19 noviembre 2016

La misa del domingo 20 de noviembre

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DOMINGO 34 DEL TIEMPO ORDINARIO/ CICLO C20 NOVIEMBRE DE 2016
LA PALABRA DE DIOS
• Samuel (5,1-3): “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”.• Sal 121- “Vamos alegres a la casa del Señor”.• Colosenses (1,12-20): “Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud”.• Lucas (23,35-43): “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.
ECOS DESDE LOS JÓVENES Y LAS COMUNIDADES
· Dios tiene un “plan salvador” desde antes de crear el mundo; ésta es una buena noticia para quienes buscamos vivir una vida con pleno sentido. ¿Dónde encontramos el sentido? ¿Qué nos desalienta y desorienta?
· Un “Señor” débil, que actúa sin imponerse, sin chantajear ni coaccionar: un estilo muy diferente al que vemos en los “señores” de este mundo.
· Volver a hablar del paraíso es toda una osadía, sin embargo es la promesa por excelencia para quien acepta a Jesús como salvador en su vida. “Te lo prometo: hoy estarás conmigo en el paraíso”.

PROPUESTA DE HOMILÍA
Concluye el año litúrgico con la fiesta de Jesús, Rey del Universo. Durante todo el año venimos celebrando el misterio de Jesús, muerto y Resucitado, y lo hacemos centrando nuestra mirada en sus misterios más importantes. Cada tiempo litúrgico (Navidad, Cuaresma, Pascua, Tiempo Ordinario) nos lleva a considerar un aspecto del misterio total de Cristo. Hoy en esta fiesta, todo queda reunido, y hacemos pública nuestra confesión más radical: “Jesús es el Señor”. Esta fiesta de Jesús, Rey del Universo, lejos de ser una fiesta política (así lo fue en sus inicios en el pontificado de Pío XI en 1925), es una fiesta de hondo sentido creyente. Jesús es Señor de nuestras vidas y de nuestro destino. Esta es la confesión que se nos pide.
Este Señorío de Jesús nos remite a su Pascua, momento de la verdadera revelación del misterio divino. El señorío de Jesús comienza en la cruz; porque desde ahí el Padre proclama su soberanía universal. Y sus atributos para ejercerla es la “entrega de su Hijo”, y la “misericordia infinita hacia el hombre”. Precisamente, con la fiesta de hoy concluye el año de la misericordia, contemplando al mismo Dios, muriendo por cada uno de nosotros, y repitiéndonos que “nada nos puede separar de su amor”. Contemplando a Jesús en la cruz, comprendemos el carácter irrevocable de su amor compasivo.
Recordemos el pasaje que hemos leído como Evangelio. Si recordamos, la escena es la de la muerte de Jesús en la cruz. La gente increpa a Jesús, ya crucificado, y le reclama que manifeste el supuesto “poder divino” que decía tener: “Si eres tú el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Jesús elige mostrar su realeza preocupándose de un solo hombre, y encima malhechor: «Jesús, acuérdate de mi cuando estés en tu reino. Le respondió: “En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso”»
En esta perspectiva personal, el interrogante importante que hay que hacerse es si su “realeza”, y señorío es reconocida y vivida por mí. ¿Cristo es Rey y Señor de mi vida? ¿Quién reina dentro de mi, quién fija los objetivos y establece las prioridades: Cristo o algún otro señor?
Según san Pablo, existen dos modos posibles de vivir: o para uno mismo o para el Señor (Rm 14, 7-9). Vivir «para uno mismo» significa vivir como quien tiene en sí mismo el propio principio y el propio fin; indica una existencia cerrada en sí misma, orientada sólo a la propia satisfacción y a la propia gloria, sin perspectiva alguna de eternidad. Vivir «para el Señor», al contrario, significa vivir por Él y al servicio de la gloria de Dios. La contradicción más radical para un creyente ya no es aquella entre «vivir» y «morir», sino entre vivir «para uno mismo» o vivir «para el Señor».
En nuestro trabajo pastoral con los jóvenes, debemos preguntarnos cómo es la fe que vivimos e inspira nuestra misión. ¿Es Jesús el centro de todo? ¿Se nota ello en nuestros encuentros y relaciones? ¿Se nota que es Jesús quien inspira nuestra tarea pastoral? ¿Qué signos de “radicalidad” ofrecemos, entendiendo lo de “radical” en sentido etimológico- Jesús en nuestra raíz humana y creyente?
Es un buen día para sentirnos pequeños pero con mucha confianza en nuestro Señor. Pidámosle que sea El, el fundamento, la piedra angular de nuestra vida personal y comunitaria.
Pidamos al Señor, que lleve a la Iglesia por los caminos de la verdad. Que en definitiva, todos podamos reconocerle, servirle y alabarle sin fin.
José Luis Villota, sdb

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