26 octubre 2016

Martes 1, Todos los Santos: Homilías


Resultado de imagen de día de Todos los Santos


Solemnidad de Todos los Santos
1 de Noviembre de 2016

La homilía de Betania


1.- CELEBRAMOS LA SANTIDAD, CONSEGUIDA GRACIAS A JESÚS

Por Pedro Juan Díaz

2.- LA PALABRAS DE CRISTO EN EL SERMÓN DE LA MONTAÑA

Por Antonio García-Moreno

3.- LOS SANTOS QUE TENEMOS CERCA

Por José María Maruri SJ

4.- LA DOBLE LECTURA –VERTICAL Y HORIZONTAL—DE LAS BIENAVENTURANZAS

Por Gabriel González del Estal

5.- SANTOS Y FELICES

Por José María Martín OSA

6.- UNA LUPA HACIA EL CIELO


Por Javier Leoz

7.- LA VIDA FUTURA

Por Ángel Gómez Escorial

LA HOMILIA MÁS JOVEN

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Por Pedrojosé Ynaraja

CONMEMORACIÓN DE LAS FIELES DIFUNTOS

¿LA MUERTE? ¡UNA LLAVE!

Por Javier Leoz

1.- CELEBRAMOS LA SANTIDAD, CONSEGUIDA GRACIAS A JESÚS

Por Pedro Juan Díaz

2.- En esta fiesta de Todos los Santos recordamos a esa “muchedumbre inmensa, que nadie podría contar” (de la que hablaba la primera lectura) y que gozan ya de la presencia de Dios en el cielo, aunque no tengan un “hueco” en nuestro santoral litúrgico. Hoy recordamos a muchos seres queridos, familiares y amigos, que ven a Dios “tal cual es” (que nos decía San Juan en la segunda lectura). Hoy nos recordamos unos a otros que esa es nuestra meta, encontrarnos con Dios cara a cara y gozar de su presencia por toda la eternidad. Ser dichosos, felices, bienaventurados (como nos dice el evangelio de hoy).

3.- Ese es el destino que Dios tiene preparado para sus hijos, para ti y para mí. “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos HIJOS”. ¡LO SOMOS!... pero aún no se ha manifestado lo que seremos… seremos semejantes a Él, seremos como Dios. Lo que en el principio de la creación fue motivo de alejamiento de Dios (Adán y Eva quisieron ser como Dios), ahora es una bendición, es nuestro destino final: ver a Dios cara a cara y darnos cuenta de que nos ha creado a su imagen y semejanza y que llevamos en nuestras entrañas más profundas la huella de un Dios Padre que ama a sus hijos e hijas con locura.

4.- Mientras tanto, caminamos en esta vida, una vida que hay que vivir con pasión, una vida que Jesús de Nazaret nos enseñó a vivir, porque eso es fundamentalmente lo que nos enseñó, un estilo de vida. Pero a todos nos cuesta llevarlo a la práctica. Al leer las Bienaventuranzas escuchamos esos gritos de alegría del Señor porque ve cercano el Reino de Dios y la liberación que viene con él. Pero también descubrimos que en su corazón están todos aquellos a los que la vida golpea cruelmente, pero que encajan los golpes con la confianza puesta en Dios Padre. Y de esa manera han conseguido formar parte de nuestra familia del cielo, de todos los santos.

5.- A veces eso de ser santos se nos hace un poco lejano, porque nos vemos muy limitados, porque los santos que conocemos son como de otro mundo. Pero la santidad es un proyecto que está a nuestro alcance, sino Dios no nos lo propondría como meta. Él nunca nos pedirá nada que no podamos hacer, que sea superior a nuestras fuerzas. Es más, nos da las fuerzas necesarias para que podamos llevarlo a cabo. Él sabe de nuestras capacidades y confía en nosotros, incluso a veces más que nosotros mismos. Pero la santidad exige un esfuerzo, un compromiso, una opción de vida radical. Y la recompensa es una felicidad muy grande, como nos muestra el evangelio hoy.

6.- La santidad empieza por la alegría. “Un santo triste es un triste santo”. Esta frase nace de lo que la gente valora en una persona, y lo primero es la alegría. Esa alegría viene del trato habitual con un Dios que nos ha cambiado la vida y la historia. Una vida y una historia que parecían que iban a tener un mal final, pero que Jesús ha conseguido cambiar a un final feliz. Eso es lo que nos quiere decir el libro del Apocalipsis en la primera lectura. Este libro no es un libro de sueños, sino un libro de esperanza. Es la expresión de la fe de unos cristianos que están viviendo la persecución, pero que, por encima de todo, creen que “¡la victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!”. Por tanto, hay que perseverar, porque la victoria está asegurada.

7.- La santidad es, por tanto, también un gran esfuerzo, un gran compromiso. No se consigue sentado en un sillón. Hoy celebramos la santidad, conseguida gracias a Jesús, a su muerte y resurrección. Y eso no fue nada fácil. La santidad nos acerca más a ese Dios que fue capaz de dar su vida para que todos tuviéramos Vida eterna, para acercarnos más a Dios y a su Reino.

8.- Finalmente, la santidad se consigue con el “roce”, con el trato habitual con Dios, contagiándonos de sus mismos sentimientos hacia las personas. La santidad nace de la amistad con Dios, que se hace día a día, poco a poco, a fuego lento, perseverante, sin prisas… Santa Teresa decía que la santidad no consiste en hacer cada día cosas más difíciles, sino en hacer cada día cosas con más amor. Así las hace Dios y a Él queremos parecernos. Eso es la santidad, amar por encima de todas las cosas.

