01 marzo 2016

Ser misericordiosos como el Padre

Koldo Gutiérrez, SDB
“El hombre se resiste a caminar si no presiente
una puerta abierta hacia el futuro”
(Teilhard de Chardin)
El Señor llama a tu puerta, pide permiso para entrar en tu vida, te invita a vivir un encuentro de amor y de ternura. Él llama y si abres, si aceptas la invitación, experimentarás la misericordia de Dios revelada en Jesús, el rostro de la misericordia divina. Él hará de ti una persona misericordiosa como el Padre.
1. La misericordia y el discernimiento en el Papa Francisco
Cuatro días después de ser elegido, el Papa Francisco saludaba al Pueblo de Dios reunido para el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro. En su saludo decía que acababa de leer un hermoso libro del cardenal Kasper cuyo título era “la misericordia”. De manera sencilla introducía el tema de la misericordia que está siendo un tema clave para entender su pontificado.
Unos cuantos años, al ser nombrado Obispo auxiliar de Buenos Aires, Jorge Bergoglio había escogido como lema de su pontificado “miserando atque eligendo” (“mirándolo con misericordia lo eligió”). Esta expresión está tomada de una homilía de San Veda el Venerable donde comentando el relato de la vocación del publicano Mateo dice: “Jesús mirándolo con misericordia lo eligió”. En este lema episcopal podemos ver trazadas las claves fundamentales con las que el Papa Francisco está ejerciendo su pontificado: la misericordia y el discernimiento.

a) A los cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II
Con ocasión de los cincuenta años del final del Concilio Vaticano II, Francisco ha propuesto celebrar un “Año Santo de la misericordia”. El Concilio había comenzado tres años antes. Juan XXIII en la sesión de apertura decía que la Iglesia quiere usar mejor la medicina de la misericordia que la severidad. Este mensaje caló profundamente en los padres conciliares. De este mismo modo, en la sesión de clausura, el día de la Inmaculada del año 1965, Pablo VI hablaba de una Iglesia misericordiosa afirmando que la espiritualidad del samaritano había penetrado todo el Concilio.
Cincuenta años después de esta sesión de clausura, también en un día de la Inmaculada, el Papa Francisco abría oficialmente en la basílica de San Pedro la Puerta Santa, dando inicio a un “Año santo de la Misericordia”. Tres semanas antes había abierto otra Puerta Santa esta vez en Bangui, capital de la República de Centro África, uno de los lugares del mundo más castigados por la pobreza, la violencia terrorista y la guerra. No es descabellado decir que al abrir la Puerta Santa en Bangui el Santo padre está indicando que le gustaría que para hablar de la misericordia fijemos nuestra mirada en los pobres y en los graves problemas del mundo.
b) La Puerta santa pone en relación cielo y tierra
Una puerta pone en relación dos espacios. ¿Qué espacios pone en relación la Puerta Santa de la misericordia? Traspasar esta puerta permite experimentar en la propia vida la misericordia que Dios regala. Traspasar esta puerta es desear ser misericordiosos como el Padre. Quien ha experimentado misericordia, quien se ha sentido querido y perdonado, está preparado para ejercer misericordia.
La puerta es Cristo. “La Puerta simboliza al mismo Jesús. Cuando pasamos por ella manifestamos nuestra confianza en él y el deseo de una verdadera conversión. Jesús nos anima a salir al encuentro de los demás para llevarles su amor” (Francisco).
En el capítulo 10 de su evangelio, San Juan presenta a Jesús como la puerta por donde se podrá entrar y salir (Juan 10, 9). El evangelista afirma que Jesús es el Buen Pastor que conduce a sus ovejas a sí mismo porque Él mismo es la puerta que lleva a la vida. Quien entra en el ámbito de Dios, a través de Jesús, llega a la plenitud de la vida: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10). Santa Teresa de Jesús lo entendió perfectamente y por eso decía a sus hermanas que por esa puerta debemos entrar, por Cristo en su humanidad.
