21 febrero 2016

Ganas de vivir

Dos palabras pudieran resumir el evangelio de hoy: dolor y esperanza. El actor y director de cine, Woody Allen, a pesar de que se le conoce por su humor, se le atribuye una de las frases más pesimistas. En una ocasión escribió: ”Dios ha muerto, Marx ha muerto … y yo no me siento nada bien” Venía a decir que aquí no se salva nadie. Allen se veía encerrado en un túnel sin salida. 
El evangelio de hoy se centra en el acontecimiento de la transfiguración del Señor, que, según la tradición, tuvo lugar en el monte Tabor. Una montaña de 800 metros de altitud aproximadamente, situada en Galilea. Con tres de sus apóstoles sube Jesús a la cumbre: Allí aparecen Moisés y Elías conversando con Jesús. Probablemente hablan de la muerte que le esperaba a Jesús en Jerusalén. Para los apóstoles fue una experiencia feliz: “¡qué bien se está aquí!”. No se enteraron mucho de lo que se trataba. También se hizo presente el Padre-Dios, quien dejó el mensaje: ”Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle”.

El Tabor y el Calvario se relacionan. Éste nos habla de dolor, de muerte. Aquel –el del Tabor- nos habla de alegría, de gozo, de esperanza. El Tabor choca con el Calvario. Los dos representan lo que es la vida. Jesús intuía que su muerte, su pasión estaba próxima y trata de preparar a sus apóstoles para que asuman lo que les cae encima. Pues se imaginaba que le latigazo que iban a recibir sería brutal, pues “los sumos sacerdotes y los letrados le condenarán a muerte y le entregarán a los paganos para que se burlen de él y le azoten y le crucifiquen y al tercer día resucitará”. Se impone, por tanto, la fe en la resurrección. Esta realidad la describe acertadamente una conocida canción: ”me ha dado la risa y me ha dado el llanto; así yo distingo dicha de quebranto, los dos materiales que forman mi canto”. Jesús estaba seguro de que le iban a matar y quiere preparar a los suyos para que superen los momentos sombríos, de fracaso, que vendrían.
No entendieron de la misma manera la experiencia del Tabor Jesús y el apóstol Pedro. Para Pedro y sus compañeros aquello supuso un encuentro excepcional, una oración donde se sintió tan a gusto que exclamó “hagamos tres chozas y quedémonos aquí”. Para Jesús con aquella experiencia quiere transmitirles sobre todo confianza y fe, para cuando vinieran las pruebas de la pasión. Quiere decirles que Jesús no termina en el fracaso, en al cruz.
Por otro lado, Jesús invita a sus tres apóstoles a bajar al valle, a poner los pies en la tierra, a bajar del monte, a no dejarse vencer por la tentación de permanecer en la cumbre de la montaña. Jesús conocía muy bien a la gente y, por tanto, a sus discípulos. Estaba seguro de que se iban a romper. Si él ha venido para que “tengamos vida y la tengamos en abundancia”, no podemos olvidar que vivimos en una época, en la que sentimos “una sensación de desaliento”Por ello necesitamos una dosis fuerte de esperanza, de ánimo, de aliento.
Hago mías las palabras, cargadas de ternura, con las que el apóstol San Pablo se despide de sus cristianos de Filipos: ”hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así fieles al Señor”. Aceptar la invitación que Dios-Padre, envuelto en una nube, dirige a los tres apóstoles: ”Este es mi Hijo, el elegido, escuchadle”, garantiza el que el Tabor sea nuestra imagen, nuestro espejo en el sentido de que realizaremos similares efectos en la gente que gira en torno nuestro. En especial comunicaremos ganas de vivir superando la sensación de desaliento.
Josetxu Caribe

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