9.- Ese “roce” y ese trato habitual con Dios harán que transparentemos a Dios en todo lo que hagamos y que también nos sintamos llamados a vivir su proyecto de amor hacia los más marginados y excluidos: los pobres, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos… En ellos encontramos a Dios más claramente. Ellos serán consolados, saciados, poseerán la tierra, alcanzarán misericordia, verán a Dios tal cual es, serán semejantes a él, serán santos, en definitiva.

Pedimos al Señor en esta Eucaristía que nos ilumine para que podamos llevar a la práctica en nuestro día a día ese proyecto de felicidad que él tiene para nosotros.

2.- LA PALABRAS DE CRISTO EN EL SERMÓN DE LA MONTAÑA

Por Antonio García-Moreno

1.- DEVOCIÓN A LOS ÁNGELES.- Muchas veces aparecen los ángeles en los relatos del Nuevo Testamento. También en el Antiguo Testamento jugaron un papel de primer orden, pero en la nueva economía su acción es más frecuente y decisiva. Basta recordar los evangelios de la infancia de Jesucristo, donde son los encargados de transmitir los planes de Dios tanto a Zacarías, como a la Virgen y a San José. También en los inicios de la historia de la Iglesia aparecen los ángeles, comenzando en el momento de la Ascensión, y siguiendo por las diversas intervenciones en favor de San Pedro al que liberan de la cárcel.

En el Apocalipsis los vemos interviniendo en los diferentes momentos en que el vidente va descubriendo las diversas revelaciones, así como su intervención en los momentos en que el juicio de Dios se pronuncia y la sentencia se ejecuta. También son los que presentan las oraciones de los santos ante el trono de Dios. Ese papel, tan variado e importante, ha movido siempre a la Iglesia a venerarlos y a recomendar su devoción. Una de sus oraciones los invoca así: "Santos ángeles custodios defendednos en la batalla para que no perezcamos en el tremendo juicio".

2.- CON LA FUERZA DE LA ESPERANZA.- Uno de los temas fundamentales en la predicación cristiana es sin duda el de la esperanza, virtud teologal que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón el día del Bautismo. El que no tiene esperanza es que no tiene fe, no cree en el poder omnímodo de Dios. Tampoco tiene amor al Señor, pues no se da cuenta de que El Señor se preocupa por cada uno de nosotros lo mismo, al menos, que un buen padre se preocupa por sus hijos. Jesús nos lo enseña al inicio de su predicación: No andéis preocupados, no temáis.

No temáis, una frase predilecta para Juan Pablo II, que desde el primer momento de su pontificado repite con insistencia, infundiendo esperanza en nuestro corazón... Pero no olvidemos que esa esperanza implica un compromiso, una exigencia de corresponder al amor de Dios. Por eso, San Juan nos dice que hemos de purificarnos como él es puro, tratar de recordar siempre que somos hijos de Dios y como tales asemejarnos a él.

3.- EL CANTO ALEGRE DE LOS MÁRTIRES.- Cuando se escribieron estas palabras habían pasado ya algunos años desde que Jesús las dijera por vez primera. En la Iglesia incipiente aún habían ocurrido muchas cosas, sobre todo se habían desatado las persecuciones, primero de los mismo judíos y después de los romanos. Los habían expulsado de las sinagogas, a menudo después de azotarles con varas. Entonces cobran fuerza y actualidad las palabras que Cristo proclamara en el Sermón de la montaña.

Cuanto ocurría lo había anunciado el Maestro. Al mismo tiempo les había prometido que les asistiría ante los tribunales, e incluso les prometió que les consolaría en sus duras pruebas. Y así ocurrió en efecto. Los cristianos iban a la muerte llenos de esperanza, cantaban en el momento en que se iniciaban los terribles tormentos... Era un espectáculo insólito que llenaba de admiración incluso a los mismos enemigos. Una realidad que también hoy se repite en todo el que confía en el poder divino.

3.- LOS SANTOS QUE TENEMOS CERCA

Por José María Maruri SJ

1. - Los 144.000 son una multitud que nadie podría contar. No una multitud que se apiña en una plaza de toros o en el Estadio “Santiago Bernabéu”, de Madrid, ni una muchedumbre que se manifiesta con los puños en alto y gritando “slogans” vindicativos.

Es más bien, una multitud a pleno sol en lo alto del monte del Gozo de Santiago de Compostela, de toda raza y nación. Un solo Dios. Una sola Fe. Unidos todos en un gran lazo de amor fraterno. Esos son los innumerables santos de la fiesta que celebramos año tras año.

2. - Buscad entre aquellos rostros, como tal vez lo hicisteis tratando de encontrar en la pantalla de la televisión a algún pariente o amigo que había ido a Santiago, porque entre esa multitud vais a encontrar muchos rostros conocidos, la madre o el padre, la esposa o el esposo. Tal vez, algún hijo o un hermano. El amigo que ocupaba la mesa de trabajo vecina a la vuestra, el que compraba el periódico a la misma hora que vosotros o esperaba el mismo autobús...

--hombres y mujeres que han sabido vivir contentos con lo poco que tenían y han sabido compartir.

--incapaces de dolo y mentira, que por ser verdaderos no han medrado en la vida, pero han dejado gran recuerdo tras sí

--hombres y mujeres de mirada limpia que con sus ojos han purificado los ambientes que han vivido.

--en cuyos labios siempre ha habido una disculpa para los pecados de los demás.

--hombres y mujeres junto a los que siempre nos hemos sentido llenos de paz.

