08 septiembre 2016

Domingo 11 septiembre: La senda de la Gratuidad

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LA SENDA DE LA MISERICORDIA 
La senda DE LA GRATUIDAD. 
La parábola del padre y los dos hijos –el mayor y el pródigo- ponen de relieve una misericordia que es incondicional. El “padre” no pide nada a cambio de su amor ni se le ocurre que la fidelidad exija premio, como si la relación con el padre fuese la de un asalariado. Dios rechaza la mentalidad del “salario”, de la “meritología”, del hacer el bien para ganar el cielo… La lógica de la gratuidad es “otra lógica” que la de la simple justicia. 
TESTIGOS DE LA GRATUIDAD 
Dos ejemplos del amor gratuito. Uno, es un pequeño cuento; el otro –sanMaximiliano Kolbe– es una realidad impresionante: “nadie tiene más amor que el que da la vida por los amigos”, y más aún si del “amigo” sólo se conoce su necesidad y angustia. 

1. EL AMOR ES INCONDICIONAL 
Era una mañana agitada. Eran las ocho y media cuando un señor mayor, de unos 80 años, llegó al hospital para que le sacaran los puntos de un pulgar. El señor dijo que estaba apurado y que tenía una cita a las nueve. 
Comprobé sus señales vitales y le pedí que tomara asiento, sabiendo que quizás pasaría más de una hora antes de que alguien pudiera atenderlo. Lo vi mirando su reloj y decidí, que, ya que no estaba ocupado con otro paciente, podría examinar su herida. Durante el examen, comprobé que estaba curado. Entonces le pedí a uno de los doctores algunos elementos para quitarle las suturas y curar su herida. Mientras le realizaba las curas, le pregunté si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya que lo veía tan apurado. El señor me dijo que no, que necesitaba ir al geriátrico para desayunar con su esposa. 
Le pregunté sobre la salud de ella. Él me respondió que ella hacía tiempo que estaba allí ya que padecía de Alzheimer… 
Le pregunté si ella se enfadaría si llegaba un poco tarde. Me respondió que hacia tiempo que ella no sabía quien era él, que hacía cinco años que ella no podía ya reconocerlo. Me sorprendió, y entonces le pregunté: ¿Y usted sigue yendo cada mañana, aun cuando ella no sabe quién es usted?’ 
Él sonrió y me acarició la mano. Me contestó: Ella no sabe quien soy, pero yo aún sé quién es ella
2. MAXIMILIANO KOLBE 
A fines de julio de 1941 se fugó un preso del campo de concentración de Auschvitz. El sargento polaco Franciszek Gajowniczek, de 40 años de edad, fue uno de los diez elegidos por el coronel de las SS, Karl Fritzsch, para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el coronel, musitó estas palabras: «Pobre esposa mía; pobres hijos míos». []Maximiliano Kolbe, afectado por una tuberculosis desde bastante antes, estaba cerca y lo oyó. Enseguida dio un paso adelante y le dijo al coronel: «Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos». El oficial nazi, aunque irritado, finalmente aceptó su ofrecimiento y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue puesto, junto con otros nueve prisioneros, en ayuno obligado para que muriera. Los diez condenados fueron recluidos en una celda subterránea el 31 de julio de 1941.
Pero como -tras padecer tres semanas de hambre extrema-, el 14 de agosto de 1941 aún sobrevivía junto a otros tres condenados y los oficiales a cargo del campo querían dar otro destino a la celda, Kolbe y sus tres compañeros de celda fueron asesinados administrándoles una inyección de fenol. Los cuerpos fueron incinerados en el crematorio del campo.
Algunos vídeos interesantes:
Biografía de M. Kolbe: http://www.youtube.com/watch?v=K2ngnTAS.J.JA (30’)
“Vida por vida”: https://www.youtube.com/watch?v=V_VDumXlL9I (8’)
La muerte y canonización de Maximilano Kolbe: http://www.youtube.com/watch?v=iA_jkT62tig (2,55’).
UNA ORACIÓN 
EL AMOR LIBERA 
Ayúdame, Señor,
a entablar la guerra más difícil:
la guerra contra mí mismo.
Hay que llegar al desarme de uno mismo.
Ayúdame a lograr, Señor,
mantener esta guerra permanentemente,
a pesar de lo duro que sea.
Quiero estar desarmado. 
Que no tema nada, porque sé bien
que el Amor libera del miedo.
Quiero estar desarmado de mi deseo de tener razón,
de justificarme despreciando a los demás. 
Quiero dejar de sentirme inquieto,
en angustiada crispación por mis riquezas.
Quiero dar asilo y compartir. 
No quiero estar atado a mis ideas y a mis deseos.
Si se me ofrece algo mejor, o mejor dicho, algo bueno,
quiero aceptarlo sin arrepentirme.
Quiero renunciar a las comparaciones.
Por eso ya no tengo miedo. 
Si nos desarmamos, si nos desprendemos de todo,
si nos abrimos al Dios-Hombre,
que renueva todas cosas, entonces,
Él borrará el oscuro pasado y nos dará
un Tiempo nuevo, en el que todo es posible. 
(Inspirado en un texto de Atenágoras, Patriarca ortodoxo de Constantinopla)

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