Queridos amigos y amigas:
El evangelio de hoy nos habla de un encuentro, una llamada y un camino.
Un encuentro: el que tiene Felipe con Jesús. No se nos dice mucho, pero parece que no estaba programado, que fue casual. Jesús salía para Galilea y se encuentra a Felipe. O el encuentro que tiene Natanael con el Maestro. En este caso, por medio de Felipe. Aunque Natanael está lleno de prejuicios, pensando que del pueblo de Jesús no puede salir nada bueno, la invitación de Felipe -“ven y verás”- acaba convenciéndole y da un paso de acercamiento para encontrarse con Él.
Una llamada. Llamada que brota en el encuentro, para llevarlo más allá. En el caso de Felipe es directa, inmediata, clara: “Sígueme”. En el caso de Natanael, llega tras un diálogo con Jesús, que pretende vencer sus prejuicios y pasar por encima de las barreras de su corazón. La llamada a Natanael suena en forma de promesa: “Has de ver cosas mayores”.
Y un camino… que no es otro que el camino de Jesús. El que se abre a cada uno de sus discípulos cuando se encuentra con Él y escucha su llamada. Es el camino de hacerse hijos del Padre, viviendo sostenidos en su amor inmenso e impulsados por el fuego de su Espíritu; el camino de saberse hermano de todos, creando puentes y superando fronteras; el camino de preocuparse por los más pequeños, los preferidos del Señor, para que también ellos puedan llegar a vivir como hijos y como hermanos.
Dos mil años después, Jesucristo sigue propiciando encuentros, haciendo llamadas y abriendo caminos. Un encuentro que se personaliza en cada uno; una llamada que quiere llevarnos más allá de nuestros estrechos límites; un camino que ha de concretarse en la vida de cada persona, desde una opción de vida seglar o de especial consagración.
¿Eres capaz de reconocer estos momentos en ti? Que hoy puedas revivir el encuentro y la llamada que Jesús hace a tu vida, para seguir con más alegría y decisión su camino.
Vuestro hermano en la fe:
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