30 enero 2014

Homilía para el domingo día 2 de febrero

La liturgia de este domingo nos presenta el relato de las Bienaventuranzas. La primera de ellas: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” vincula esta narración con la proclamada el domingo anterior cuando Jesús anuncia: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

Nos encontramos ante el primero de los cinco discursos que Mateo incluye en su Evangelio. En este discurso conocido como el Sermón del Monte, el evangelista ha agrupado y organizado las palabras de Jesús con la intención de proporcionar a su comunidad una serie de enseñanzas básicas para la vida cristiana que habría servido de referencia a muchas comunidades cristianas diferenciándolas así de los códigos éticos del judaísmo.
El Sermón del Monte se abre con una declaración solemne, en la que el reino de los cielos anunciado por Jesús aparece como buena noticia para los pobres. Esta solemne declaración constituye la obertura del discurso, en la que se propone el estilo de vida que se hace presente con la llegada del reino. Éste exige conversión y cambio de vida.
En este sentido la lectura de la primera carta a los Corintios del domingo anterior y de éste, hace de contrapunto a lo proclamado en los correspondientes evangelios dominicales. En ellos se habla de una nueva vida a la que debemos dejar paso y que contrasta con la realidad de lo que está sucediendo en la comunidad de Corinto. San Pablo se enteró que en ella se estaban formando grupos que disputaban a ver quién era el más auténtico. Aquellas diatribas partidistas que alimentaban los prejuicios y daban pábulo a todo tipo de enfrentamientos entre unos y otros fueron cortadas en seco.
Harto de tantas desavenencias, san Pablo tomó cartas en el asunto: “Fijaos a quiénes os llamó Dios: no a muchos intelectuales, ni a muchos poderosos, ni a muchos de buena familia; todo lo contrario: lo necio del mundo se lo escogió Dios para humillar a los sabios; y lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar a lo fuerte” [1Cor 1, 26-27] No hay nada como el dato de realidad para situarnos de nuevo. A los de Corinto se les fue la mano y Pablo puso a unos y a otros en su sitio.
Con estas palabras, san Pablo saca el conflicto entre las distintas facciones del ámbito de los pareceres opinables y lo pone en referencia a una evidencia incuestionable que desarma posturas enconadas. Es un cambio de registro que obliga a todos a posicionarse de otra manera. Es una conversión necesaria en la que todos deberíamos andar metidos. Y para ello deberíamos, quizá, pedir la intercesión de los pobres, de los que lloran, de los que sufren, de los que pasan hambre y sed, de los misericordiosos, de los que trabajan por la paz. De ellos es el Reino de los cielos.
Ignacio Dinnbier Carrasco