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia..." (Hch 10, 34) Dios es distinto, totalmente distinto. Por eso su justicia es también diversa, diferente de la justicia de los hombres. Ésta consiste en dar a cada uno lo suyo, según la conocida definición de la justicia retributiva. La justicia de Dios va mucho más allá. Da a cada uno lo que le corresponde y mucho más. Por eso la justificación del hombre es totalmente gratuita, se debe no a los méritos del ser humano, sino a la infinita misericordia de Dios.
No, Dios no es deudor de nadie; ni nadie tiene derecho alguno ante Dios. Su justicia equivale a su santidad, es decir, a su trascendencia, o más claro aún, a su inmenso amor, esa esencia inefable y misteriosa que rebasa infinitamente nuestra chata capacidad de entender y de amar... Conviene que cumplamos toda la justicia, dice el Señor al Bautista, que se resiste a bautizarlo según los designios de Dios. Claramente se refiere esa justicia a los planes divinos de la salvación, a la respuesta fiel del hombre a las exigencias divinas. A lo mismo se refiere Jesús cuando afirma que lo primero es buscar el Reino de Dios y su justicia. La justicia de Dios, no la de los hombres, tan raquítica y tan meticulosa.
"Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien..." (Hch 10, 38) Jesús de Nazaret practicó siempre la justicia; pero no la humana, sino la de Dios. Es esa justicia la que le hace clamar "injustamente" en la cruz: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. O lo que le dijo al buen ladrón: En verdad te digo que esta tarde estarás conmigo en el paraíso... Así es la justicia de Dios: perfectamente combinada con la misericordia, con el perdón, con la benevolencia...
Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto, sed misericordiosos como Él lo es, justo con la justicia de Dios. Lo demás es cuento, demagogia barata, conformismo, estrechez de miras, ramplonería... Entonces, sí habrá paz, comprensión, perdón, alegría, amor. La justicia, sí; pero la de Dios. Esta es la justicia que Cristo ha predicado y esa la que la Iglesia proclama, esa la que los hombres de Dios han de predicar, esa la que todos hemos de practicar. Sin dejarnos engañar con argumentos falaces que hablan a gritos -porque no tienen razón- de una justicia que no es la de Dios.
4.- BAUTISMO DE CRISTO.- "... y se presentó a Juan para que lo bautizara" (Mt 3, 13) Después de treinta años de vida oculta, ignorada de todos en una de las más recónditas y olvidadas aldeas de Palestina, Jesús desciende hacia el Jordán para iniciar su ministerio público. Hasta entonces su enseñanza había sido sin palabras, aunque desde luego una enseñanza muy elocuente e importante. En ese tiempo, en efecto, nos hizo comprender el valor de una vida sencilla, de una existencia ordinaria vivida en sus mil pequeñas cosas con un grande y profundo amor, que sabía dar relieve y altura a lo más corriente. Lección fundamental para la inmensa mayoría de los hombres cuya existencia también transcurre, día tras día, en un entramado de pequeños deberes. Un ejemplo que nos ha de llevar a dar valor a lo más pequeño y ordinario, que al vivirlo con amor y esmero por hacerlo bien puede alcanzar la bendición y la sonrisa de Dios.
Cuando Jesús llegó al Jordán para bautizarse, el Bautista se resistió a hacerlo. No entiende cómo ha de bautizar a quien está tan por encima de él. Tampoco comprende de qué se habría de purificar quien era la pureza misma. Pero el Señor vence su resistencia pues así lo disponían los planes del Padre. Ante todo para enseñarnos la primera lección que ha de aprender quien quiera entrar en el Reino de los cielos, la lección de la humildad. Luego lo repetirá de muchas formas y en repetidas ocasiones. Nos enseña, en efecto, que es preciso hacerse como niños y que quien se humilla será exaltado, o que quien quiera ser el primero que sea el último. También alabará la humildad de la mujer cananea, o el valor de la pequeña limosna que echó una pobre viuda en el gazofilacio del Templo. También se alegrará y alabará al Padre porque ha ocultado los misterios más altos a los sabios y a los orgullosos, y se los ha revelado a los sencillos y pequeños. También nos dirá que aprendamos de Él, que es manso y humilde de corazón.
