La Pascua, como semilla respecto al árbol, es el núcleo original del Tiempo pascual y de todo el Año litúrgico. Todas las celebraciones de la Iglesia católica tienen su raíz en la Pascua de Cristo y en ellas se actualiza el misterio pascual. Cristo es nuestra pascua, nuestra gracia y el centro de nuestras celebraciones. La vida cristiana es radicalmente pascual. La Iglesia camina con Jesucristo, actualiza su misterio pascual en las celebraciones litúrgicas y los fieles se configuran con él.
Cristo resucitado vive y está presente en la Iglesia. Nosotros somos, en el hoy del tiempo, la visibilidad terrestre del Cristo resucitado y glorioso en los cielos. El tiempo pascual celebra el nuevo modo de estar Cristo misteriosamente presente en la Iglesia. Lo que se manifestaba en el cuerpo visible de Cristo, ahora ha pasado a los sacramentos de la Iglesia. Cristo está presente en la Iglesia, vive en ella y en ella se da a los fieles.
Como los discípulos rodeaban a Jesús en su vida histórica, ahora los fieles se reúnen principalmente en torno a su Palabra y a la comunión del Pan eucarístico. Cristo es la Palabra viva y el Pan vivo. Escuchando y acogiendo su Palabra y partiendo y compartiendo el Pan, los fieles católicos descubren a Cristo entre ellos y experimentan su presencia.
La mistagogía constituye la característica propia de este tiempo, que consiste en explicar el misterio pascual. La explicación mistagógica lleva a la experiencia personal y comunitaria, a configurarse con Cristo, muerto y resucitado. La mistagogía nos introduce en la realidad y la vivencia mistérica para saborearla, asimilarla y profundizarla.
En los últimos años se observa que en la Iglesia crece el deseo del silencio, de la soledad y de la oración; se acude a los monasterios en búsqueda de soledad y oración. Se huye de la cultura del ruido y del activismo, y se busca un ambiente silencioso para favorecer el encuentro con Dios y consigo mismo; aunque se busca el silencio y la soledad para la oración, no hace falta huir a un lugar solitario para encontrar el agua viva que sacia la sed y la paz silenciosa en la que Dios habla mediante el susurro y la brisa de su Palabra. La respuesta del orante a Dios es alabanza, acción de gracias y súplica. La comunión de oración nos une también en fraternidad. De esta forma la soledad se convierte en compañía en presencia del Dios vivo a través de la respuesta del corazón del hombre.
«Quien diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto. Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde: decid, si preguntan dónde, que Dios está ―sin mortaja― en donde un hombre trabaja y un corazón le responde»1.
En el tiempo pascual la Iglesia ora, cree y vive el misterio de Cristo; contempla al Resucitado y experimenta su nueva presencia. En la oración pascual el cristiano eleva sus manos al Resucitado como la luz madrugadora se eleva hacia el mediodía y a Él se alza la llama del incienso perfumado.
Oh Cristo victorioso2
1. ¡Oh Cristo victorioso, que llevas florecidas
las llagas cual trofeo de victoria!
Con paso presuroso nos curas las heridas
y nos abres las rutas de la gloria.
las llagas cual trofeo de victoria!
Con paso presuroso nos curas las heridas
y nos abres las rutas de la gloria.
2. ¡ Oh luz madrugadora, que inundas de alegría
el corazón y el himno que cantamos!
¡Bendita aquella hora que hizo de este día,
la Pascua del Señor que celebramos.
el corazón y el himno que cantamos!
¡Bendita aquella hora que hizo de este día,
la Pascua del Señor que celebramos.
3. Destruyes el pecado, triunfaste de la muerte,
al hombre con tu gracia lo renuevas.
Jesús resucitado, un día espero verte,
que en pos de tu belleza nos elevas.
al hombre con tu gracia lo renuevas.
Jesús resucitado, un día espero verte,
que en pos de tu belleza nos elevas.
4. A ti se alza la llama de incienso perfumado.
A ti sea la gloria sin medida.
Al Padre que nos ama, al Hijo muy amado
cantamos y al Espíritu de vida.
A ti sea la gloria sin medida.
Al Padre que nos ama, al Hijo muy amado
cantamos y al Espíritu de vida.
La Bella flor
«Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo»
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo»
(Juan de Salinas, 1559-1642).
La Pascua es el tiempo de realce musical, de abundancia y florecimiento del canto. Es un tiempo de alegría y de gozo para entonar cantos de esta en honor de Cristo resucitado. Cantemos los cantos de pascua, todos los posibles, y hagámoslo bien, acompañándolos «al son de instrumentos, con clarines y al son de trompetas» (Sal 97), «con platillos sonoros, con platillos vibrantes» (Sal 150). «Todo ser que alienta alabe al Señor», porque es la Pascua, «el paso del Señor» que se pone a caminar con nosotros.
En Pascua tenemos que conseguir que la liturgia, en su conjunto, suene y resuene como una gran obra sinfónica: la sinfonía de la nueva creación en Cristo, afinados y vibrantes todos sus instrumentos.
Antonio Alcalde Fernández
1. J.L. BLANCO VEGA, Himno I de Sexta.
2. B. VELADO – A. ALCALDE, CD Pascua de Cristo. San Pablo. Madrid 2006.
2. B. VELADO – A. ALCALDE, CD Pascua de Cristo. San Pablo. Madrid 2006.
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