23 febrero 2014

Homilías-Reflexiones para el VIII Domingo T.O. 2 de marzo

  • Evangelio: (Mateo 6,24-34)

Marco: Continuamos proclamando el sermón de la montaña. La lectura de hoy se centra en el modo de actuar de la providencia.


Reflexiones
1ª) ¡El discípulo de Jesús debe elegir con decisión, incluso arriesgarse!
No podéis servir a Dios y al dinero... El esclavo o el que trabaja para otro como siervo no dispone de tiempo para sus asuntos. Estará totalmente entregado a los asuntos de sus amos. Este sería el sentido de siervo a lo largo de la Escritura. Bien es verdad que ese concepto se aplica después al orden espiritual y concretamente, a los enviados por Dios. Se consideran siervos porque tienen conciencia de que sus vidas y su tiempo así como todas sus posibilidades quedan al servicio de su Señor que les envía a la misión. La referencia al servicio a Dios y al servicio al dinero concreta de manera plástica la enseñanza anterior. Dedicarse totalmente al ser vicio de Dios es disfrutar de la libertad y plena realización humana. Ponerse al servicio de Dios ennoblece al hombre considerado desde esta perspectiva. En el relato de la creación se dice: Hagamos a los hombres a nuestra imagen, según nuestra semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptiles de la tierra (Gn 1 ,26ss). Le diste el dominio sobre las obras de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies (Si 8,5ss). En cambio someterse al dinero esclaviza. Recuérdese que él término utilizado por el evangelista evoca al dios que lleva ese nombre, al dios Mammón. El culto a este dios conduce al hombre al servilismo y la dependencia deshumanizadora.
¡El discípulo de Jesús no debe ser atrapado por los agobios y las preocupaciones! El agobio nunca debe contraponerse a ocupación: el discípulo de Jesús debe confiar en la providencia como si todo dependiera de Dios y, a la vez, debe entregase a su tarea y trabajo como si todo dependiera de sus posibilidades (cf. 1 Ts 4,10ss). Este debería ser el talante a seguir por los discípulos de Jesús. Jesús se entregó al trabajo duro y mal pagado como les sucedía a muchos de sus contemporáneos y vecinos de Nazaret. Trabajo asiduo, pero alejando el agobio. Ese equilibro es el necesario para vivir el Evangelio en su autenticidad.

2ª) ¡El poeta Jesús invita ahora a sus discípulos a contemplar la naturaleza!
Mirad a los pájaros… Mirad a los lirios del campo. Mateo los llama peteina que significa generalmente el que vuela, las aves del cielo; Lucas los llama kórakas que propiamente significa cuervo. ¿Qué pudo decir Jesús? Con mucha probabilidad lo que leemos en Lucas. Y la razón estriba en que para los judíos, más que para nosotros actualmente, el cuervo era un animal repugnante porque además de otras connotaciones era considerado un animal impuro, que lo hacía más repugnante todavía. Ambos términos conducen la imaginación del lector en dos direcciones diferentes, aunque en parte complementarias: Jesús nos enseña en la versión mateana que el Padre celestial se ocupa también de las aves del cielo y las alimenta; pero en la versión lucana enseña que el Padre se cuida incluso de los cuervos que son animales repugnantes y, además, impuros. Esto debió sorprender fuertemente a los oyentes de Jesús. Si vuestro Padre celestial se cuida y alimenta incluso a los cuervos ¡cómo y con qué solicitud cuidará de sus hijos! Jesús, que poseía un alma y un talante de verdadero poeta, invita al oyente y, ahora, al lector a proseguir con la imagen. Las aves del cielo, ciertamente, no siembran ni recogen y el Padre las alimenta. Pero una elemental observación de la vida de las aves nos descubre otro aspecto de singular significación: Todo el día están buscando el alimento. El Padre se encarga de que lo encuentren, pero buscan, es decir, a su modo trabajan de sol a sol. Lo cierto es que realmente se alimentan. Y aún me atrevo a añadir otra observación: y trabajan cantando, porque no cesan de piar que es su modo de cantar. Quizá sea afinar en exceso, pero el conjunto ilumina la lección: vosotros, mis discípulos, debéis alejar todo agobio, toda angustia y toda preocupación cuando se trata de los bienes del cuerpo; pero, a la vez, sois invitados a observar y reproducir el comportamiento de las aves: trabajan sin descanso, pero viven en la confianza, a su modo, y en la alegría como lo demuestra su constante piar mientras buscan.
Y los lirios del campo. Todavía no sabemos con exactitud a qué planta se refería Jesús. Pero el recurso al término lirio orienta la reflexión. Todos conocemos los lirios, especialmente los que brotan sin cultivo en los ribazos de las parcelas agrarias. Suelen ser, al menos en algunas regiones, de color violeta, terso y pulcro. ¿Se referirá a estos lirios que brotan en el campo sin cultivo especial ni directo? Por la continuación de las palabras: ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos, sugiere pensar en otra planta. Se conocen en Palestina, yo he tenido la fortuna de observarlo repetidas veces, una planta pequeña, más diminuta que nuestros lirios, que brotan incluso en la poca tierra que hay en terreno rocoso. Tiene la forma de nuestras amapolas, pero con hojas más firmes y tersas. De un color rojo y vivo. Las ropas de los reyes en su magnificencia eran de color rojo. Entonces entendemos la imagen de Jesús: esos lirios brotan sin cultivo, son hermosos en su textura y son agradables en su color. Pues el Padre celestial los mima y los cuida, aunque su existir sea efímero.

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