11 agosto 2016

Predicar los valores del evangelio, aunque esto nos cree problemas y conflictos

1.- ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? Pues no, sino división. Para entender bien un texto siempre fue necesario leerlo en su contexto. En todo el capítulo 12 del evangelio según san Lucas Jesús les dice a sus discípulos que vivan alerta y vigilantes, para que cuando llegue el Señor los encuentre en vela. Vivir alerta y vigilantes supone vivir siempre atentos a la voluntad de Dios, para cumplirla. Lo primero es predicar y vivir el reino de Dios, todo lo demás es secundario. Pero, naturalmente, el predicar y el vivir el reino de Dios nos pone casi siempre en contra de los que predican y viven valores contrarios a la buena nueva, al evangelio, al reino de Dios. En estos casos, se nos dice en el relato evangélico de hoy, tenemos que elegir no la paz con los que predican valores contrarios al evangelio, sino la división.
Aunque sean personas de nuestra propia familia, o de nuestros amigos, los que están en contra de nosotros. Lo primero, insistimos, es seguir a Jesús, buscar el reino de Dios, todo lo demás, se nos dice, se nos dará por añadidura. Bien, yo creo que la idea es clara, aunque compleja, lo importante ahora para nosotros es que sepamos llevarla a la práctica en el momento actual en el que vivimos nosotros. Los valores que se predican y se viven en el mundo actual en el que nosotros vivimos son, por lo menos, tan contrarios al evangelio de Jesús, como lo fueron en los tiempos en los que Jesús predicaba. No podemos ser tan ingenuos para pensar que a nosotros nos va a resultar fácil, o complaciente, predicar hoy los valores del evangelio. Ni frente a las autoridades civiles, ni frente a las autoridades religiosas, ni frente a la sociedad en general. Si queremos, pues, ser fieles al evangelio, preparémonos para vivir en división, en lucha, aunque esto también a nosotros nos cree problemas y conflictos. Así vivió Cristo, nuestro Maestro y así vivían las primeras comunidades cristianas, cuando fue escrito este evangelio.
2.- Muera ese Jeremías… Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia. El profeta Jeremías es también un profeta que sufrió, como Jesús, muchas persecuciones y afrentas por predicar la verdad que Dios le mandaba predicar. Los príncipes del pueblo judío querían hacer la guerra a Babilonia y el profeta Jeremías les decía que eso era una locura y que sería el pueblo el que iba a sufrir unas consecuencias terribles, porque iba a ser exterminado por los ejércitos babilónicos. No sólo no le hicieron caso, sino que intentaron matar al mensajero, como acabamos de leer en esta lectura. Las consecuencias de no obedecer al profeta fueron terribles: la muerte y el destierro de gran parte del pueblo judío. El ejemplo del profeta Jeremías debe servirnos a nosotros para saber que debemos predicar la verdad de Dios siempre, aunque nuestra predicación vaya a contracorriente de la cultura en que vivimos. Decir la verdad a los que no quieren oírla, ni escucharla, casi siempre crea problemas. Pero si los cristianos queremos ser fieles a la verdad y al evangelio de Jesús debemos preferir sufrir persecución, o desprecio, antes que callarnos, o seguir opiniones que sabemos que van contra nuestras creencias y nuestra fe.
3.- Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado. Estas últimas palabras de la Carta a los Hebreos son claras y contundentes: Cristo murió por luchar contra el pecado del mundo, nosotros debemos estar dispuestos a llegar hasta el martirio, antes que sucumbir a la tentación y al pecado. Es la misma idea que venimos repitiendo en los dos puntos anteriores: vivir en la verdad del evangelio, aunque nos vaya la vida en ello. Normalmente, a la mayor parte de nosotros no se nos exige un martirio cruento, llegar a la sangre, por defender nuestra fe, pero no debemos rechazar el sufrimiento de cada día para vivir nuestra fe con valentía e integridad. Sin violencia, por supuesto, pero con ánimo y fortaleza cristianas, siempre.
Por Gabriel González del Estal

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