No basta creer en Jesús. Hay que responder a la siguiente pregunta ¿en qué Jesús crees?. Hace poco tiempo se publicó un libro cuyo título reza “El Jesús deformado” y que recoge las diferentes formas en las que se ha presentado a lo largo de la historia a la persona de Jesús. No todas valen. Por ello todo cristiano debe esforzarse por encontrar, por descubrir al verdadero, al auténtico Jesús. Su resurrección (de la cual nos habla el evangelio de este domingo) alteró la vida de los apóstoles. ¿Había resucitado o no había resucitado? ¿Se había aparecido a algunos del grupo o no? ¿Era el Jesús real o un fantasma?. Al principio la mayoría se inclinaba por creer que era un fantasma.
¿Cómo llegar a conectar con el Jesús auténtico? Puesto que a las personas no se las conoce simplemente por estar cerca físicamente. Es cuestión de otras tomas de postura. Posiblemente algunos de vosotros conozcáis el canto “Con vosotros está”. Dice así: ”Con vosotros está y no le conocéis. Su nombre es el Señor y pasa hambre y clama por la boca del hambriento y muchos que lo ven pasan de largo acaso por llegar temprano al templo. Su nombre es el Señor y sed soporta y está en quien de justicia va sediento y muchos que lo ven pasan de largo, a veces ocupados en sus rezos”
Jesús trata de facilitar este encuentro con los apóstoles con una pregunta nada extraña y con un gesto sencillo: ”¿Tenéis algo para comer?. Para pasar del Jesús fantasma al Jesús auténtico es necesario prescindir de abalorios y de devociones raras, que nada aportan. Más bien enturbian la verdadera imagen de Jesús. En Emaús los dos discípulos le conocieron “al partir el pan”. Hoy les sorprende con la pregunta “¿tenéis algo que comer?”. Sigue con preguntas al alcance de la gente más popular, más normal. Es decir nos podemos encontrar con Jesús en la vida diaria, en la monotonía de cada día.
El evangelista Lucas anota hoy un detalle que al parecer tuvo importancia para levantar el ánimo de aquellos apóstoles desnortados:”Se presentó en medio de ellos”. Jesús no se pone en el medio para estorbar. El que Cristo se coloque en el centro, en el medio de nosotros y de nuestra sociedad es un canto a la esperanza. Pues, al convertirse en punto de referencia de nuestras discusiones y de nuestros proyectos, es fácil que las cosas se orienten adecuadamente.
Volviendo a la resurrección, si creyésemos en ella plenamente no sería solamente una minoría la que susurrase “muero porque no muero”. Si creyésemos sinceramente en nuestra resurrección, nuestra vida sería radicalmente distinta. Ya que no es comparable esta vida nuestra de aquí y ahora, la cual, estirándola mucho, puede llegar a los 100 años y con muchas limitaciones, con la vida de después de la muerte totalmente gozosa y feliz, según nos asegura la fe.
Dice el evangelio que “entones les abrió el entendimiento a los apóstoles para comprender las Escrituras”. Que a nosotros nos acaricie la creencia firme de que “al final de todo nos esperas, en tu hogar abierto, en tu amor sin fin, en ese cielo luminoso en el que sé que yo tengo un lugar, en el que sé que todos tenemos un lugar, la creencia firme de que un amor nos lleva, un amor nos espera”
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