16 julio 2016

La misa del Domingo 17 de julio

LA PALABRA DE DIOS
• Génesis 18,1-10: “Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo ϖ junto a tu siervo”.
• Salmo 14: “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda”
• Colosenses 1,24-28: “Nosotros anunciamos a ese Cristo, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo”.
• Lucas 10, 38-42: “Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa”.
ECOS DESDE LOS JÓVENES Y LAS COMUNIDADES
• La fe consiste en acoger con libertad a Dios en la propia vida, hospedarle en casa.
• Dios no es propiedad de la Iglesia: El la habita y hace de nosotros Pueblo, Familia Comunidad.
• La casa salesiana tiene vocación de ser Comunidad de fe y Familia de Dios.
PROPUESTA DE HOMILÍA
Hay un precioso Icono oriental que retrata pictóricamente el tema que hemos escuchado en la primera lectura. En él se muestran a tres personajes en torno a una mesa y debajo de la encina de Mambré.

Retrata la hospitalidad de Abraham con aquellos “seres”, a quienes recibe en su casa y les da de comer.
El Icono se titula “La santa Trinidad” y lo que se nos descubre es que aquellos huéspedes no eran otros sino el mismo Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
La escena nos hace comprender que la fe no es algo misterioso e incomprensible; y que no tiene que ver con entender o no entender ciertas cosas. La fe es ACOGIDA y HOSPITALIDAD. Por la fe el hombre acoge a Dios en su Vida y le hace su huésped; le invita a compartir todo lo que es, le reconoce como el centro de todo y quien da sentido a todo. La fe es esa actitud que nos lleva a acoger a Dios y a dejarle ser de nuestra Familia.
Es un tanto extraño, que Dios pida permiso para entrar, siendo como es Dios y Señor de todo. Pero así es. Dios siempre es uno más, que se acerca discretamente y nos pide permiso para entrar en nuestra casa. Hoy en día, tenemos prejuicios de que nos quiten la privacidad, la intimidad, lo nuestro. Somos reacios a compartir, a dejar entrar en nuestra casa. Vivimos una crisis de hospitalidad; por la cual el lejano, el desconocido o el extranjero se convierten en amenaza por el hecho de serlo. Igual es por esto, que vivimos una crisis de FE, que es la hospitalidad con Dios. Somos reacios a dejar entrar a Dios en nuestra vida pensando que va a invadirla y vamos a dejar de ser nosotros mismos. Sentimos a Dios como amenaza más que como ayuda para vivir con una mayor plenitud y madurez.
El relato tiene algo más que enseñarnos. Aquella familia de Abraham y Sara es bendecida por Dios.
Gracias a su hospitalidad, se les anuncia la mejor de las bendiciones. Al cabo de un año, por esas mismas fechas, Sara arrullará un niño en su regazo. Dios les regala la fecundidad a aquella familia de “abuelos” infecundos, y por tanto, una historia sin fin, a través de su descendencia. La enseñanza es clara: la fe engendra en nosotros cosas inesperadas, que solo Dios puede regalarnos. ¿Por qué privarnos de los regalos y bendiciones que Dios quiere concedernos? ¿No sería bueno practicar la hospitalidad y vivir la intimidad con Dios?
El mismo argumento es el que propone el evangelio, cuando Jesús es acogido en casa de María y Marta, hermanas de Lázaro. El acento está en que “una mujer lo recibió en su casa”, así lo expresa el evangelio.
Y nuevamente aparece la palabra ACOGIDA, HOSPITALIDAD. La casa de las dos hermanas se convierte en cenáculo, y primera comunidad de fe. En esa casa, a la que Jesús volvía frecuentemente, se sirve la mesa, se habita y se escucha la Palabra. ¿No es este el núcleo de la vida cristiana? Necesitamos volver a lo esencial, que es vivir de manera centrada y con Dios en medio de nuestras preocupaciones. Lo demás, se nos dará por añadidura. Invirtamos más en ser que en hacer.
Para acabar, nos podemos invitar a rezar nuevamente con el salmo 14 que hemos proclamado. Con el texto hemos rezado: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Y hemos respondido, que:aquel que practica la justicia,xxx+´çzque tiene intenciones lealesque no miente con su lengua ni difama a su vecino;aquel que no daña al prójimoaquel que no presta dinero a usura y restituye las deudas,aquel que no acepta sobornos y perdona al que le ofende.El que así obra nunca fallará.
José Luis Villota, sdb

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