Jesús pone en relación lo divino y lo humano, el cielo y la tierra. Atravesar la puerta que es Jesús lleva hasta la plenitud de la vida que nos ofrece el misterio de Dios. Atravesar la puerta que es Jesús lleva a ese espacio donde están los pobres y los problemas del mundo, la situación del ser humano y de la creación entera. Ese es el espacio de la misión donde el Señor envía a la Iglesia con un mensaje de vida y esperanza. Esta Iglesia misionera es la Iglesia en salida de la que gusta hablar el Papa Francisco.
2. La perenne actualidad de la misericordia
Tenemos en nuestra memoria el recuerdo de experiencias que nos han hecho daño y de otras experiencias que nos han hecho bien. Estas últimas han iluminado con su alegría nuestro corazón y han hecho de nosotros mejores personas. De entre estas experiencias transformadoras, la misericordia ocupa un lugar destacado, y se deja acompañar por la compasión y el consuelo.
En este tiempo hablamos mucho de la misericordia, ojalá sepamos hacer misericordia. Está claro que la misericordia está teniendo un renovado protagonismo en la pastoral de una Iglesia que quiere caminar junto a los hombres y mujeres de este tiempo, dejándose iluminar por el misterio de amor misericordioso y fiel que es Dios.
a) Dios misericordioso y fiel
“Misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad” (MV 2). En la Sagrada Escritura puede verse que la misericordia es la palabra que mejor expresa cómo es y cómo actúa Dios. La Escritura, al hablar de Dios, dice de Él que es misericordioso y fiel. Con esta convicción podemos leer la Escritura entera, así como nuestra propia vida personal y la vida de nuestras instituciones. Es de un gran consuelo poder reconocer que Dios me ha sido misericordioso y fiel a lo largo de mi vida; que, en este momento, me está siendo misericordioso y fiel; y que tengo la confianza de que en el futuro me será misericordioso y fiel.
La misericordia no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la que Dios revela su amor, un amor como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. “Cuando Israel era joven lo amé y de Egipto llamé a mi hijo. Cuando más lo llamaba, más se alejaban de mí… Pero era yo quien había criado a Efraím, tomándolo en mis brazos; y no recocieron que yo los cuidaba. Con lazos humanos los atraje, con vínculos de amor. Fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas. Me incliné hacia él para darle de comer… ¿Cómo podría abandonarte Efraím, entregarte, Israel?” (Oseas 11. 1-4, 8).
b) Jesús revela el rostro misericordioso de Dios
La misericordia es el principal atributo de Dios y se ha manifestado de una manera singular en Jesucristo. Jesús revela el rostro misericordioso del Padre, con sus palabras y sus gestos revela la misericordia de Dios. Es decir, a través de Jesús, Dios ha revelado que me ama, que me tiene misericordia, perdón, ternura.
Podemos decir que la misericordia es la clave para entender el Evangelio y toda la vida cristiana. Para el Papa Francisco el corazón del Evangelio está en el mensaje de la misericordia divina.
Por eso, el Santo padre propone que contemplemos el misterio de la misericordia porque encierra una fuente de alegría, de serenidad y de paz. En definitiva, la misericordia divina es condición para nuestra salvación. Flay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia que recibimos en Jesús para poder ser también nosotros mismos signos eficaces de la misericordia del Padre. Un Año santo es un tiempo oportuno.
c) Una Iglesia misericordiosa para un mundo herido
Para Francisco “la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo” (MV 12).
El Papa habla de la Iglesia como el Pueblo santo de Dios que es sacramento de misericordia. “La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” (EG 114).
Francisco gusta hablar de la Iglesia en femenino. Dice de la Iglesia que es madre y maestra. La Iglesia es una madre de corazón abierto que sale al encuentro de todos. El Papa también habla de una Iglesia como discípula que sabe escuchar a su Señor y al Pueblo santo de Dios.
El Papa quiere una Iglesia misericordiosa para un mundo herido. Así se expresaba en una entrevista a la revista la Civiltá cattolica: “Lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla”.
d) Una Pastoral de la misericordia
Que el Papa propone una pastoral de la misericordia queda claro cuando afirma: “Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios. A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros” (MV 5).
