R I T O S I N I C I A L E S
CANTO DE ENTRADA.
El Señor nos llama y nos reúne, somos su pueblo, signo de unidad. Él está en medio de nosotros sirve a la mesa, nos reparte el pan.
Por todos los caminos nos sales al encuentro, por todos hemos visto señales de tu amor. Tu pueblo se reúne, Señor, a bendecirte, a celebrar con gozo tu paso salvador.
SALUDO Y MONICIÓN.
ACTO PENITENCIAL.
GLORIA.
ORACIÓN COLECTA.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA.
Lectura del primer libro de Samuel 3, 3b-10. 19.
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: “Aquí estoy.”
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado.”
Respondió Elí: “No te he llamado; vuelve a acostarte.”
Samuel volvió a acostarse.
Volvió a llamar el Señor a Samuel.
Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado.”
Respondió Elí: “No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.”
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado.”
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: ´´Habla, Señor, que tu siervo te escucha.``”
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: “¡Samuel, Samuel!”
Él respondió: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha.”
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
PALABRA DE DIOS
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 39.
Antífona: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio.
Entonces yo digo: “Aquí estoy –como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad.” Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 6, 13c-15a.17-20.
Hermanos:
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo.
Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros.
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?
El que se une al Señor es un espíritu con él.
Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios.
No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros.
Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
PALABRA DE DIOS
ALELUYA.
Antífona: Hemos encontrado al Mesías, que es Cristo; la gracia y la verdad vinieron por medio de él.
EVANGELIO.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 1, 35-42.
En aquél tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: “Éste es el Cordero de Dios.”
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscáis?”
Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?”
Él les dijo: “Venid y lo veréis.”
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).”
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).”
PALABRA DEL SEÑOR
HOMILÍA.
CREDO.
ORACIÓN DE LOS FIELES.
LITURGIA EUCARÍSTICA
OFERTORIO.
Canto:
Este pan y vino, Señor, se transformarán en tu cuerpo y sangre, Señor, en nuestro manjar.
Gracias al sol y al labrador, en el altar florecen hoy las espigas, los racimos que presentamos a Dios.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS.
PREFACIO Y SANTO.
PLEGARIA EUCARÍSTICA.
RITO DE LA COMUNIÓN
PADRE NUESTRO.
RITO DE LA PAZ.
CORDERO DE DIOS.
COMUNIÓN.
Canto:
Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga.
Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar.
Tú sabes bien lo que tengo, en mi barca no hay oro ni espadas, tan sólo redes y mi trabajo.
Tú necesitas mis manos, mi cansancio, que a otros descanse; amor que quiera seguir amando.
Tú pescador de otros lagos, ansia eterna de almas que esperan, amigo bueno, que así me llamas.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.
Señor, tú sales a nuestro encuentro, como aquél día de Pascua saliste al encuentro de los dos discípulos desesperanzados, que se iban hacia Emaús, intentando olvidar el fracaso de tu muerte.
Tú sales a nuestro encuentro y nos ayudas a entender que la vida, vivida con amor nunca fracasa, siempre es semilla de resurrección, puerta abierta hacia una vida más plena.
Tú sales a nuestro encuentro y nos reúnes en comunidad; y te sientas a la mesa con nosotros y nos partes el pan y nos pasas el vino, para que te reconozcamos, y llenes nuestra vida. Gracias, Señor.
ORACIÓN.
RITO DE CONCLUSIÓN.
BENDICIÓN Y DESPEDIDA.
Canto.
Hoy, Señor, te damos gracias, por la vida la tierra y el sol. Hoy, Señor, queremos cantar las grandezas de tu amor.
Gracias, Padre, tú guías mis pasos, tú eres la luz y el camino, conduces a ti mi destino, como llevas los ríos al mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario