El capítulo 13 del evangelio de Marcos recoge el único gran discurso de Jesús en todo su evangelio. Se trata del “discurso sobre el n de los tiempos”. Sentado en el monte de los olivos contempla enfrente la grandiosidad y majestad del Templo. El discurso se inicia a raíz del anuncio de la destrucción del mismo. Cuatro discípulos, los primeros llamados, en los que están representados todos los demás, preguntan por el momento y las señales que acompañarán el acontecimiento del n de los tiempos. El discurso trata de responder a este doble interés.
El estilo es típico de la literatura apocalíptica, bastante difundida en el judaísmo de la época. Resulta extraño escuchar estos relatos, difíciles de comprender fuera de aquella mentalidad. Acontecimientos extraordinarios, catástrofes naturales, persecuciones, visiones majestuosas… son elementos habituales de esta literatura, arraigada en el lenguaje de los profetas (Daniel Isaías…). Leídos hoy parecen más una película de ciencia cción, que relatos bíblicos en los que escuchamos la Palabra de Dios.
El ropaje literario esconde una lectura teológica de la historia. Surgen en momentos de graves di cultades y de persecución del pueblo, y tratan de fortalecer su esperanza en Dios. El mundo perverso actual pasará; el triunfo de nitivo del Reinado de Dios está cerca; «un cielo nuevo y una tierra nueva» están a las puertas. De este modo la fe está en condiciones de soportar la tribulación, hasta que aparezca el Hijo del hombre, el Mesías esperado. La historia está guiada por la mano de Dios y su triunfo será de nitivo.
El centro del discurso anuncia, precisamente, el acontecimiento de la llegada gloriosa de este Hijo del hombre. El tiempo de nitivo se inicia con una convulsión cósmica. Las imágenes del sol, la luna y las estrellas, de marcado sabor apocalíptico, indican la intervención última y de nitiva de Dios, al n de los tiempos, cuando llevará a plenitud su obra en el mundo.
El momento culminante es la llegada en gloria y majestad del Hijo del hombre. Él trae una misión:
«reunir a todos los elegidos» en la gran familia de los hijos de Dios. Su triunfo de nitivo es el de todos aquellos que permanecen en Él. En esta misión destacan dos aspectos. El primero es su carácter universal: «de un extremo a otro del cielo y de la tierra»; nadie puede quedar excluido, a todos los pueblos alcanza la salvación.
Muy importante es el segundo aspecto. La venida del Hijo del hombre no introduce un horizonte sombrío. No se habla de condenación. El punto de vista se centra en los salvados. No viene como juez que hace justicia y separa a los justos de los pecadores. Su misión es reunir a todos los que han sido elegidos. Por eso, el mensaje de este cuadro apocalíptico es una llamada a la esperanza, una invitación a mantener viva la fe, porque el Hijo del hombre llega para salvar.
El ejemplo de la higuera abunda en esta dinámica. «Nada se sabe del día y la hora» en que aparecerá la salvación de nitiva. Por eso, el discípulo ha de estar atento a leer los signos de los tiempos, vigilante para descubrir el momento, como sucede cuando contempla la higuera. La palabra de Jesús, «que no pasará nunca», es la que orienta la vida y actitudes del discípulo en el tiempo intermedio, hasta la venida de nitiva del Reino de la salvación.
Óscar de la Fuente de la Fuente
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