MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos, hermanas y hermanos, a la asamblea dominical un domingo más. Dispongámonos a celebrar unidos --como un solo pueblo, como una sola persona en Cristo-- esta fiesta. Venimos aquí a aumentar nuestra fe y, como Pedro, a mitigar nuestros miedos y temores. Y así juntos iniciar nuestra cercanía absoluta a Dios por medio de este portento que es el milagro del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- Elías espera a Dios y este se le presenta como un susurro, sin prueba alguna de su poder. Es el gran secreto de Dios que nos narró Jesucristo que se acerca como Padre bueno a sus criaturas. Ese es el relato del Libro Primero de los Reyes, en la primera lectura.
S.- El Salmo 84 procede los días de la persecución de Antioco. Y es, sobre todo, un canto ilusionado y esperanzado ante la misericordia divina, a la que el pueblo expresa toda su gratitud. Nosotros, tambien, aquí y ahora, debemos reconocer al proclamar el salmo 84 que Dios es justo porque es bueno.
2.- En la segunda lectura, de la carta de San Pablo a los Romanos, describe el apóstol de los gentiles, el misterio inquietante de la infidelidad de los judíos a Jesús. Nada, ni nadie, parece que pudo evitarlo. Pero subyace en el relato de Pablo un mensaje de esperanza para el pueblo del que nació Jesús de Nazaret.
3.- La barca de Pedro es la Iglesia. Los miedos de Pedro son las tribulaciones lógicas de esa Iglesia de Cristo. Pero, tras la tempestad llega la calma y tras el momento duro en que Pedro parece que se hunde en las aguas llega la calma de la mano del Señor Jesús. El Evangelio de Mateo nos narra este hecho Escuchemos con atención.
Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
Vamos a leer el Salmo 33 como lectura de postcomunión. Es una composición que nos habla de la cercanía de Dios y de su preferencia por sus hijos. Es uno de los salmos más bellos del Salterio.
Nota.- Si pareciese un poco largo para este menester de lectura de postcomunión, pueden elegirse un par de estrofas.
EL SALMO 33
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió
me libró de todas mis ansias.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ver qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor les escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
Él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se le quebrará.
La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
EXHORTACIÓN DE DESPEDIDA
Salgamos alegres de esta celebración, en la que el Señor, como a Pedro, nos ha dicho que no tengamos miedo. Si nos fiamos de Él nada nos faltará e incluso podremos hacer cosas aún más difíciles que caminar sobre las aguas. ¡No tengamos miedo, que el Señor está con nosotros!
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