Por otra parte, se bautiza porque ha venido a cargar con los pecados de la Humanidad y redimir así al hombre de la servidumbre a que estaba sometido desde la caída de Adán. Jesús, como vaticinó el profeta Isaías, es el Cordero de Dios que carga con los pecados del mundo para expiarlos con su mismo sacrificio. Así pues, en su Bautismo comienza el Señor su misión redentora, inaugura una nueva era al dar a las aguas el poder de purificar a cuantos creyendo en Él se bautizarían, una vez consumada la redención en la cruz.
El Bautismo de Cristo es así un modelo de lo que es el nuestro. También nosotros, al ser bautizados, además de ser purificados del pecado original, hemos sido objeto del amor del Padre, hemos recibido al Espíritu Santo que ha morado, y mora si estamos en gracia de Dios, en nuestro cuerpo y en nuestra alma como en su propio templo.
3.- NECESITAMOS "REBAUTIZARNOS"
Por José María Martín OSA
1. - Carga con los pecados de todos los hombres. Después del "evangelio de la infancia", Mateo pasa a la presentación de Juan Bautista en el desierto de Judea. En Adviento escuchábamos sus advertencias: anuncia un bautismo de penitencia porque el Reino de los Cielos está cerca. No se trata de un mero rito vacío, sino que exige el cambio de vida radical. Mateo es el único que recoge el diálogo del Bautista con Jesús, quizá para explicar el absurdo que parece el hecho de que Jesús, que no tenía pecado, acuda a recibir este "Bautismo de Penitencia". Es un escándalo que Jesús esté en la fila de los pecadores. Por eso Juan intenta disuadirlo. "Soy yo el que necesito que me bautices, ¿y tú acudes a mí?". La respuesta no es sólo que Jesús quiera darnos ejemplo de humildad. El gesto de Jesús es mucho más profundo: Jesús en el Jordán se hace solidario con los pecadores. Es el "Siervo de Yahvé" de la lectura de Isaías que acepta la misión de cargar con los pecados de todos los hombres. Es como si nos dijera a nosotros: "Dame siempre lo que hay de malo en tu vida, tus mentiras, tus calumnias, tus cobardías y tus crueldades. Yo voy a descargarte de todo eso... No tienes necesidad de guardártelo..... Quiero que seas feliz y siempre voy a perdonar tus faltas".
2. – Obediencia a la voluntad del Padre. La respuesta de Jesús a Juan Bautista clarifica desde el primer momento cuál es su misión: "Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere". La obediencia de Jesús a la voluntad del Padre pone de manifiesto su condición de Hijo, ya que en aquella cultura la obediencia era lo que definía la relación de un hijo con su padre. Obediencia no es sumisión, es seguimiento voluntario de lo que el Padre espera de El: su entrega hasta la muerte por la salvación del género humano. Que se cumpla "así" quiere decir "hasta la cruz".
3. – La misión de Jesús. La palabra del Padre después del Bautismo declara a Jesús "Hijo amado, mi predilecto". Esto quiere decir que es ungido, escogido y consagrado para la misión que libremente acaba de aceptar. La misión recibida es poner en práctica el anuncio del profeta Isaías: abrir los ojos a los ciegos, sacar de la prisión a los cautivos y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas. Cuando Jesús acuda a la sinagoga de Nazaret leerá precisamente este texto para ratificar su misión. No fue fácil para El, pero lo asumió desde el principio: vino a liberarnos de todo mal y de toda injusticia, para promover el derecho en la tierra. Liberarnos a todos...., sin distinciones, sea de la nación que sea, como recuerda Pedro en su discurso. Pregúntate ahora: ¿Qué orientación tiene tu vida cristiana hoy? ¿Abundan en tu vida las prácticas externas sin conversión? ¿Tratas de emprender acciones brillantes sin contar con la fuerza de la cruz? ¿Tus compromisos son con las personas más agradables o inteligentes sin acercarte a los auténticos necesitados? ¿Cómo has reaccionado ante la catástrofe sufrida por tantos hermanos tuyos en el Sudeste Asiático? ¿Es así como Dios quiere que cumplas su voluntad? Es indudable que necesitamos el Bautismo "en agua y Espíritu Santo". Necesitamos renovar nuestra unción y compromiso cristiano radical. Si no lo hacemos echaremos en saco roto la gracia que recibimos en el Bautismo. Necesitamos "rebautizarnos" para seguir de verdad el camino de Jesucristo.
4.- MISIÓN POSIBLE
Por Javier Leoz
1.- Con un buen capitán, toda travesía es posible. Con una mente lúcida, la idea realizable y, con Jesús por delante, el Reino de Dios comienza a instalarse en este mundo con un punto de partida: el Bautismo.
“Este es mi Hijo amado, escuchadle”. Son las cartas de presentación de un Jesús que, en hechos y palabras, no dejará indiferente a nadie.
A partir de ahora, el pobre, comenzará a ser rico y –el rico- llamado a ser un poco más pobre pero interiormente más rico.
A partir de ahora, el enfermo, sabrá que no es tan mala la enfermedad como la parálisis de corazón, alma, mente o espíritu.
A partir de ahora, los marginados, sabrán y entenderá que hay “alguien” que comparte su condición –de mendigo y descartado- con la fuerza del amor de Dios.
2.- Ser discípulo de Jesús, en este día de su Bautismo, es interpelarnos sobre el cómo llevamos nuestra identificación con Él. ¿Somos entusiastas o apáticos? ¿Orientamos nuestra vida desde Él o marginándolo a Él? ¿Conocemos su vida o solamente nos acercamos en momentos más sociales que cristianos?
Aquel Niño que nació en una noche estrellada y silenciosa, hablará con fuerza sobre el amor y la justicia. Nos dirá que, el perdón, es distintivo de aquellos que se dicen amigos suyos y, sobre todo, nos invitará a ser testigos de lo que, El, dice, forja y enseña.
Si Jesús, desde el día de su nacimiento, comparte nuestra condición humana, ahora, con su Bautismo carga con nuestras deficiencias y pecados, se compromete de lleno en un intento de recuperarnos y de llevarnos a Dios.
¿Qué ser cristiano no es cómodo ni fácil? ¡Por supuesto! ¡Nunca lo ha sido! Pero, Jesús, no se conformó con descender al Jordán para hacer el numerito. No cumplió el rito por simple tradición o presión social. En su ascenso, a la tierra llana y dura, comprobó enseguida que su mensaje era causa de tensión. ¡No dejaba indiferente a nadie! Fue un Niño que, siendo joven, no dejó frío a nadie.
3.- Me gusta pensar en aquel momento del Bautismo del Señor: “Jesús haciendo cola para ser bautizado por las manos de Juan Bautista”. Pero lo hacía con todas las consecuencias. Sabedor del compromiso que adquiría. Consciente de las dificultades que le esperaban en el recorrido del anuncio de su reino.
Y, también, me preocupa –por comparación- recordar la escena de tantos cristianos que se acercan (con muy poca paciencia, sin hacer cola y si puede ser, sin preparación alguna, mejor que mejor) para ser bautizados pero muy poco conscientes de lo que implica el vivir y sentirse como bautizados.
Con el Señor, renovemos en el inicio de este año 2017 nuestro deseo de que la presencia de Dios en nuestra vida sea algo real, vivo, visible y testimonial.
4.- ORACIÓN FINAL
Que también, en mí Señor,
se inaugure como en Ti
un nuevo tiempo de misión y de trabajo.
Que la presencia de Dios y del Espíritu
y de toda tu persona,
se haga presente en mí, de tal manera
que, viviendo con alegría mi ser cristiano,
sea semilla de aquella gran sementera que es tu Evangelio
Que también, yo Señor,
renazca a una vida nueva.
Que no me sienta seguro de mí mismo
Que no crea que, con ser bueno, ya es bastante.
Que me fíe de tu Palabra, y con tu Palabra,
me sienta querido por Dios y empujado
a proclamar su existencia en medio del mundo.
Tú, Señor, nos das una forma de entender la vida
Tú, Señor, nos das el secreto de la felicidad
Tú, Señor, con tu Bautismo
cargas con todas nuestras flaquezas y miserias.
Dios, sobre tus hombros, pone el futuro de nuestra humanidad:
¡Redímela con tu testimonio y sacrificio!
¡Rescátala de las incertidumbres que la asolan!
¡Recupérala de aquellos falsos dioses ante los que se postra!
Tú, Jesús, que eres preferido, amado, tocado por el Espíritu
haz que, también nosotros,
sintamos el calor de la gloria del Padre
que no es otra que la comunión del Hijo con el Espíritu Santo.
