Creo que, empezando por mí mismo, tenemos un cristianismo confundido o mal transmitido. Supongo habrá algo de ambas cosas, pero también no bien escuchado porque no interesa escucharlo bien. En el fondo, la mayor parte de culpa debe ser PERSONAL, porque cuando las cosas interesan nos entregamos en cuerpo y alma.
Creo que fue San Benito, escribo esta reflexión precisamente en su día, quien dividió el tiempo muy bien PARA entregarse a la tarea de seguir al Señor. Las veinticuatro horas del día la dividió en ocho horas para el trabajo, ocho horas para rezar y ocho para descansar. Así, completadas las veinticuatro horas se tenía tiempo para todo, y en todo estaba contenido Dios.
No hay seguimiento cuando partimos nuestro día y excluimos a Dios del mismo. SÓLO le dejamos entrar en el escaso tiempo de la misa y algún ratito más. Luego, nuestro trabajo y tiempo de descanso lo dedicamos según nos convenga y satisfaga. Diríamos que nuestro seguimiento sería a media, porque cuando no estamos en contacto directo con Él, estamos alejados de Él.
Y seguir a Dios es estar las veinticuatro horas con Él. Estar en el trabajo, en la oración y hasta en el tiempo que dedicamos al descanso. No, por el hecho de estar TRABAJANDO O descansando, o disfrutando de una buena lectura, película o deporte nos olvidamos de Dios, sino que en ese momento podemos esforzarnos en vivir las circunstancias y vivencias que se presente desde su Amor y a su estilo.
Esforzarnos en vivenciar esas actitudes desde donde quiera que nos encontremos es esforzarnos en estar entregados a su Amor las veinticuatro HORAS del día. Porque Jesús ocupa todo nuestro querer, nuestro sentir y nuestro ser.
De Salvador
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