--que han sido el centro de nuestras familias a las que envolvían en cariño y alegría.

3. - Los 144.000 que viviendo nuestra misma vida han cumplido las bienaventuranzas del Señor. Mientras los teníamos cerca no nos dimos cuenta del misterio que se iba desarrollando en su corazón, porque como nos ha dicho san Juan todavía no se había manifestado lo que ya eran.

No sabíamos que cada uno de ellos eran ya verdaderos hijos de Dios, porque sus defectos y limitaciones humanas cegaban nuestros ojos, pero allá en lo hondo de sus corazones el Señor iba a obrando la maravillosa transformación de hacerlos perfecta imagen suya.

Pero ahora que ven a Dios cara a cara se manifiesta en ellos lo que ya eran en vida: hijos muy queridos de Dios.

4. - Miremos a nuestro alrededor con ojos de Fe y sintamos amor y respeto por el que se sienta a nuestro lado, porque también en él se está realizando esa gran transformación de ser imagen viva de Dios, tiene ya en si la inmensa dignidad de ser, de verdad, hijo muy querido de Dios.

4.- LA DOBLE LECTURA –VERTICAL Y HORIZONTAL—DE LAS BIENAVENTURANZAS

Por Gabriel González del Estal

1. Dichosos los pobres en el espíritu… En esta fiesta de Todos los Santos la liturgia nos pone como lectura evangélica el texto de Lucas sobre las Bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas, se ha dicho, son como el programa y la síntesis del evangelio de Jesús. Los santos fueron santos porque vivieron de acuerdo con el espíritu de las Bienaventuranzas. Es bueno, pues, que en esta fiesta meditemos nosotros sobre este texto evangélico, no sólo para conocerlo mejor, sino, sobre todo, para gobernar nuestra vida dirigidos por el espíritu de estas Bienaventuranzas. Durante mucho tiempo, las Bienaventuranzas se comentaron y se vivieron únicamente en su dimensión vertical: si en esta vida vivíamos como pobres en el espíritu, si sabíamos soportar nuestros dolores y nuestros sufrimientos por amor a Dios, si éramos misericordiosos y luchábamos contra la injusticia, si éramos limpios de corazón, si trabajábamos por la paz, nuestra recompensa sería grande en el reino de los cielos. En definitiva, teníamos que aceptar nuestras luchas y nuestros sufrimientos en esta tierra, para ganarnos así el cielo. Teníamos que aceptar nuestra vida como un valle de lágrimas, con el objetivo final y casi único de ganarnos el cielo. Es la dimensión vertical de las Bienaventuranzas. Pero hoy los cristianos queremos también pensar y vivir las Bienaventuranzas en su dimensión horizontal: queremos ser pobres en el espíritu, es decir, humildes, y queremos luchar a brazo partido contra la injusticia, y ser misericordiosos, y limpios de corazón, y trabajar por la paz, para conseguir aquí en la tierra un mundo más justo en el que podamos vivir todos con dignidad, como verdaderos hijos de Dios. Queremos ganar el cielo en la otra vida, sí, pero mientras vivimos en esta tierra queremos hacer de nuestra sociedad una sociedad que se parezca lo más posible al reino de Dios. La tarea y el esfuerzo van a ser inmensos, pero si queremos seguir el camino que nos trazó con su vida, pasión y muerte, nuestro Señor Jesucristo, no podremos vivir en este mundo pensando sólo en el otro, sino que tendremos que pensar un día sí y otro también en los que, en este mundo, necesitan nuestra ayuda. Esta es la dimensión horizontal de las Bienaventuranzas.

2.- Fe más caridad igual a misión. Éste ha sido el lema que presidió la campaña del Domund de este año 2013. Y yo creo que en este lema está recogido muy bien el espíritu de las Bienaventuranzas en su doble dimensión, vertical y horizontal. Nuestra fe cristiana nos dice que vivamos, evidentemente, mirando al cielo, pero no debemos olvidar nunca que nuestra fe cristiana, para que sea auténtica, necesita ser vivida en la caridad, mirando con amor al suelo en el que vivimos. Los santos no fueron santos, no pudieron ser santos, sólo por tener una grandísima fe teórica, sino por tener una fe llena de caridad y amor al prójimo. Jesucristo, san Pablo, san Agustín, san Francisco, y tantos y tantos santos, se pasaron muchas más horas trabajando por amor al prójimo, que rezando a solas con Dios. Si este fue el ejemplo de Jesús y de tantos y tantos santos, es bueno que hoy, fiesta de Todos los Santos, hagamos nosotros el propósito de seguirles e imitarles lo mejor que sepamos y podamos, viviendo el espíritu de las Bienaventuranzas en su doble dimensión vertical y horizontal.

5.- SANTOS Y FELICES

Por José María Martín OSA

1.- Felices, ¿quiénes?... En el evangelio de hoy Jesús dirige el discurso que llamamos “bienaventuranzas” sólo a sus discípulos, pues son ellos los que suben a la montaña y se acercan a Él. Quiso estar a solas con ellos después de haber estado rodeado de la multitud. Quiso transmitir la “carta magna de su mensaje” en primer lugar a sus más íntimos, quizá porque sólo ellos estaban dispuestos a aceptar este anuncio revolucionario, aunque no lo entendieran muy bien. Bienaventurado es lo mismo que decir feliz, dichoso o bendito (del griego “makários”). A mí me gusta más la palabra “feliz” porque se entiende mejor en el mundo de hoy, donde todo el mundo persigue la felicidad. Lo que hoy leemos es la página clave de toda la enseñanza de Jesús. Jesús escoge una montaña encantadora, bella, verdeante, que domina todo el lago de Genesaret. Jesús habla de la auténtica felicidad. ¡Felices, felices, felices!... Felices, ¿quiénes? ¿Los ricos? No... ¿Los que ríen? No... ¿Los violentos y poderosos? No... ¿Los que están hartos de bienes? No... ¿Los que buscan sólo el placer? No... Todo lo contrario…