Amén
5.- LA SUAVIDAD DEL HIJO DE DIOS
Por Ángel Gómez Escorial
1 - Merece la pena pronunciar despacio las dos siguientes frases que hemos escuchado en las lecturas de hoy. La primera procede de la profecía de Isaías: "La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará". La segunda, del Libro de los Hechos de los Apóstoles: "Jesús de Nazaret, ungido por Dios con el Espíritu Santo, que paso haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" Ambas narran la forma de ser y actuar de Cristo, porque, no quebrar la caña cascada, ni apagar el rescoldo débil, curar a los oprimidos… todo ello contiene un mensaje de paz, con suavidad física y espiritual y mucho consuelo. Pueden éstas ser, sin duda, las frases más hermosas del Nuevo Testamento y que reflejan bien la actividad de Jesús. Hay mucha paz, suavidad, humildad y servicio a los demás en el cristianismo y ello debería ser reflejado más por todos y, sobre todo en este tiempo de violencias.
2.- Se nos ocurre decir que la liturgia de la Misa tiene una enorme fuerza descriptiva que afianza aún más los textos que leemos. El relato de Isaías en este día del bautismo del Señor contiene uno de los párrafos –tal como ya hemos citado-- más hermosos de toda la Escritura dedicada al Señor Jesús: "La caña cascada no la quebrará, el pábilo (el rescoldo) vacilante no lo apagará". Y también: "No gritará, no clamará, no voceará por las calles". Es, como decíamos, la imagen de la suavidad de Cristo, de su mansedumbre, de su talante siempre afable. Luego, San Pedro va a decir en los Hechos que "pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él". Pedro con una sencillez impresionante resume en muy pocas palabras la misión de Jesús y su naturaleza. Es, por supuesto, otro texto magnífico.
3. - Cristo se va a bautizar como uno más, pero entonces se oye la voz poderosa del Padre que lo declara desde el cielo "su hijo amado, su predilecto." Es el mismo Padre quien no quiere en ese momento el anonimato producido por la modestia de Jesús. Es necesario conocer que la fuerza de Dios también está en el Señor. Lo dice Mateo en su texto. Hace unos días, al celebrar la Epifanía, se mostraba lo mismo: la presencia pública y jubilosa del Niño Dios al mundo, representado por los Reyes Sabios de Oriente. El Dios omnipotente presenta a su Hijo con dimensión humana, con la “medida” que todos los hombres deberíamos tener: la de la paz y la suavidad.
4.- Hay muchas ocasiones en la vida del cristiano en que pretendemos tomar el megáfono y a cristazo limpio –como dijo Miguel de Unamuno-- imponer creencias a gritos, con el máximo ruido posible. Pero, no es lógico; ni adecuado, si somos coherentes con la verdadera condición de cristianos, porque enseguida “nos enfrentamos” a un Señor Jesús afable, silencioso, sonriente, que no rompe la caña quebrada, ni su ímpetu apaga la poca lumbre que todavía queda en la vieja hoguera. Y es que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos. Hizo de la quietud y serenidad la demostración del enorme amor que sentía por los hermanos que le rodeaban. En su Bautismo el Espíritu Santo unge a Jesús para la misión redentora, pero la magnificencia de Dios queda --en ese momento—en lo alto. Abajo en la tierra comienza el Reinado de la paz y del amor. En ese equilibrio entre fuerza y suavidad está lo mejor que podemos aprender nosotros de nuestro Dios.
5. - Con la solemnidad del Bautismo del Señor termina el tiempo de Navidad e iniciamos el Tiempo Ordinario. La escena del Jordán es el principio de la vida pública del Salvador. A nosotros se nos abre también un tiempo “normal”, de camino corriente, tras la maravilla que hemos celebrado en Navidad. Pero también es tiempo de espera y de conversión. Esta primera parte del Tiempo Ordinario terminará en el Miércoles de Ceniza, el 1 de marzo, y con ella se inicia la Cuaresma, el ascenso hasta la Pascua gloriosa. Todos los tiempos y los momentos sirven para nuestra conversión. Y una característica de nuestro cambio –de la búsqueda del hombre nuevo—ha de ser el de la paz y la afabilidad. Jesús es afable y pacífico. Y así debemos ser nosotros. Recomendamos muy sinceramente, leer y releer esta semana los textos de la Misa. Y meditarlos en el silencio de nuestros cuartos y en la --deseable-- paz de nuestras almas.
LA HOMILIA MÁS JOVEN
EL BAUTISMO DEL SEÑOR
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- No imagina uno hoy en día los archivos de una institución cualquiera sin los ficheros, archivos fotográficos o digitales, correspondientes, amén de carnés en blanco, preparados para llenarlos y entregarlos, como signo de pertenencia a la entidad. Firmas y huellas dactilares, pueden complementar los datos. Así es nuestra cultura.