De esta manera estamos llamados a vivir de misericordia porque a nosotros en primer lugar hemos experimentado misericordia. ¿Qué puede ser desarrollar una pastoral de la misericordia? En la bula Misericordiae Vultus se proponen estos cuatro pasos: anunciar la misericordia; ser misericordiosos como el Padre; salir hasta las periferias existenciales; encargarse del anuncio alegre del perdón.
e) ¿Justicia o misericordia?
Muchas veces se dice que lo importante es la justica. ¿Son incompatibles la justicia y la misericordia? ¿Puede darnos alguna luz la Escritura?
Jonás fue un profeta que recibió el mandato de Dios para predicar la conversión a los habitantes Nínive. Cuando el profeta recibió este mandato se sintió contrariado e intentó huir a Tarsis, el lugar que había encontrado más alejado de Nínive. ¿Por qué huyó? Él mismo lo explica: “Me apresuré a huir de mi tierra porque sé que eres un Dios misericordioso” (Jonás 4,2). A Jonás no le gustaba que Dios fuese misericordioso porque pensaba que los ninivitas no merecían ninguna misericordia. ¿Qué quería Jonás para los Ninivitas? El profeta quería que Dios aplicara toda su justicia contra aquel pueblo porque consideraba que los ninivitas no merecían la misericordia de Dios. El relato no oculta el enfado de Jonás y deja ver la tristeza que anida en el corazón del profeta que incluso se desea la muerte. Un mundo sin misericordia puede generar mucha tristeza.
En el evangelio de San Lucas encontramos otro ejemplo. Me refiero a la parábola del padre misericordioso. En este relato se habla de un padre que acoge y perdona con inmenso amor a su hijo que había abandonado su casa y que había dilapidado su fortuna y su dignidad viviendo perdidamente. En esta ocasión lo que me interesa es destacar la actitud del hijo mayor. Este se entristeció por el regreso de su hermano. El hijo mayor consideraba que no era justo el proceder misericordioso de su padre. Un mundo sin misericordia puede generar mucha tristeza y soledad.
En la ceremonia que sirvió para la apertura de la Puerta Santa en la basílica de San Pedro se siguió esta secuencia: Francisco desde fuera de la basílica llamó a la puerta exclamando “¡Abrid las puertas de la justicia!” Desde el interior se abrieron las puertas dando paso al espacio de la misericordia. Los cristianos afirmamos el valor de la justicia y, al mismo tiempo, afirmamos un valor más radical: la misericordia.
¿Son incompatibles la justicia y la misericordia? “Si Dios se detuviera en la justicia dejaría de ser Dios, sería como todos los hombres que invocan respeto por la ley. La justicia por sí misma no basta, y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla. Por esto Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón” (MV 21).
A algunos podría parecer que esta reflexión es solo un bello discurso teológico. Creo que no es así. En la Iglesia hemos escuchado últimamente algunas voces que afirman que cuando se destaca mucho la misericordia estamos construyendo una religión de plastilina. No lo ve así el Papa Francisco quien, citando a Santo Tomás de Aquino, afirma: “En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo” (EG 37). La omnipotencia de Dios se hace concreta en su infinita misericordia.
f) El primado de la Gracia y la jerarquía de verdades
Encontramos argumentos de peso cuando el Santo padre habla del primado de la gracia y de la jerarquía de verdades.
“El principio de la primacía de la gracia debe ser un faro que alumbre permanentemente nuestras reflexiones sobre la evangelización” (EG 112). ¿Por qué es tan importante el primado de la gracia? La gracia sitúa al hombre en lo que tenemos que reconocer como don y regalo, no como conquista o mérito. De esta manera hay que afirmar que podemos tener muchas cualidades pero eso no significa que nos encontremos aún cerca de Dios que se nos ha revelado lleno de amor y misericordia en Jesucristo. Es decir, la gracia acerca por puro amor a Dios misericordioso y fiel.