2.- Es feliz el “pobre de espíritu”, que pone su confianza en el Señor, aquél que depende absolutamente de Dios. Jesús dirige estas palabras a aquellos que, habiendo dejado todo, le siguieron. Eran pobres económicamente y eran pobres en espíritu. Mateo señala el valor de aquellos que no estaban satisfechos con lo que sabían y se consideran pobres. Lucas, más radical, proclama la felicidad de aquellos que por seguir a Jesús se empobrecieron materialmente porque fueron capaces de compartir sus bienes. Tanto unos como otros son bienaventurados. En alguna edición de la Biblia se traduce así: “felices los que eligen ser pobres”. La pobreza en sí no es ningún bien, pues todo hombre y mujer tiene derecho a unas condiciones materiales que le permitan vivir una vida digna. En el Antiguo Testamento los bienes materiales son considerados como una bendición de Dios. Sin embargo, aquellos que no “se atan” a lo material y conservan la libertad de espíritu son los auténticamente felices. Los que eligen ser pobres, los pacíficos y pacificadores, los limpios de corazón, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que son perseguidos por ser justos, son felices. Reciben la felicitación porque su situación cambiará, el reino de Dios les pertenece y serán saciados.

3.- Celebramos hoy la fiesta de los que han sabido vivir una vida de servicio y de entrega, de los que han hecho el bien. Sin embargo, muchas personas hoy día buscan la felicidad sólo en la tierra, de tejas para abajo. Hay que huir de todo lo que sea doloroso y disfrutar de todo lo que tenemos, sin pensar en nada más. Se olvidan de que todo aquí se acaba. No es que Jesús quiera, busque o proclame la pobreza y el dolor como el ideal de la vida cristiana. Porque todo lo que oprime al hombre está en contra de la voluntad de Dios. Por lo tanto, Dios quiere que luchemos por eliminar del mundo el hambre. Quiere que enjuguemos las lágrimas de muchos ojos. Quiere que trabajemos por la paz. Quiere como que nos ganemos en una vida tranquila nuestro sustento de cada día, y que la vida cristiana sea alegría, gozo y paz. Pero las realidades del mundo, por culpa de los hombres y no de Dios, son a veces muy injustas. Y entonces, ¿quiénes son los felices? ¿Los ricos satisfechos, o más bien son felices los pobres en su espíritu, que, no teniendo otro en quien apoyarse, confían solamente en Dios?...Así lo han hecho y han sido felices tantos y tantos hombres y mujeres que han hecho el bien durante el paso por este mundo. No han sido seres extraterrestres vestidos de blanco, han sido seres de carne y hueso, padres y madres de familia, jóvenes y viejos, religiosos o laicos. Todos han llegado a la meta y han recibido una recompensa grande en el cielo. Han experimentado el gozo de llamarnos y ser en verdad hijos de Dios. Por eso celebramos hoy su fiesta, la de Todos los Santos.

6.- UNA LUPA HACIA EL CIELO

Por Javier Leoz

Noviembre llama a nuestras puertas y, en sus primeros compases, los sentimientos se avivan y se agolpan a las puertas de nuestro corazón.

1. TODOS LOS SANTOS nos recuerda que, hoy y aquí, es posible ser diferente. Que dejarse arrastrar por la corriente, además de no ser bueno, nos convierte en vulgares y nos hace perder nuestra propia personalidad. Para mirar hacia el cielo, la mejor lupa, es el testimonio de millares de personas que llevaron una vida santa, cordial, caritativa y que, tal vez, pasaron sin mucho ruido por el mundo pero haciendo el bien. ¡VIVAN TODOS LOS SANTOS!

Qué bonita frase la del Papa Juan XXIII, próximamente santo: “Hemos venido a este mundo a estar un rato para marchar, luego, de nuevo al cielo”. Los santos vivieron con esa convicción: eran nómadas y, en ese peregrinaje, no quisieron dejar a un lado al Creador. Se pusieron las pilas y, por sus obras o por sus silencios, por su grandeza de corazón o por su pobreza de espíritu, se han convertido –pública o anónimamente- en un modelo de referencia. Hoy, TODOS LOS SANTOS, es el aplauso bien merecido por parte de toda la Iglesia que, como madre, no olvida a ninguno de sus hijos.

2. ¿Y nosotros? Acostumbrados a competir en la carrera que la sociedad nos ofrece, tal vez la santidad, no esté de moda o las bienaventuranzas resulten incómodas para un mundo que prefiere gozar a sufrir, reír a llorar, enriquecerse a presentarse como pobre o vivir en la mediocridad antes que agarrarse a la perfección. Por ello mismo, la Fiesta de Todos los Santos, nos interpela: ¿Y nosotros? ¿En qué competimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué motivaciones tenemos? ¿Humanas? ¿Cristianas? ¿Divinas?

-Aquellos que vencieron, Todos los Santos, nos invitan a que –detrás de nosotros- sepamos dejar una historia de amor, una trayectoria divina (con Dios) y no solamente humana (exclusivamente regida por los parámetros del mundo).

