27 febrero 2016

Otra parábola de Jesús

Breve esta parábola de Jesús, pero llena de significado, oportuna para estos domingos de Cuaresma. Habla a campesinos, el símil de cultura rural, pero lo entendemos. Una higuera sin frutos. El propietario quiere higos. La higuera está espléndida, frondosa, magníficas hojas, pero no hay higos, hemos oído el diálogo con el labrador. No ha plantado la higuera para jugar a plantar y cortar árboles, quiere frutos. “A ver si el año que viene, con mi cuidado, tiene Vd. higos”. 
Esta pequeña parábola de Jesús transmite un mensaje fácil de comprender. Dios no quiere que nuestra vida sea estéril, vacía, espera frutos de nuestra persona.
Es muy posible que no aceptemos fácilmente que nuestras vidas sean vacías, estériles. Es fácil comprender que de una higuera se esperan higos, ¿pero mi vida está respondiendo a lo espera Dios de mí, de nosotros? Es tal vez la pregunta más firme a estas palabras de Jesús, que debe ir acompañada de la pregunta que nos hacemos cada uno a nosotros mismos: ¿qué le estoy dando yo?.
Sabemos que tenemos un sin número de capacidades de ser, de aportar “frutos” en nuestras vidas tan diversas. Dios los espera sin duda, aunque claro está, a él no van a enriquecerle en modo alguno. ¡Y nos ocupan tantas cosas de las que podríamos pasar!

Una vez más recordemos aquel diálogo recogido en las páginas bíblicas que mantiene Dios con el hombre y la mujer recién salidos de sus manos: “Poblad la tierra y gobernadla”. Son los principios fundamentales con los que Dios les encomienda el desarrollo, el progreso, el establecimiento de la gran familia humana, culmen de su creación, realizada a su imagen y semejanza, llamados todos a convivir como hijos de Dios, con el destino común de participar en el gozo de su vida. En esas tres palabras caben nuestra vida familiar, social, profesional, lo que nos enriquece y diferencia, orientado todo ello al pleno desarrollo de todos y de cada uno de los hijos de Dios y de la humanidad recién salida de sus manos. Son palabras bíblicas, bien sabemos, que hay que leerlas teniendo en cuenta lo primitivo de su redacción y al Dios que las enuncia.
Ante estas palabras de Dios, cada uno de nosotros somos responsables para comprender, que todo lo que podemos realizar para nuestra propia persona y para los demás humanos, hermanos nuestros, es continuar la grandiosa creación que Dios nuestro Padre nos ha confiado, con la esperanza y la seguridad del encuentro definitivo que nos ha prometido en el gozo de su presencia.
La historia de la humanidad es nuestra verdadera historia y Cristo ante ella nos llama una vez más a nuestra responsabilidad, sin olvidar también nuestra esperanza.
La humanidad se ha ocupado de poblar la tierra, ¿pero de gobernarla?. Dios creador de la vida, nos ha llamado a participar con él responsablemente en la propagación de la vida y también responsablemente en la ordenación, el gobierno, el desarrollo de lo creado destinado todo ello al disfrute, al vivir de la humanidad. Sin olvidarnos de la ecología, de la defensa del medio ambiente, que merecen nuestro aprecio, nuestro cuidado, es nuestra casa.
Ante esta gran verdad, ante este gran principio, hemos de situarnos cada uno según lo que somos, según la ruta que hemos elegido. No cabe ni el egoísta que se cierra en sí sin mirar a su lado, ni el irresponsable que vive en un permanente vacío sin aportar fruto alguno en su vida.
¿Cómo es posible que toleremos el arrastrar una vida sin auténticos frutos, una vida sin humanidad, un cristianismo sin seguimiento a Jesús, es posible que una iglesia sin ocuparse del Reino pueda realmente seducir a alguien cabal?. ¿Por qué? Hijos de Dios, llevamos el sello de la familia, Dios nos lo grabado, Él lo da todo, Él es el que ama. Es el destino de nuestro vivir. 
Es evidente que el resultado de lo que hoy es la humanidad está pidiendo un cambio. Es muy posible que a todos nos influya la ola de mentira, de corrupción, de egoísmo, pero es donde hemos de analizar nuestra responsabilidad, nuestra capacidad de austeridad y de acompañar a los que sufren. 
Nuestra fe nos dice que Jesús ha venido a ser uno más de la humanidad, a ser hombre como nosotros para trasmitirnos la Buen Noticia de Dios y una fuerza de salvación para ayudarnos a cumplirla.
Su palabra la conocemos: amaos como yo os amo, todos somos hijos, su atención especial fueron los más necesitados, los que sufren, los pecadores y alejados. Es lo que Él hacía, pero no se contentó con ello, a Jesús no le condenaron los pobres a los que ayudaba a vivir, le condenaron las autoridades, las personas influyentes en aquel tiempo, sobre todos las religiosas, que encontraron que la palabra y la vida de Jesús acusaban con dureza su vida, sus costumbres, sus enseñanzas.
La salvación que Jesús nos comunica a nosotros sus hermanos, es el Espíritu de Dios, espíritu que es amor; nuestro impulso vital más firme, como participación, de su Espíritu que recibimos ha de estar impulsado, abierto también a todos a los seres humanos, nuestros hermanos, con predilección a los más necesitados.
Es la salvación, la ayuda de Jesús para que seamos capaces de cumplir el deseo de Dios de gobernar nuestra tierra, cada uno desde nuestra vida para que todos vivamos como hijos de Dios, como hermanos, disfrutando de las riquezas que Dios ha encerrado en ella. Hoy también vamos construyendo la historia. 
Todo esto no quiere decir que lo que entendemos por trabajo sea el destino de nuestra vida, bien sabemos que hay muchos maneras realizarnos, de vivir en armonía, en convivencia, que incluye el trabajo, el descanso y tantos modos de disfrutar de la amistad, de la belleza, del amor, del gozo de vivir. Por eso Jesús nos ha dejado como verdadera palabra suya “amad como yo amo”. Así vivió él.
Por todo esto, esta parábola de hoy es una llamada a la responsabilidad y a la esperanza. El dueño conoce su viña, promete que volverá, porque su deseo es tener una cosecha, una humanidad espléndida superando nuestras tremendas injusticias actuales. Es nuestra tarea, de cada uno, colaborando con todos.
Sin olvidar que en la viña hoy alguien que la cuida y que promete cuidarla, Jesús está a nuestro lado, hoy nos llama a integrarle en nuestro pensamiento y horizontes, como parte del plan de Dios del que formamos parte, con todo lo que nuestra vida es: trabajo, familia, descanso, sufrimiento, muerte, encuentro pleno con Dios. 
Es la llamada generosa de esta breve parábola que nos revela el acto de amor generoso y enormemente responsable, somos queridos por Dios en esta vida nuestra, que conocemos y que él nos acompaña a vivir.
José Larrea Gayarre

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario