20 febrero 2016

¡Qué bien se está aquí!

¡Qué bien se está aquí!
Te dice, Señor Jesús,
tu amigo Pedro en este momento
en el que Tú, Señor Jesús, te transfiguras
y les muestras un destello de tu divinidad.
Pedro, en nombre de los otros dos,
hace pública manifestación de lo agradable
que es estar contigo, junto a tu cara divina
que permaneció oculta a lo largo
de toda tu vida.

¡Qué bien se está aquí!
Por eso se olvida del mundo
y sus quehaceres
haciendo de esa experiencia un absoluto.
Y Pedro quiere quedarse para siempre en la montaña,
por eso te sugiere construir tres tiendas
para vosotros y ellos se quedarán al raso,
poco importa.

¡Qué bien se está aquí!
Decimos a veces cuando compartimos la amistad,
cuando hay muestras de cariño,
cuando las personas son respetadas,
cuando hay agradecimiento,
cuando hay responsabilidad,
cuando oramos juntos con dedicación,
cuando hay paz,
cuando escuchamos con tiempo
la Palabra de Dios…

Esa es nuestra última meta:
estar bien con Dios Padre y con todos
los bienaventurados. Pero mientras,
como en el caso de Pedro y los suyos,
esas experiencias son aisladas,
que hay que saborearlas, disfrutarlas y valorarlas.
Pero la vida también trae sus penas,
sus luchas, sus preocupaciones,
sus fracasos.

Haz, Señor Jesús,
que sepamos ahora buscar
y procurar para nosotros
y para otros esas experiencias que llenan el alma,
que de momento son sólo ocasionales.
Un día será lo definitivo.

Pero quizás lo más importante
es que sepamos reconocerte como a lo que eres,
que sepamos descubrir tu personalidad completa
con las incidencias que tiene
para nuestra historia y para el mundo.

Hoy Dios Padre nos revela:
“Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle”.
Esta es la propuesta de Dios Padre:
reconocerte como Hijo amado,
escogido de Dios y por tanto escucharte.

Dios Padre bueno ayúdanos a descubrir
que Jesús es tu Hijo escogido
y por tanto a escucharle.
Él tiene palabras de vida eterna,
Él es el pan de vida, si le escuchamos
no andaremos en las tinieblas.

Para ello me dices
y la historia de tantos cristianos
me muestra
que he de dar tiempo a la oración,
a la escucha de la Palabra,
a procura tener sobre la vida una mirada
como la que Tú, Dios Padre bueno, tienes…

Perdóname porque muchas veces
no escucho a tu Hijo,
perdóname porque me escucho demasiado,
perdóname porque doy más importancia a otras voces
que no son las de tu Hijo escogido.

No ceses, Padre bueno, de revelarme
que Jesús es tu Hijo, el escogido
y de animarme a escucharle.

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