-Aquellos que vencieron, Todos los Santos, nos animan a que –nuestro nombre y apellido- no quede perdido en la losa del mármol fácil y engañoso del “todo vale” y sí en el libro de un Dios que no olvida al que, con los pies en la tierra, sabe que hay una fuerza poderosa en el cielo, una meta final, un destino que no es otro que la eternidad.

3.- Hoy, Todos los Santos, es ese mosaico de innumerables hombres y mujeres que pasaron por este mundo sin “ton ni son” (sin tonalidad ni sonido) pero que fueron brillantes, por su humildad, ante los ojos de Dios.

--Hoy, Todos los Santos, nos enseña que –la primera división- no es la clasificación simple e interesada en la que nos colocan los poderosos o gobernantes de nuestro mundo sino aquella otra que, dirigida por Dios, puntúa por la fortaleza, la humildad, el servicio, la entrega o la cintura cristiana que supimos tener en los años que permanecimos en esta tierra.

--Hoy, Todos los Santos, es un surtidor de vida. ¡Sí! ¡De vida! Un eco de aquellas impresionantes hazañas (traspasadas por el sufrimiento, la cruz, la obediencia, el deseo de justicia, verdad, esperanza, alegría, ilusión….) que se convierten para nosotros en un interrogante: ¿Y tú? ¿Serás eco de algo divino? ¿Serás huella del cielo o ruido del mundo? ¿Serás santo o demonio? ¿Perseverarás hasta el final o te quedarás en la cuneta de la vida fácil y sin Dios?

5.- Los cementerios, en este día de Todos los Santos, se convierten en un inmenso retablo que nos recuerda y nos ayuda a vivir el sentido de esta fiesta: aquí, muy cerca de nosotros, han vivido gente de carne y hueso que, sin saberlo nosotros, fueron y son santos ante Dios. Que ellos, desde la otra orilla, nos ayuden a cincelar la santidad de nuestra historia personal y comunitaria con el ejercicio de las cosas sencillas. ¡VIVAN TODOS LOS SANTOS!

6.- ¿SANTO? ¿ES POSIBLE?

Marchasteis por la vida,  orientados por la estrella de la fe

y, cuando en medio de  tempestades,

 la barca de vuestra vida era zarandeada

Dios siempre salió a vuestro  encuentro, 

como la madre lo hace con su  hijo en cada amanecer.

¡Sois  santos!

No sabemos exactamente cómo,  en donde… ni cuando

Algunos sois familiares,  cercanos e incluso

os ponemos figura, semblante  y hasta canciones

Pero, a la gran mayoría, 

os elevamos en ese inmenso  altar 

que no conoce más techo que  el cielo

Os tallamos en ese  descomunal retablo 

que, sólo Dios, es capaz de  esculpir con su mano.

¡Sois  santos!

Y, ello, nos empuja en el  sendero de nuestra existencia

a intentar conquistar las  mismas metas que, en vosotros,

fueron motor y definición de  vuestro vivir y sufrir.

¿Sois santos? 

¿Cuántos?  ¿Cómo? ¿De qué manera?

No preguntemos tanto

La santidad se talla con el  cincel que cada día nos ofrece la vida

¿Cuántos?

Sólo interesa a Aquel que  los forja: Dios

¿De qué manera? 

¡Qué gran torno y fábrica de  santos las bienaventuranzas!

Demos gracias a Dios.

Nos ha dejado una hoja de  ruta para llegar hasta el final

Ocho puntos, que son como  ocho soles para iluminar la santidad

Ocho jugadas para hacerlo en  limpio, 

frente al intento de hacerlo  a traición.

Ocho consejos necios para el  mundo, pero sabios para el Señor

Ocho caminos que son servir  a la grandeza de Dios: el amor

¿Santos?  ¿Es posible hoy? ¡Claro que sí! 

Dicen que, el salmón, es tan  rico porque nada contracorriente

Por ello mismo, los santos,  son tan enriquecedores 

para nuestra iglesia y para  nuestra fe

Supieron decir “no” donde el  mal decía “sí”

Tuvieron agallas de señalar  un “sí” donde el maligno gritaba “no”

Ahora, no puede ser de otra  manera, 

en el cielo destellan  multitud de los nuestros

por Toda una vida de fe, de  confianza y de amor

¿Seremos capaces de aspirarlo  nosotros?

7.- LA VIDA FUTURA

Por Ángel Gómez Escorial

1. - Las Bienaventuranzas que narra San Mateo en el Evangelio de hoy, Solemnidad de Todos los Santos marcan nuestra deseable "forma de ser" como cristianos. Y, por tanto, será una común característica para todos los que están disfrutando de la Visión de Dios. La condición de Santos la refleja bien San Juan en el fragmento del Apocalipsis, donde "una muchedumbre inmensa que nadie puede contar está en pie ante el Trono del cordero". Nos acerca al gozo de permanecer en la presencia de Dios para siempre. Es este texto un mensaje de Eternidad con olor a Mundo Futuro que, tal vez, no podamos comprender bien, pero que asoma esa unidad de estado y de presencia adorando continuamente al Señor, en presencia de los ángeles.

2.- Va a ser también San Juan en su Primera Epístola quien defina nuestra condición de Hijos de Dios y que será nuestro "pasaporte" para el cielo. Es posible que ahora no podamos racionalizarlo bien. Pero para llegar a su cercanía real y fehaciente hemos de ser sus hijos. "Queridos, ahora somos hijos de Dios --dice San Juan-- y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro". ¿No tiene bastante similitud este argumento con los expresados en la imagen gloriosa del Apocalipsis anteriormente citada? Sí, por supuesto. Y ambos textos nos sirven para contemplar esa vida en el cielo que es nuestra meta futura. Antes que nosotros miles y millones de santos --conocidos o desconocidos-- viven la felicidad de saberse hijos muy cerca del Padre, viendo su rostro continuamente.

