El entusiasmo
cotidiano
(Llevar el bien
dentro de sí)
“No dejes apagar el
entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre
hacia la altura.” (Rubén Darío)
El
entusiasmo no es jolgorio vacío,
ni
alegría forzada con calzador
u
optimismo de moda o en pose de plástico.
Una
exaltación del ánimo
con
repercusiones solidarias,
un
fervor interior
que
parece venir de otras orillas,
de
una fuerza superior a la nuestra
pero
que con nosotros coopera
y
anuda entusiasmos en una explosión
con
empujes de esperanza,
con
largas esperas que no dejan de esperar
en
una respiración de almas acompasadas.
Este
arrobamiento de los saltos cotidianos
da
testimonio al mundo
con
mirada veraz,
limpia,
directa a mis pupilas y al fondo común.
En
la noche de los orígenes remotos,
su
raíz: “entheos”
nos
impulsa a remar más adentro;
Dios,
el bien, la totalidad en el brillo de los ojos,
en
alegría o tristeza asumida valientemente,
donde
los miedos transitan a nuestro lado pero alejándonos
de
las tinieblas,
con
esa sabiduría nueva
que
siempre ha estado ahí
pero
hoy se paladea
con
el gusto de un corazón
abierto
a lo inaudito
(Antonio
Martínez. Valladolid, barrio de Delicias)
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