29 diciembre 2016

Navidad, dulce novedad

La nochebuena se viene, la nochebuena se va…, y ni siquiera nos dejamos asombrar. Una Navidad más, suena la hora del consumismo programado en el calendario, excusa suficiente para el holgorio de muchos. Pero los cristianos debemos dar a la Navidad su verdadero sentido: Dios ha venido a habitar entre nosotros. Con misericordia, se ha hecho solidario de nuestra condición finita y débil, para llevarnos a compartir su vida eterna y feliz, para que lleguemos a ser ¡hijos de Dios! Y nos parece tan normal.

Navidad y novedad son dos palabras hermanas: Navidad es dejarse llenar de estupor por la novedad que solo Dios podía introducir en la historia. Esa novedad la esperan con intensidad quienes buscan una luz de esperanza en medio de las tinieblas provocadas por el egoísmo, la violencia, la injusticia… ¡Algo nuevo es necesario, y es Dios quien lo hace posible y lo pone en marcha con la encarnación del Verbo!
El prólogo del evangelio de San Juan da testimonio de un misterio desbordante, que intenta traducir en imágenes. Palabra, luz, vida…, ¡estaba junto a Dios, era Dios! La afirmación es audaz: Jesús es la Sabiduría de Dios en persona, por medio de la cual ha sido creado todo cuanto existe (Pr 8, 23-25). Para el testigo estaba claro: las palabras, los gestos, la presencia y la entrega de Jesús no fueron las de un hombre cualquiera. En Jesús, Dios mismo ha recorrido la experiencia humana y en él tenemos acceso a la misma vida divina. La vida y la luz eternas de Dios han palpitado y brillado en Jesús, y esto es vida y luz para quienes se confían a su persona y acogen su mensaje. Por la fe en el Hijo, cada persona llega a nacer de nuevo como hijo de Dios. ¡Feliz novedad!
Francisco Castro Pérez

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