2.- Así somos y, por ahora, así seremos. Pero no siempre se ha sido así. Hubo otros tiempos, con menos recursos y más imaginación, que se obraba de otra manera. Por tierras occidentales encuentra uno antiguas pilas de agua rituales. Miqvés judíos se llaman los de procedencia hebrea. Por Tierra Santa, en Qumram concretamente, hay más de uno. Nos pueden chocar tanto a nosotros como hace unos años nos extrañaban los códigos de barras, o todavía a muchos les choca y no se atreven con el QR. Bautizar, sumergir, remojar con abundancia, deberíamos decir, es un signo de pertenencia utilizado por Israel.
3.- A Juan, pues, deberíamos llamarle el remojador. Mejor sería llamarle el extravagante, en el sentido etimológico de la palabra: el que camina por sendas inusuales. Y no porque el lugar donde practicaba fuera insólito, no. era paso común. Lo que no era frecuente era su proceder. Ni estaba dotado de facultades extraordinarias, ni de poder militar, ni de riqueza. Era un hombre austero, sincero y recto. Y punto. De aquí que le haya llamado extra-vagante y nadie, estoy seguro me lo recriminará. Se hizo famoso, fue admirado y temido. En una palabra, un indeseable. En otra: un hombre de Dios. Y añado: un precursor.
4.- Si la historia de la Salvación se inició en Siquem y aceptó y recogió el proyecto del Señor el patriarca Abraham, llegada la plenitud de los tiempos, Juan la culminó y aceleró. Su testimonio personal de vida y su función salvífica, fueron su grandeza. La valentía y su martirio fueron su corona. ¿Quién de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, quiere parecérsele?
5.- Jesús hasta entonces había llevado una vida corriente de buen vecino, de vecino bueno, según se cuenta. Ahora quería franquear una nueva etapa. No dispar, pero sí diferente y superior. Como el paso que da un estudiante cuando acabada su etapa de secundaria, pretende entrar en la universidad. Precisaba un aval, un padrino, un tutor, un maestro que le diera la alternativa, dicho en términos taurinos. El que le entregara el (tubo) testigo, en la carrera de relevos que culminaría con el sprint final de la Pasión-Pascua.
6.- Acudió el Maestro con humildad. Se acercó sin teatralidad. Aceptaron los dos, Bautizador y Bautizando, las normas establecidas. Todo ocurrió con orden. Ante una realidad tan insólita, el Dios supremo, Padre-Hijo-Espíritu, no podía seguir oculto. Se hizo visible para muchos en solemne Epifanía. Luego vino el retiro al desierto. Un desierto, el de Judá, pequeñito, de no más de 30km de este a oeste. La soledad y el ayuno, el silencio y la ausencia de distracción, era lo grande.
7.- Cuando con amigos, o simples compañeros, pero de confianza, paso por la carretera que va de Jerusalén a Jericó y lo cruza, no me olvido de parar, abandonar la ruta asfaltada y penetrar aunque sea muy poco, por la arena. Detenerme y contemplar la escasa vegetación de plantas espinosas, mirar en derredor, no viendo otra cosa que arena. Cerrar los ojos. El desierto y Getsemaní son los dos lugares de la vida del Señor que más me impresionan.
(Para vuestro conocimiento, mis queridos jóvenes lectores, os informo que el lugar preciso, la Betania del otro lado del Jordán, hoy puede visitarse. La soberanía del lugar pertenece al Reino de Jordania y nadie lo impide. Lo dificultan sí los trámites de viaje y visado. En la orilla opuesta, lado del Estado de Israel, actualmente puede uno ir sin otro inconveniente que está a algunos kilómetros de Jericó y a allí ningún trasporte público llega. El último jueves de octubre, la comunidad cristiana del entorno, va en procesión a pie y rezando. Después se celebra misa. He tenido oportunidad en dos ocasiones de concelebrarla. Aguas arriba, donde el Mar de Galilea desemboca en el río, se ha montado un complejo llamado Yardenit, en el que se practica el bautismo por inmersión. El lugar es muy accesible para el viajero y uno contempla siempre comunidades, generalmente ortodoxas o surgidas de la Reforma, que practican con devoción el rito. Como por allí el Jordán además de corriente lleva mucho caudal y peligran de ahogarse las personas, hay protección adecuada. No es un lugar que aprecie especialmente)
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