Inauguramos el tiempo ordinario. Durante las nueve primeras semanas del año litúrgico haremos la lectura continua del evangelio según san Marcos, el primero que se puso por escrito y el más corto de los evangelios. Los trece primeros versículos, que no se leen ahora en las eucaristías porque se leen en domingos precedentes, relatan muy brevemente la "predicación de Juan Bautista", "el bautismo de Jesús" y "el retiro preliminar de Jesús en el desierto, donde fue tentado"... Con ello el tiempo ordinario se inicia con el ministerio público de Jesús quien vincula su primer anuncio del reino con las primeras llamadas al discipulado. Podríamos decir que eso equivale, hoy, a vincular “Nueva Evangelización” y “Pastoral Vocacional”.
Me interesa destacar aquí este detalle que considero escasamente tratado en nuestras predicaciones. Porque no pocas comunidades cristianas acusan la tendencia de postergar su Pastoral Vocacional por esta razón aparentemente justificada: “Nuestros interlocutores no están preparados aún para plantearse la vocación. La lejanía de fe de muchos de ellos obliga a que nos centremos solo en el primer anuncio para los no cristianos y en la nueva evangelización para los que ya no lo son. Cuando abracen la fe, entonces será cuando les planteemos el tema de su vocación particular”.
¿No insinúa el evangelio de hoy a lo contrario? Implantar un estado de colapso vocacional que suspenda toda acción de Pastoral Vocacional a la espera de nuevos tiempos en los que haya destinatarios ya convertidos, es justo lo contrario de lo que aparece en este relato de Marcos. El anuncio del evangelio, realizado por primera vez o reiniciado, exige por su misma dinámica el nacimiento del discipulado. Este es la expresión rotunda de la eficacia de la palabra y un signo comprobatorio de la llegada del Reino. Y esta forma de proceder es vinculante para nosotros.
Me pregunto con una cierta preocupación si los nuevos misioneros de la Iglesia –o sea todos nosotros- estaremos convencidos de predicar con pasión y valentía el evangelio yendo a las periferias y, si al hacerlo, nos atreveremos a hacer la propuesta cristiana y vocacional –van unidas- con la autoridad provocativa que esgrimía el Maestro bueno.
Pidamos a Jesús que nos enseñe a transmitir con credibilidad el evangelio y, particularmente, a anunciar la palabra “sígueme” a otros. Ojalá que, al pronunciarla limpiamente, les sumerja a ellos en aquella crisis que está al inicio de todo camino vocacional…
Juan Carlos Martos, cmf
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario