Hoy es miércoles, 27 de noviembre.
La presencia de Dios me abraza. Saboreo en este momento esta presencia que habita mi cuerpo, mi corazón, toda mi vida, cada persona. Con la seguridad de que este amor me acompaña, repaso brevemente los últimos momentos que he vivido. Encuentros, conversaciones, pensamientos que me habitan. Renuevo mi confianza en tu amor, Señor. Quiero hacer lugar en mí para hacer tu palabra y para lo que hoy quieras decirme.
La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 21, 12-19):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»
El evangelio habla de dar testimonio, es decir, de anunciar lo que se ha presenciado, lo que se ha visto y oído. En estas últimas semanas quizá halla habido alguna experiencia que me ha marcado, que me ha hablado de la presencia del Señor en mi vida. ¿Con qué palabras y con qué gestos encarno el amor, ese paso de Dios?
Repaso los distintos espacios donde se despliega mi vida, la familia, la comunidad, mi vida profesional, o tal vez la fragilidad de la enfermedad y soledad. Quizá en algunos experimento dificultad para expresar mi fe o vivir confiadamente. Quizá en otros crece el deseo de vivir desde Dios y el evangelio. Se los presento al Señor.
Al acoger de nuevo el evangelio caigo en la cuenta de que la persecución, la adversidad, el odio y el sufrimiento no tienen la última palabra. Dios me cuida y me protege. Su amor guarda hasta el último cabello de mi cabeza. Su amor me da ánimo y me sostiene.
A lo largo de estos minutos de encuentro contigo, Señor, me has alcanzado con tu palabra. Deseo guardar como un tesoro lo que ella ha suscitado en mí. Deseo abandonar en tu mano las dificultades, los miedos. Deseo recibir de ti la valentía para anunciarte lo cotidiano, para apoyar mi vida en ti. Quiero renovar la comunión con todos aquellos hermanos que sienten amenazada su vida por creer en ti en tantos países. Guárdanos a todos en tu amor, Señor.
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario