26 septiembre 2015

Liturgia 26 septiembre


Introducción
Año I. El profeta Zacarías nos da hoy una visión de alegría, esperanza y universalidad. La reconstrucción del Templo y de la ciudad de Jerusalén después del exilio asegura que Dios vive en medio de su pueblo y que muchas naciones encontrarán allí a Dios, entre su pueblo. Deben ser un pueblo abierto, sin murallas, ya que Dios mismo los protegerá.
Evangelio. “Ellos no le entendieron en absoluto,” dice el evangelio sobre los discípulos, cuando Jesús les predice su próxima pasión.  Jesús habla de sí mismo como del “Hijo de Dios”, la persona misteriosa de origen celeste anunciada por Daniel. “Debe ser entregado”, porque él es también el Siervo Sufriente de los cánticos del Segundo Isaías. Verdaderamente, todo esto, sobre uno que viene de Dios, es un siervo y tiene que sufrir y morir, es difícil de reconciliar y aceptar, al menos desde el punto de vista humano.  Y también nos resulta difícil aceptar que nos digan que tenemos que seguir su ejemplo. 

Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Tú escogiste para tu nuevo pueblo, la Iglesia,
al pueblo liberado por la sangre de tu Hijo.
¿Cómo podemos ser signo tuyo entre las naciones
a no ser que tú estés presente en medio de nosotros,
en nuestra acogida de todos, 
en nuestra paz, nuestro espíritu de servicio,
nuestro amor sin fronteras?
Que seamos capaces de todo eso, Señor
por el poder salvador de tu Hijo
Jesucristo nuestro Señor.

Intenciones


  • Para que seamos una Iglesia sin discriminación, donde todo el mundo es bienvenido y acogido, roguemos al Señor.
  • Para que, como Dios mismo, que permite al sol brillar sobre buenos y malos, nosotros aprendamos a ver lo bueno que hay en la gente y a rehusar a condenar a nadie, roguemos al Señor.
  • Para que nuestras comunidades cristianas sean amables y hospitalarias hacia todos los que el Señor  pone en nuestro camino, roguemos al Señor.


Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios Padre nuestro:
Tú nos invitas a sentarnos a la mesa
de tu Hijo Jesucristo.
Haz esa mesa larga y ancha, Señor, 
que se extienda por toda la tierra, 
y a la que pueden sentarse y ocupar lugar
todos los hombres y mujeres que quieran acercarse
y que deseen alimentarse
con la palabra y con el cuerpo
de Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor.

Oración después de la Comunión
Oh Dios, Padre nuestro:
Por medio de este banquete de la eucaristía
nos has unido más fuertemente
a Jesús tu Hijo y también los unos a los otros.
Que esto sea claro y  obvio, 
para que todos vean
que Cristo está vivo entre nosotros,
no porque seamos mejores que nadie,
sino porque él es nuestra fuerza y esperanza. 
Con su poder intentamos,
torpemente y no siempre con éxito,
amarnos unos  a otros como él nos amó,
porque él, Jesucristo, es nuestro Señor 
ahora y por los siglos de los siglos.

Bendición
Hermanos:   Gente “abierta” es gente donde Dios es bienvenido y que puede acoger a todos sus hijos e hijas de todo el ancho mundo. Allí hay espacio para que el reino de Dios se sienta como en su casa y crezca. Que ojalá nosotros formemos esa clase de pueblo, con la bendición  de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

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