También propone el Papa, como había hecho el Concilio Vaticano II, la necesidad de una jerarquía de verdades. “Todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más directamente el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado” (EG 36). Con la misericordia tocamos la verdadera identidad del cristianismo que habla de un Dios que, por su misericordia, se abaja hasta el punto de hacerse hombre y morir en una cruz por puro amor. Esto es lo que vamos a celebrar en estos días de Navidad.
3. La Navidad es un misterio de Misericordia
Después de detenerme en ofrecer unas consideraciones sobre la misericordia quiero proponer una meditación de Navidad partiendo de algunos textos del Evangelio de San Lucas, al que se califica como el evangelio de la misericordia. Basta recodar las tres parábolas del capítulo 15 en las que Lucas habla de un pastor que sale en busca de una oveja perdida, de una mujer que se alegra por haber encontrado una moneda que había extraviado, de un padre misericordioso que recupera a un hijo que se había alejado de su casa. Ya en el capítulo 10 de su evangelio había hablado del buen samaritano que es misericordioso con aquel hombre herido. Estos textos han traspasado fronteras, culturas y religiones.
Tenemos en los tres primeros capítulos de San Lucas una obertura del Evangelio porque en estos textos el evangelista deja ver los temas que después va a desarrollar: el amor misericordioso de un Dios que ha querido abajarse haciéndose uno de nosotros en Jesucristo; el proyecto de Dios que regala salvación en Jesucristo; la disponibilidad del ser humano, visible en María, para la colaboración con el plan de salvación de Dios.
En esta meditación me fijo especialmente en María y veo en ella a la Iglesia de quien la madre del Señor es modelo. Por eso, hablo de una Iglesia que acoge el mensaje de la salvación, una Iglesia que sale hasta las periferias existenciales, una Iglesia portadora de la misericordia salvadora de Dios.
a) Una Iglesia que acoge el mensaje de la salvación
La escena de la anunciación empieza con vigor: ¡Alégrate! Este saludo es fundamental para entender no solo el resto del relato, sino la verdad del Evangelio y de la vida cristiana.
Gabriel dirige la palabra a María por tres veces: “El Señor está contigo”; “Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús”; “El Espíritu Santo vendrá sobre ti…el que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. María responde al ángel de tres maneras: la primera reacción es temor y conmoción; después pregunta “¿Cómo sucederá…?”; y después dice “Aquí tienes a la esclava del Señor”. Lucas describe en María a la primera y perfecta cristiana. Es cierto que abrirse a la voluntad de Dios, decir “hágase…”, es la clave fundamental de la vida cristiana.
Como María, en el proceso de acoger en nosotros la voluntad de Dios, podemos vivir momentos de miedo y de conmoción, hacer preguntas, pero lo fundamental es abrirse a la voluntad de Dios. Antes de llegar hasta aquí, María pregunta, medita en su corazón, dialoga consigo misma sobre el significado del anuncio. Lucas dibuja la escena en un ambiente de serenidad y de silencio. El silencio es como un respirar hacia dentro y el hablar es como un respirar hacia fuera.
Acaba el relato diciendo “y el ángel la dejó”. El ángel deja a María pero la misión permanece. Ella mientras tanto va madurando la cercanía interior de Dios.
Cuando el ángel se va llegan las dificultades. A pesar de todas las dificultades en María quedarán como bálsamo aquellas palabras: ¡No temas!
Una Iglesia en salida hasta las periferias existenciales
María es para nosotros el modelo para acoger la misericordia de Dios, “El señor ha hecho en mi maravillas”, y para ejercer la misericordia de los sencillos, “se puso en camino”.
María podría haber pensado que debía prepararse para ser madre, que ya tenía bastante con cuidarse ella misma y cuidar a la criatura que llevaba en su seno, sin embargo se puso en camino hacia la montaña de Judá para ayudar a su prima Isabel. ¿Quién estaba poniendo en movimiento a María? La presencia de Jesús en sus entrañas impulsa a María a ponerse en camino. El amor de Dios cuando ha enraizado en nuestras entrañas pone en camino y envía.
