Monición de entrada:
El mensaje de este vigésimo primer domingo es para todos una invitación a la conversión radical del corazón, a fin de conquistar el reino, porque solamente los esforzados le darán alcance. Necesitamos convertirnos urgentemente; mañana puede ser tarde. De pie, por favor, para entonar con alegría el canto para dar inicio a esta Eucaristía.
Primera lectura: Isaías 66, 18-21 (Jerusalén será centro de irradiación y atracción)
El último capítulo del libro de Isaías es un cuadro grandioso de la universalidad de la salvación. En los finales todos tendrán entrada libre al templo de Yavé. Aquí se manifiesta la voluntad salvífica de Dios. Presten atención.
Segunda lectura: Hebreos 12, 5-7. 11-13 (El Señor corrige al que ama)
Dios permite que recaigan pruebas sobre los cristianos. Dios nos corrige y purifica por el bien de nosotros y de la iglesia. Él es un padre preocupado y amoroso. Escuchen este interesante pasaje del escrito a los hebreos.
Tercera lectura: Lucas 13, 22-30 (Puerta que se abre para unos y se cierra para otros)
El mensaje global del Evangelio de hoy, más que el número de los salvados e incluso que la dificultad misma para salvarse, como podría sugerir la imagen de la puerta estrecha, es la oferta universal de salvación por parte de Dios. Entonemos el Aleluya, de pie, por favor.
Oración Universal:
1. Por la iglesia, para que continúe la construcción del Reino de Dios en la tierra. Roguemos al Señor.
2. Por los gobernantes del mundo, (especialmente los nuestros) para que trabajen por la paz y la justicia. Roguemos al Señor.
3. Por los pobres, los desempleados, los que sufren, para que comprendan que el amor de Dios es infinito y su fidelidad es eterna. Roguemos al Señor.
4. Por los difuntos, especialmente, por aquellos de nuestras familias y de nuestra parroquia, para que disfruten de Dios en la Patria Celestial. Roguemos al Señor.
5. Por nosotros, para que con nuestra fe y nuestras obras seamos testigos y signos visibles de la presencia del Reino de Dios en la tierra. Roguemos al Señor.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 563)
Te damos gracias, Padre, porque en tu bondad nos destinaste
A plasmar en nosotros la imagen de Cristo Jesús, tu Hijo,
De modo que Él fuera el primogénito entre muchos hermanos.
Haznos entender, Padre, que el paso angosto de su puerta
No es moralismo estrecho y triste, sino liberación gozosa
Y conversión necesaria antes que sea tarde y se cierre la puerta.
Concédenos, Señor, responder generosamente a la llamada
que nos haces al seguimiento fiel de Cristo en la Iglesia;
e ilumina los ojos de nuestro corazón para que comprendamos
la esperanza de nuestra vocación cristiana a la santidad
y la riqueza de gloria que das en herencia a tus hijos.
Amén.
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