3. - Las Bienaventuranzas son programa para la vida presente, aunque tienen su traducción el premio del cielo. Pero los textos de Juan --Apocalipsis y Carta—son escenas para lo eterno. Nuestra meditación debe ir por esa proximidad celeste que nos ofrecen los textos citados. Claro que no es fácil, porque, tal vez, tengamos una idea del cielo --de la Vida Futura-- marcada por el viejo cliché de la imaginería tradicional, con los angelotes revoloteando sobre nuestras cabezas y eso nos impida centrarnos en su contemplación y, sin embargo, dichos textos de Juan son muy precisos. Alguna vez, debemos olvidar la tierra y pensar en el cielo. No es malo quitar esos pies de la tierra y volar hacia el lugar donde nos espera el Señor. La Fiesta de Todos los Santos es una buena ocasión.

4. - Y esta fiesta de Todos los Santos es muy antigua y parece que su origen está en la dedicación del Panteón Romano a Santa María y los mártires. En el Siglo IV la iglesia oriental ya conmemoraba esta fiesta. En el siglo IX se comienza a celebrar en lo que hoy es Francia para luego extenderse a toda la Iglesia latina. En los primeros textos cristianos, escritos inmediatamente después del Nuevo Testamento, nos encontramos con una pieza muy singular que son las Actas de los Mártires. Se trata de los documentos que reflejan los juicios a que fueron sometidos un cierto número de cristianos que se oponían a las leyes romanas de adorar ídolos y de presentar sacrificios rituales a las estatuas de los emperadores. Dichos relatos que, por supuesto, contienen interesante doctrina, también consagran documentalmente a un cierto número de santos por su martirio.

5.- El culto a los mártires fue muy importante entre esos primeros cristianos y de ahí se originó la devoción a esos hermanos singulares que supieron dar su vida por Cristo. Lo que los fieles pedían a esos mártires es muy parecido a lo que nosotros hoy solicitamos en nuestras devociones. Y la tradición de "hacer santos", de canonizar a cristianos de singulares méritos, es muy antigua. Y el día que litúrgicamente se dedica a recordar a todos los santos, a los conocidos y desconocidos, es este primero de noviembre, en el que las oraciones de la Misa van dirigidas a ese gran número de intercesores que nosotros necesitamos para seguir adelante con nuestros trabajos de ser buenos cristianos.

6.- Las Iglesias reformadas, tras la protesta de Lutero, prescindieron de esa práctica canónica. No así las Iglesias ortodoxas que han continuado buscando ejemplos de santidad y venerándolos. En nuestra Iglesia --Católica, Apostólica y Romana--, el pontificado del Beato Juan Pablo II se caracterizó por un incremento notable del número de las beatificaciones y canonizaciones. Y ha pasado a la historia como el Papa que más santos ha elevado a los altares. Él mismo, va a ser santo muy pronto, junto a su antecesor Juan XXIII. Según ha decidido el Papa Francisco.

Ya Benedicto XVI “frenó” la velocidad beatificadora y canonizadora de Juan Pablo II, volviendo las cosas a su cauce anterior. De todas formas, los procesos de beatificación son largos y muy precisos. Se trata de una investigación que busca, con todos los esfuerzos humanos, la mayor cantidad de información contrastada posible que permita elevar sus conclusiones de manera muy segura en cuanto a la santidad de la persona estudiada. Junto a eso está, evidentemente, el poder del Espíritu Santo que ayudará a que dichos juicios no sean erróneos. Con respecto a la etapa actual significa un incremento notable de estas causas de beatificación y un mayor trabajo en todos los estamentos --desde las diócesis hasta la congregación vaticana correspondiente-- respecto a dicha materia.

7. - En definitiva lo que hace el "efecto de los santos" es una mejoría de la actitud de los cristianos. El ejemplo de la vida de los santos y las gracias especiales que esas personas elevadas a los altares pueden dar a quienes les siguen constituye un hecho más que evidente. Las devociones tienen pues esa atracción espiritual y, a veces, no son muy explicables racionalmente, aunque en algún momento pueden recibirse gracias especiales. Hay otro matiz interesante es esta celebración de Todos los Santos que es reverenciar por un día a todos aquellos hermanos nuestros que alcanzaron la santidad y que no son conocidos. Algunos de ellos pueden estar intercediendo por nosotros sin que lo sepamos. Y eso es muy hermoso.

8. - El mejor análisis que se puede hacer de los Santos y de su relación con nosotros –los que aún estamos en este mundo—reside en que es perfectamente posible poniéndose en presencia de Dios entender mejor lo que es el Reino de Dios. Incluso, en algunos momentos en los que ponerse en la cercanía del Señor no parece posible, siempre puede aparecer el buen trabajo de un santo intercesor. Todo nuestro camino de cristianos en mucho más fácil a partir de esa conexión espiritual que se nos da. Y dicha conexión forma parte en la esperanzadora doctrina de la Comunión de los Santos. Todos los que seguimos a Jesús y vivimos con su gracia en esta vida y todos aquellos que ya en el cielo contemplan su rostro estamos unidos. La intercesión de los santos no es pues algo raro, misterioso o indefinible. Responde a esa unión entre los fieles de todas las épocas que preside Cristo como cabeza de su Iglesia.