Cuando llega a casa de su prima, María saluda a Isabel quien aprecia su generosidad y nota que el niño que lleva dentro salta en su interior. Isabel manifiesta a María su agradecimiento, “¿quién soy yo?”, y hace una bienaventuranza de la fe, “dichosa tú que has creído”. Como respuesta a estas palabras de Isabel, María quiso dar voz a todos los pobres de la historia cantando la misericordia de Dios.
En esta escena tenemos una fotografía de la Iglesia en salida que va a las periferias existenciales con intención de ayudar y servir. Una Iglesia que lleva en sus entrañas al Salvador no queda encerrada en sus dificultades. Salir es abrir una vía de conexión con los otros, es tener en el centro de la existencia al Señor, es atender al envío de quien ha escuchado y visto el clamor de su pueblo.
Una Iglesia portadora de la misericordia salvadora de Dios
La escena del nacimiento de Jesús es única. Vemos la fragilidad del Salvador, que fue depositado en uno de los comederos, así como la presencia de la creación entero simbolizada en los animales y las estrellas. Vemos la colaboración del Pueblo santo de Dios concretado en los sencillos: María, José y los pastores. Vemos la alegría que tare la fe, la fuerza que acompaña a la esperanza y la vida que surge del amor.
“Mientras estaban en Belén, le llegó a María el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había sitio para ellos en la posada” (Lucas 2, 6-7).
Lucas pone en escena un coro de ángeles que cantan: ¡Gloria a Dios en lo alto del cielo, y en la tierra paz a los hombres que gozan de su favor! Nosotros gozamos del favor del Señor y de su elección. Nosotros, como todo el Pueblo, dice el evangelista. Vemos en estas palabras del ángel que evangelio y paz van unidos.
“Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche al raso velando sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Entonces les entró un gran miedo, pero el ángel les dijo: ‘No temáis, pues os traigo una buena noticia de gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’. Y de repente se juntó al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: ‘Gloria a Dios en lo alto del cielo, y en la tierra paz a los hombres que gozan de su favor’“ (Lucas 2, 8-14).
Este es el texto que leemos en la Misa de Gallo, la víspera de Navidad. En la escritura cuando habla un ángel lo que cuenta es el significado de lo que está aconteciendo. Es decir Lucas dice que el núcleo del evangelio es una buena noticia; Jesús. De él dice que es el Salvador, el Mesías, el Señor.
El que los pastores sean quienes reciben el anuncio del ángel es un detalle significativo. Jesús es buena nueva para los humildes, los despreciados y los pobres. En el resto del evangelio se irá contando esta buena nueva a través de las curaciones, las comidas de Jesús, la acogida a los que sufren y a los pecadores.
Lucas adorna su evangelio con una gran alegría. En estos capítulos pone tres himnos llenos de música, de esperanza, gozo y alegría. Encierran en sí la esperanza de los primeros cristianos, también las esperanzas de los cristianos de todas las épocas. Los recordamos porque son habituales en la liturgia de las Horas: Benedictus, Magnificat y Nunc Dimitís. Estos himnos unen lo que nosotros muchas veces separamos: espiritualidad y pasión por este mundo. Nuestra celebración de Navidad siempre ha estado unida a expresiones de gozo, de paz y de alegría. Es una forma adecuada de vivir la Navidad.
Acabo este apartado recordando que todo Adviento ha supuesto un tiempo de preparación, un tiempo de cambio y conversión. Arrepentirse es apartarse de los señores de este mundo y volverse a Dios, regresar a Dios. Arrepentirse es “ir más allá de la mentalidad que tienes”. Esta perspectiva de la conversión es muy actual y costosa para todos. Cuando también en nosotros va quedando el poso de ver las cosas sólo desde mi manera, mi mentalidad, mis esquemas… convertirnos es asumir los sentimientos de Cristo Jesús. Recordemos las palabras de San Pablo: “No hagáis nada por ambición o vanagloria, antes con humildad tened a los otros por mejores…Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2,3).
