10 noviembre 2015

Domingo 15 noviembre: Para la homilía

Escuchamos hoy un mensaje esperanzador de Jesús: ojalá que no caigamos en la tentación de leer este evangelio con temor y angustia, sino que sepamos entender el lenguaje apocalíptico, lleno de imágenes y símbolos, para hablar del fin del mundo.
Un día, la historia del ser humano sobre la tierra, que es sin duda apasionante, llegará a su fin. Es el anuncio de Jesús hoy, pero también la previsión de las ciencias modernas. El mundo no es eterno; la vida tendrá su final.
Jesús no quiere provocar fantasías ni imágenes morbosas; es bastante sobrio en sus palabras, no nos deja especular con fechas o plazos establecidos: «Nadie sabe el día ni la hora … sólo el Padre»… El mundo está en buenas manos, podemos con fiar en nuestro Dios y Creador.

En este relato, Jesús usa imágenes que todos podemos entender; el sol y la luna que hoy iluminan la tierra, se apagarán; el mundo quedará a oscuras, pero ¿se apagará la historia de la humanidad?, ¿terminarán así nuestras esperanzas?
Según nos cuenta Marcos, en medio de la noche se podrá ver «al Hijo del Hombre», es decir, a Cristo Resucitado que vendrá «con gran poder y gloria»; su luz salvadora iluminará todo; Él será el centro de un mundo nuevo, el principio de una humanidad renovada para siempre.
Como tantas veces, el evangelio nos pone parábolas que nos ayudan a entender su mensaje: nos invita a vivir esta vida como una primavera; la naturaleza, que aparece como muerta en el invierno, comienza a despertar; en las ramas de la higuera brotan las nuevas hojas verdes que anuncian el verano.
Estamos en invierno, aún no es hora de cosechar; no hay logros definitivos, pero sí pequeños gestos indicativos de que la vida está en gestación. Nuestros esfuerzos y dedicación a mejorar el mundo no se perderán; se verán colmados en ese misterio último de la realidad que los creyentes llamamos Dios.
Él está cerca, detrás de nuestra puerta, no nos deja solos, nos lo promete «el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán». Es una invitación a vivir con ados en su palabra el momento presente, el “antes” que ya es “hoy” y el futuro que va llegando.
Se nos invita a ver y observar los signos, a saberlos interpretar desde la fe que supone fiarse. Mientras, caminamos en este mundo intentando hacerlo un poco mejor cada día, dejando en manos del Señor nuestros anhelos, sueños y proyectos.
Mª Luisa Berzosa González, fi.

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