Esa extraordinaria forma de comunicación que nos da la Comunión de los Santos es, en definitiva, lo que celebramos hoy. Tenemos miles y miles de intercesores que nos facilitan el camino hacia Dios. Meditemos en ello.

LA HOMILIA MÁS JOVEN

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Ocurre en la actualidad religiosa, un fenómeno que nos sorprende: son las frecuentes beatificaciones y canonizaciones, cosa a la que no estábamos acostumbrados. He asistido en Roma a algunas de estas liturgias. Alguien se dirige al Papa, suplicándole que escriba el nombre de cierto, o ciertos cristianos, en el álbum de los beatos o de los santos. Es un rito protocolario, se sabe de sobras que aceptará. Este “álbum” se edita y se va ampliando a medida que se inscriben nuevos. Si lo deseáis, podéis encontrarlo en Internet, y gratuitamente. Su título es “Martirologio romano”. Se conserva el antiguo epíteto, pese a que se refiera a personas de los cinco continentes y que acabaron sus días en diferentes circunstancias. Cuando se editó en papel, lo compre y lo guardo con aprecio. Ahora bien, confieso que siento mucho más gozo, cuando visito Pozaldez, donde nací y me cristianaron, y solicito ver el libro de bautismos, para agradecer a Dios la dicha de ser cristiano. Por supuesto que fotografío el documento y lo guardo.

2.- En el catálogo del que os hablaba, hay de todo, como en botica. Desde uno que, según cuentan, aunque allí no está escrito, de pequeño no mamaba los viernes, hasta otro que en sus ambiciones dinásticas, asesinó a su primo, tampoco esto lo pone (me he referido a San Nicolás y San Segismundo). Pero la inmensa mayoría fue gente cristiana que llevó una vida ejemplar y murió ejemplarmente, sin estridencias. Sus costumbres y sus dichos, nos pueden gustar más o menos, no por ello seremos mejor o peor cristianos. Solo Jesús y Santa María son intocables y siempre admirables.

3.- El testimonio que dan de su muerte, puede caer bien a todo el mundo o resultar incómodo a algunos. Cuando uno lee a San Agustín, contándonos la muerte de Mónica, su madre, sentimos satisfacción y envidia. Es un ejemplo, abundan a miles. En otros casos no ocurre lo mismo, su comportamiento resulta incómodo a según quien. Estoy refiriéndome a los mártires y a los profetas. Las cartas que le dirigía Catalina de Siena al Papa de Avignon, no le hacían ninguna gracia al pontífice. Durante su vida, Hildebrando Aldobrandeschi, después Papa Gregorio VII, sus gestiones en Cluny y más tarde en Roma, no fueron precisamente regalos lisonjeros a reyes, nobles, ni clérigos de alcurnia. Pero nadie puede negar la influencia que tuvo en el mejoramiento de la Iglesia. Si los testimonios que he citado de cristianos reconocidos como ejemplares, no resultaron atractivos, el de los mártires, y especialmente de los recientes, es para muchos perturbador, y hasta inoportuno su reconocimiento.

4.- Estoy pensando en los quinientos y pico reconocidos hace pocos días en Tarragona. Desde nuestra realidad burguesa, aspirante a vivir en la sociedad del bienestar, irrita su comportamiento, de aquí que se acuda a buscar motivos políticos o de oportunismo para lograr prestigio de la congregación a la que pertenecían, etc. La cosa es no compararnos con ellos y que nos dejen tranquilos y así esquivar el bulto. ¿Quién se atreverá a hablar a nuestras pimpantes quinceañeras, que pasean desenfadadas en verano por nuestras calles y playas, de Santa María Goretti? Escribo esto por experiencia. En cierta ocasión me encargaron un audiovisual que ensalzara la riqueza espiritual de un territorio, pues bien, se me prohibió hacer referencia Josefina Vilaseca, una chiquilla que no hace muchos años prefirió morir a consentir pecar. Explícitamente, ella se lo decía y repetía al vecino: esto, no, que es pecado. Se me dijo que hablar del asunto, podía causar traumas psíquicos en los jóvenes lectores. Y, evidentemente, le interesaba más al curita y al curazo, que crecieran equilibrados, a que fueran santos. La cosa era escurrirse y huir, como las anguilas. Ser buenos, no está mal, pero santos, es mucho pedir.

5.- Pues resulta, mis queridos jóvenes lectores, que hoy la Iglesia, nuestra madre, nos los recuerda y recomienda a todos. Que la idea surgió con motivo del auge de las catacumbas romanas y el miedo a que fueran profanados los cuerpos allí depositados, tal vez sí. Sería una razón histórica de la celebración de esta fiesta. El contenido no fenece, está vigente siempre, perdurará hasta que nos los encontremos en la Eternidad.

Lo dicho no excluye que cada uno escoja a aquellos por los que sienta más aprecio y que le sea más fácil invocar su intercesión, pero que a nadie se les quiera imponer una determinada manera de santidad.

6.- Pese a lo dicho, os confieso que recomiendo a muchos de hoy en día que conozcan la vida y decisiones de Santa Gianna Baretta Mola, joven esposa y madre, o al Beato Francisco Castelló Aleu, estudiante y enamorado, que con serenidad escribe a su novia una carta de despedida, antes de que el pelotón lo fusile. Que soliciten su mediación para que les ayuden a salir de la mediocridad. Interesarse, que interesarse por personas de santa conducta, fundadores de congregaciones o predicadores eximios de ninguna manera estará mal, pero me temo, que a muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, no os entusiasmen. Y el entusiasmo es, generalmente, un primer paso hacia la devoción. Gracias a Dios, tenemos muchos donde y a quien escoger.

Advierto un fenómeno propio de estos tiempos. En el seno de las Iglesias orientales y de las comunidades surgidas de la Reforma, brotan ejemplos de santidad que nosotros católicos, no nos avergonzamos reconocer. Se llame Martin Luther King o Serafín de Sarov, etc. Este es uno de los signos buenos de los tiempos actuales.

7.- Como me he extendido en comentarios a contenidos, me perdonaréis, mis queridos jóvenes lectores, que hoy no me refiera a los textos de la misa. El primero una visión fantástica de la culminación de la historia humana. Vete a saber si también de la existencia de nuestro universo u otros que puedan existir. Que ni del Big Bang, ni del bosón de Higgs, ni de la entropía, toca hoy hablar. El encuentro con Cristo y los santos es hoy y siempre mucho más importante.

CONMEMORACIÓN DE LAS FIELES DIFUNTOS

¿LA MUERTE? ¡UNA LLAVE!

Por Javier Leoz

1.- Día de todos los fieles difuntos. Soñamos rezando y pensamos rezando en ese gran rascacielos eterno donde siempre hay una morada libre para el que cree y espera en Dios. El día de Todos los Santos junto con Todos los Difuntos es un perfecto acorde de dos celebraciones en una misma nota: la eternidad.

Con esa intencionalidad vivieron y se dejaron seducir por DIOS aquellos que fueron fieles suyos en su trayectoria por la tierra y que murieron sin dar un paso atrás en ese convencimiento: creo que al final, como al mismo Cristo, Dios me resucitará.

El camino, ese camino por el que preguntamos en más de una ocasión los nuevos “Tomás”, nos fue señalado por aquellos que marcharon delante de nosotros (a tiempo y destiempo, jóvenes o maduros).

2.- El día de Todos los Difuntos es un entrar en el corazón y en el alma para escuchar, como si fuera la primera vez, “no perdáis la calma”.

Podemos perder la calma: cuando impotentes y preocupados asistimos desanimados a las limitaciones de los espacios y de los tiempos donde vivimos.

Podemos perder la calma: cuando nos creemos eternamente estables, indestructibles y ansiosos en esta tierra y entonces, la hermana muerte, llama a nuestro orgullo recordándonos que –además de engreídos y estar equivocados- somos existencialmente caducos.

Podemos perder la calma: cuando la FE se debilita y, en vez de vivirla como apertura a Dios, nos cerramos en banda a toda posibilidad de salvación.

3.- En medio de todo, ese es el contrasentido, la muerte nos duele pero abre delante de nosotros una realidad distinta. “La muerte es la llave de oro que abre el palacio de la eternidad” (Milton).

Como cristianos sabemos, y lo manifestamos especialmente en este día, que la muerte no tiene la última palabra. Que hay dentro de nosotros un embrión que despuntará aun cerrando los ojos a este mundo. Desde esta orilla de la tierra unos gritamos en medio de lágrimas ¡Ya se marchan! y, otros desde el otro lado cantan gozosamente ¡Mirad…ya vienen!”

Hoy, como cristianos, nos sentimos especialmente sensibles con aquellos que partieron. Lo hacemos, con lo mejor que tenemos: con nuestra oración sincera, cuya fuerza, significado y valor sólo lo conoce Dios pero que, afecta de lleno, al futuro feliz de los que nos han precedido.

4.- Seamos solidarios y agradecidos con tantos difuntos anónimos con los cuales Dios posibilitó y facilitó nuestra vida y la fe de cada día. Y pidamos por aquellos que fueron nuestros enemigos, que nos hicieron daño, porque como cristianos Dios también nos movilizó al amor que es el perdón.

5.- SI TENÉIS FE

Recordad los momentos que  juntos pasamos

pero, pedid a Dios, 

que nos haga coincidir en la  eternidad.

SI  TENÉIS FE

No os dejéis seducir por el  olvido

por la ingratitud y el paso  del tiempo

Hoy, aun con los ojos  cerrados,

quisiéramos permanecer vivos 

en el latido de vuestros  corazones

Pedid, a Dios, que mantenga  despierto

vuestro gusto por el camino  del cielo

SI  TENÉIS FE

Guardad respeto a nuestra  memoria

y, si existe un palmo de  tierra libre

dejad que descansen nuestros  restos

como testimonio de que, un  día,

aquí y entre vosotros  estuvimos vivos.

SI  TENÉIS FE

No lloréis si, mañana, sin  saber por qué,

guardáis de repente vuestro  pañuelo.

No adornéis nuestra última  morada con flores

si, a continuación, no van  acompañadas

de sinceras y profundas  oraciones.

Porque la flor, aun teniendo  aroma,

desde este lado no se siente

Porque, la flor, siendo  ornato

su belleza hasta el cielo no  alcanza

Porque, la flor, de vez en  cuando

esconde o disimula alguna  que otra espina

que, en vida, se hizo excesivamente  punzante

SI  TENÉIS FE

Creed que, este compás de  silencio,

es antesala de una gran  sinfonía celeste

Creed que, este compás que  nosotros ejecutamos,

es pregón de otro que  también vosotros

daréis hoy, tarde, pronto o  pasado mañana

Creed que, un Dios, es más  grande que la muerte

Creed que, Cristo, la venció  y la sometió

Creed que, más allá de esta  muerte que nos separa

existe una inmensa plaza

que, antes o después, a  todos abraza: la eternidad.

SI  TENÉIS FE…

Llorad pero nunca dejéis de  rezar por nosotros

Os esperamos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario