23 diciembre 2014

Cantar en Navidad

El tiempo de Navidad es un tiempo breve en su duración, pero intenso, pletórico de festividades. Comprende desde las I Vísperas de la Natividad del Señor, el 24 de Diciembre, hasta las II Vísperas del Domingo en que se celebra el Bautismo del Señor. Es el tiempo en que se da cumplimiento a las promesas del Adviento.
Según las Normas Universales dadas por la Iglesia en 1969 para el Año Litúrgico, después de la celebración del misterio pascual de Cristo (muerte y resurrección), que es su cumbre, nada hay más importante en el calendario cristiano que la celebración del Nacimiento del Señor y de sus principales manifestaciones o epifanías, en el llamado tiempo de Navidad.
Navidad y Epifanía forman una unidad inseparable. Ambas celebran el mismo misterio bajo dos aspectos. En Navidad se acentúa el misterio del Nacimiento del Hijo de Dios en la pobreza, humildad, debilidad; en la Epifanía, se celebra la manifestación de su divinidad, su carácter Salvador, a los paganos, los lejanos, a los Magos. Occidente se centró en la Navidad y Oriente en la Epifanía.

El crecimiento progresivo de la fiesta de Navidad se pone de manifiesto en la liturgia romana en las tres misas de la Navidad, además de la de la vigilia: la misa de Medianoche o “Del Gallo”; la de la aurora con la aparición de los pastores; y la del mediodía en que ya “todos los confines de la tierra han contemplado el misterio de la Palabra hecha carne”.
En los textos de la liturgia de Navidad se repite muchísimas veces la palabra clave: “Hoy”, que le da actua- lidad palpitante del “ahora, aquí, para nosotros”: “Hoy vais a saber que el Señor vendrá y nos salvará”(Ex.16,6- 7);”Hoy nos ha nacido un Salvador” (Sal.95, 1-2);”Hoy en la tierra cantan los ángeles, se alegran los arcángeles; hoy saltan de gozo los justos diciendo: Gloria a Dios en el cielo” (Ant. Magnificat. II Vísperas).
En Navidad, de modo particular la Iglesia celebra la presencia de María y trata de imitar su ejemplo como Virgen Madre (“Marialis Cultus”, ns.19 y 21).
Los coros parroquiales desgarran sus voces en estos días. La disposición es grande y es una buena ocasión para aprender cantos nuevos y perfeccionar los ya sabidos. En los días anteriores se podría convocar a la asamblea diez minutos antes de la Misa para ensayar y preparar la liturgia de la Navidad.
El Villancico, en su género, no es fácil si se quiere conjugar la alegría juguetona y traviesa con la El villancico ha de ser profundidad teológica y mistérica; no es fácil, a pesar de su abundancia, si se quiere conjugar lo popular con lo sencillo y fácil. El villancico ha de ser comprometido y tierno a la vez; no amargo ni contestatario, sino universal y ecuménico.
Las Eucaristías de este tiempo no pueden reducirse a meras pastoradas. Los villancicos de corte tradicional-popular-folclórico tienen su cabida en la Eucaristía: presentación de los dones, final, adoración de la imagen del Niño Jesús; pero, en la liturgia, en Navidad, tenemos que cantar algo más que villancicos.
El gran canto litúrgico de la Navidad es el canto del Gloria, junto con el Sanctus, que se hace eco en este tiempo de la alegría desbordante de los ángeles en el “Llenos están el cielo y la tierra de tu Gloria. Hosanna en el cielo”. La aclamación al memorial: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”, nos pone en relación el Nacimiento del Señor con el Misterio pascual de Cristo: muerte y resurrección. La Iglesia celebra la Navidad siempre a la luz de la Resurrección. Navidad es ya el inicio de la redención salvífica. La expresión popular “Felices Pascuas” aplicada a la Navidad, está llena de contenido. Es un eco de los antiguos calendarios que anunciaban la fiesta: “Nacimiento del Señor en la carne. Pascua”. Como también se felicita en Resurrección con “Feliz Pascua” El canto de la Calenda de Navidad nos recuerda y remite, musicalmente, al canto del Pregón Pascual.
Antonio Alcalde

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