Convertirse, por lo tanto, es mirar de una manera diferente, la mirada del Señor. Quisiera resaltar un detalle que para mí es significativo. Cuando los sabios se encontraron con el Señor, volvieron por otro camino. El Señor cambia nuestra vida. Un encuentro, una experiencia, produce un cambio.
¿De quién viene la Paz del mundo de Cristo o de tantos otros señores que reclaman nuestra atención? Lo importante de la Navidad no son los espumillones, bien lo sabemos, sino los medios para hacer posible esa paz en la tierra que quiere el Señor.
4. Una Pastoral Juvenil mística y de la misericordia
El símbolo de la Puerta Santa que une lo divino y lo humano, el cielo y la tierra, me anima a proponer una Pastoral Juvenil mística y de la misericordia.
a) Una Pastoral Juvenil mística
Hablar de una Pastoral Juvenil mística puede sonar extraño. Algunos unen la palabra mística a tener experiencias extraordinarias. Si fuera así resulta difícil comprender que una espiritualidad que quiere ser de lo cotidiano pueda ser mística. Por eso, creo que es importante explicar qué entendemos por mística.
Cuando hablo de mística me refiero a la experiencia de la fe. “La experiencia mística,…, no es más que una de las modalidades de la experiencia de la fe” (Martín Velasco). Por lo tanto, una Pastoral Juvenil mística es una Pastoral Juvenil de la experiencia de la fe.
Han pasado cuarenta años de aquellas palabras de Karl Rhaner: “el cristiano del futuro o será un místico, es decir, una persona que ha experimentado algo o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión personales”. Este es el momento oportuno para hacer visible al cristiano místico, al joven cristiano místico, para apostar por una pastoral juvenil mística.
Una Pastoral Juvenil mística pone en relación cielo y tierra, quiere encontrar los mejores caminos pedagógicos para acompañar hasta la experiencia de Dios, y propone atravesar la puerta de la fe.
Poner en relación cielo y tierra
Los seres humanos somos criaturas de contexto. Vivimos en un contexto que llamamos de secularización. La secularización es un fenómeno complejo y dinámico que no significa siempre lo mismo ni tampoco es semejante en todas las partes. De este proceso quiero hacer notar que hoy hay muchas personas que orientan su vida sin necesidad de la religión. Me interesa hacer ver la pérdida del sentido de transcendencia visible en el alejamiento de la fe en Dios. Para muchos Dios no es algo necesario para entender la vida y desplegar la existencia. En Europa parece que Dios no interesa, especialmente el Dios revelado en Jesucristo. Esta situación es un gran reto pastoral.
Si miramos la historia del primer cristianismo podemos ver que desde muy pronto las comunidades cristianas se preguntaron cómo estar presentes en este mundo. San Pablo propuso dos criterios: “No os acomodéis a este mundo” (Rom. 12, 2) y “examinad todo y retened lo bueno” (1 Tes. 5,21). San Mateo expresó esto de manera distinta: “Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo” (Mat. 5,5). Según el evangelista, los cristianos están en medio del mundo como sal y, al mismo tiempo, tienen algo que ofrece como luz. Estos criterios los encontramos dos siglos después en la carta a Diogneto. “Los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres… Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo”. Una Pastoral Juvenil mística pone en relación tierra y cielo.
Porque estamos en medio del mundo como la sal es posible conectar con las preguntas de sentido de los hombres, sus deseos de felicidad, la apuesta por un mundo más justo que ilusiona a tantos jóvenes. Porque estamos en medio del mundo como la luz podemos abrir una ventana al cielo. La Pastoral Juvenil quiere escuchar y comprender las preguntas que se hacen los jóvenes de hoy, busca abrir a la experiencia de Dios. Queremos poner en relación cielo y tierra.
No podemos olvidar que el fundamento de nuestra fe es Dios y que quien pone a Dios en el centro de su existencia tiene energía para preguntarse por el hombre. La pregunta más desafiante en la secularizada sociedad europea es la pregunta por Dios que va acompañada por la pregunta sobre quién es el hombre a los ojos de Dios. En Pastoral Juvenil la pregunta sobre Dios es fundamental y también es fundamental la pregunta sobre el hombre, sobre el joven, a los ojos de Dios.
Acompañar hasta la experiencia de Dios
Si he hablado de la crisis de Dios, hablaré ahora de la pasión por Dios. Si he destacado la importancia de la pregunta sobre Dios, destacaré ahora la necesidad de acompañar hasta la experiencia de Dios. Una pregunta puede abrir a una experiencia y una experiencia puede plantear muchas preguntas.
Desde mi punto de vista se puede afirmar que una Pastoral Juvenil mística busca proponer caminos pedagógicos para despertar y suscitar el deseo de la fe, iniciar y acompañar hasta la experiencia de Dios.
Por eso, la Pastoral Juvenil mística es mistagógica. La mistagogía es el proceso que encamina hasta el encuentro con el misterio de Dios revelado en Jesucristo por la gracia del Espíritu. Los primeros pasos para este camino mistagógico consisten en despertar el deseo de Dios, hacer consciente de la propia interioridad, ayudar a conectar con las preguntas por el sentido, reconocer estar habitado por una Presencia. “Aquí tiene el proceso mistagógico un paso decisivo: el del reconocimiento de esa Presencia como centro de la propia vida, con el consiguiente descentramiento del sujeto que culmina con la entrega de sí mismo a Dios” (Marín Velasco).
Mistagogo es el educador que ayuda, propone y acompaña hasta la experiencia de Dios. ¿Qué propone? Sin duda que podrá proponer muchos caminos, dejamos apuntados algunos: el encuentro con testigos coherentes, las celebraciones litúrgicas, la experiencia de oración personal y comunitaria, la propuesta de compromisos, distintas reflexiones que ayudan a vivir y a pensar.
La importancia del IEF
“Esta sociedad comenzó siendo una simple catequesis” (CC 34). La educación en la fe es una de las características fundamentales del carisma salesiano. No podemos olvidar esta prioridad.
Como sabéis hemos renovado la redacción del Itinerario de educación en la fe. Para hacer este proceso hemos intentado dialogar con la cultura y nos hemos dejado iluminar por las nuevas perspectivas teológicas y pastorales. En este momento estamos intentando acabar el proceso de renovación de los materiales.
El Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime, decía estas palabras en el discurso de clausura del CG 27: “Me atrevo a pedir a cada Inspectoría que también se destine a los hermanos más capaces para cuidar la pastoral juvenil y vocacional, con verdaderas propuestas evangelizadoras, desarrollando itinerarios sistemáticos de educación en la fe, privilegiando la atención a la persona y al acompañamiento personal de las mismas, proponiéndoles valientes desafíos en el discernir sus proyectos de vida, con propuestas igualmente valientes para todo tipo de vocaciones en la Iglesia, también la vocación específica salesiana en sus diversas formas, e implicando a la comunidad toda” (Discurso de clausura de don Ángel Fernández Artime, CG 27).
En estas palabras hay algunas intuiciones que viene bien no olvidar: la necesidad de itinerarios de educación en la fe, la importancia del acompañamiento, la dimensión vocacional, el valor de la comunidad.
b) Una Pastoral Juvenil de la misericordia
He hablado de un Pastoral Juvenil mística. En este texto cuando hablo de mística me refiero a la experiencia de fe. Desde la perspectiva cristiana van unidas fe, esperanza y caridad. Una Pastoral Juvenil de la fe es una Pastoral Juvenil de la esperanza y de la caridad. Una Pastoral Juvenil mística es una Pastoral Juvenil de la misericordia.
Para hacer una Pastoral Juvenil de la misericordia necesitamos tener los ojos bien abiertos y el corazón lleno de compasión. Lo vemos en Jesús y, siguiendo sus huellas, lo vemos en los santos que han permitido que su corazón se llenara de la compasión de Jesús y que han mirado la realidad iluminados sus ojos con la fe.
Viene a mi memoria el recuerdo del viaje del Papa Francisco a Filipinas. En este viaje una muchacha, que siendo niña había sido esclavizada sexualmente, preguntó al Papa: “¿Por qué Dios permite que ocurran estas cosas a los niños?”. El Papa dejó sus papeles, expresó que esta pregunta no tiene respuesta, y fijándose en Jesús habló de lo importante que es saber llorar compartiendo el dolor de quienes sufren. Francisco dejó ver que tenía los ojos abiertos y un corazón compasivo.
¿Supo hacer Don Bosco hacer una Pastoral de misericordia? Quizás sea este uno de los rasgos más visibles de su propuesta pastoral. Don Bosco con los ojos bien abiertos supo ver la difícil situación en la que se encontraban muchos jóvenes a mitad del siglo XIX en un caótico Turin. Nuestro santo vivió con corazón compasivo la situación de aquellos jóvenes, y busco’ la manera para poder ayudarles atendiendo sus necesidades básicas, enseñándoles, formándolos en un oficio, buscándoles trabajo, consolando sus desdichas, dando alegría y esperanza en sus vidas.
Estando en el hospitalito de Santa Filomena de la Marquesa Barolo, Don Bosco escribió en el año 1846 un libro titulado “Ejercicio de devoción sobre la Misericordia de Dios”. Como es habitual en Don Bosco se acercó a la misericordia divina con olfato pedagógico, y propuso a sus jóvenes experimentar la misericordia a través los sacramentos de la reconciliación y de la eucaristía, así como mediante la paternidad de los educadores.
Ejercitar las obras de misericordia
En la cuarta semana de los EE de San Ignacio, cuando el ejercitante ya lleva hecho un largo camino espiritual, estamos preparados para hacer la “meditación para alcanzar amor”. En ella, San Ignacio propone estos dos criterios: “el amor se demuestra más con hechos que con palabras”, y “más vale dar que recibir”. El primero de estos criterios propone ser concretos. El segundo invita a estar descentrado de sí mismo y estar dispuestos a la donación.
En esta misma lógica, no extraña que para el Año santo de la misericordia, Francisco proponga que ejercitemos, con hechos mejor que con palabras, las obras de misericordia corporales (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos) y las obras de misericordia espirituales (dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos).
Una Pastoral Juvenil de la misericordia buscará concretar estas obras de misericordia. ¿Qué pide cada una de las obras de misericordia a la Pastoral Juvenil? Tenemos los criterios para responder estas preguntas: ojos abiertos, corazón compasivo, hechos más que palabras, donación y generosidad.
El sacramento de la misericordia
Queriendo explicar los motivos por los que ha propuesto un Año santo para la misericordia, Francisco decía: “Este es el tiempo favorable para curar las heridas, para no cansarse de encontrarse con quienes esperan ver y tocar con las manos los signos de la cercanía de Dios, para ofrecer a todos, la vía del perdón y de la reconciliación”.
Este año es una oportunidad para acercarnos al perdón. Hay un perdón recibido y un perdón ofrecido. Una Pastoral Juvenil de la misericordia tiene en el perdón, recibido y ofrecido, uno de sus principales argumentos. La misericordia divina vence las resistencias y rebeliones del hombre encorvado sobre sí mismo y le abre a la conversión y a la recuperación de la filiación divina. Además no es coherente recibir la misericordia de Dios y vivir después rencor, cólera, venganza. De esta manera puede leerse la parábola del siervo despiadado (Mt 18, 23-35).
“Dios está siempre disponible al perdón y nunca se cansa de ofrecerlo de manera siempre nueva e inesperada. Todos nosotros, sin embargo, vivimos la experiencia del pecado. Sabemos que estamos llamados a la perfección, pero sentimos fuerte el peso del pecado… En el sacramento de la Reconciliación Dios perdona los pecados, que realmente quedan cancelados; y sin embargo, la huella negativa que los pecados tienen en nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos permanece. La misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto. Ella se transforma en indulgencia del Padre que a través de la Esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, habilitándolo a obrar con caridad, a crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado” (MV 22).
Somos pecadores perdonados. No cabe duda que este Año de la Misericordia es un estímulo para buscar la manera para que los jóvenes se acerquen al sacramento de la reconciliación.

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