Conviene situarnos en los previos al texto de este primer domingo de Adviento. En los capítulos 24 y 25 se nos presenta el último de los cinco discursos mateanos; el segundo más extenso después del sermón de la montaña. El discurso de Jesús está introducido con la petición de sus discípulos (24,3): “Dinos cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo”; y concluye con la gran descripción de su juicio a todas las naciones (25, 31-46). Entre ambas partes aparece, como una interrupción, la parte central (24, 32 -25,30) formada por parábolas enfocadas al conocimiento o recta conducta y acompañadas por la reiterada instrucción sobre el desconocimiento de la hora (v.36.39.42- 44.50; 25,13). Aquí es donde se sitúa nuestro texto.
Los versículos del v.37-41 son una transición entre la idea de la parusía manifiesta (Mt 24, 4-36) y de la parusía inesperada (vv. 37-51) y preparan la instrucción sobre la vigilancia (v.42ss). Para Mateo, la proximidad del momento y su desconocimiento están correlacionados: saber de la proximidad de la parusía evita que el no saber cuándo, se convierta en una espera de algo lejano que no afecta a la vida y, al mismo tiempo, el no saber cuándo será, conlleva no pretender conocer los planes de Dios.
La comparación entre “los días de Noe” y “la venida del Hijo de hombre” subraya la peligrosa ignorancia de la amenaza que había sobre los hombres de ambas épocas; por eso, la idea del juicio está asociada a la parusía. La comparación sobreentiende que la parusía del Hijo del hombre es una catástrofe como el diluvio y los dos versículos siguientes (v. 40.41) refuerzan el sentimiento de algo amenazador y oscuro: la gran separación afecta a personas de la misma familia en medio de sus quehaceres cotidianos.
Nuestro texto termina con la que podemos llamar la primera parábola de la vigilancia y su aplicación. Los lectores evocarán las oraciones y el ayuno vinculadas al “estar alerta”, pero después Mateo afirmará que ésta abarca la responsabilidad ante los semejantes (24, 45-51), el uso responsable de los talentos (25, 15-23) y el amor a los más humildes (25, 31-40).
Sólo quien renuncia a saber el día y la hora y cuenta con la intervención de Dios en su vida sin querer manipularle, sólo él, puede estar en actitud vigilante. ¡Estemos preparados!
Ana Unzurrunzaga Hernández, ccv
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