Quizás para los más pequeños sea complicado vivir los tiempos fuertes del año litúrgico con la vista puesta en las fiestas para las que nos preparan, ya sea Navidad o el Triduo Pascual, ellos ven que algo está por llegar, que algo importante va a ocurrir, pero ellos: "o aman a Jesús o no loaman", y cuando se dan cuenta de que no lo han amado, rápidamente se ponen a amarlo de nuevo.
Los pequeños son expertos en vivir el momento presente, intentando hacer las cosas bien, enseguida y con alegría, porque para ellos el encuentro con el Resucitado es algo más inmediato, ellos viven continuamente con Él cuándo aman, y aprovechan cada oportunidad del día para mandarle a Jesús todos los actos de amor que son capaces de hacer: ¡hasta llevan la cuenta de cuánto aman! y lo cuentan cuando llegan a casa. Cada mañana, toman el dado y lo lanzan, y el punto de la cara que sale es el que se proponen vivir cada día, de esa manera se ejercitan y se hacen auténticos campeones en el arte de amar como Jesús, ellos son capaces de vivir el Evangelio con una inmediatez, generosidad y profundidad digna de imitar por los mayores, basta algunos ejemplos.
Los pequeños son expertos en vivir el momento presente, intentando hacer las cosas bien, enseguida y con alegría, porque para ellos el encuentro con el Resucitado es algo más inmediato, ellos viven continuamente con Él cuándo aman, y aprovechan cada oportunidad del día para mandarle a Jesús todos los actos de amor que son capaces de hacer: ¡hasta llevan la cuenta de cuánto aman! y lo cuentan cuando llegan a casa. Cada mañana, toman el dado y lo lanzan, y el punto de la cara que sale es el que se proponen vivir cada día, de esa manera se ejercitan y se hacen auténticos campeones en el arte de amar como Jesús, ellos son capaces de vivir el Evangelio con una inmediatez, generosidad y profundidad digna de imitar por los mayores, basta algunos ejemplos.
Afirma el Cardenal Francisco Xavier Nguyen Vanthuan en su libro “Testigos de Esperanza” que “el mundo es de quien lo ama”A veces nos lamentamos que el cristianismo, en la sociedad de hoy, es una presencia cada vez más marginal, de que es difícil trasmitir la fe a los jóvenes, de que las vocaciones disminuyen. Y se podrían seguir enumerando motivos de preocupación...
De hecho, no es raro que, en el mundo actual, nos sintamos perdedores. Pero la aventura de la esperanza nos lleva más allá. "El mundo es de quien lo ama y mejor sabe mostrarlo". En el corazón de las personas hay una sed infinita de amor, y nosotros con el amor que Dios ha infundido en nuestros corazones (cf. Rm 5,5), podemos saciarla.
Pero es preciso que nuestro amor sea "arte", un arte que supera la capacidad de amar simplemente humana. Mucho, por no decir todo, depende de esto.
Aunque seamos expertos en materia de religión, corremos el riesgo de tener una teoría del amor y no poseer suficientemente su arte, y Jesús era como nadie, maestro de éste. Contemplemos los elementos del arte de amar que nos enseña y que es la fuente de esplendor y fascinación de la vida cristiana”.
EL DADO DEL AMORrepresenta en cada lado uno de los puntos del arte de amar: amar a todos, sin excluir a nadie; siendo los primeros en amar, sin esperar ser amados; amar como a uno mismo, hago a los demás lo que me gustaría que me hicieran a mi: el otro soy yo; amar al enemigo, este es uno de los que más cuesta; amar a Jesús en cada uno, según sus palabras... “a mí me lo hicisteis; amar de tal modo que que se produzca en los demás el deseo de amar como JESÚS y así llegua al amor recíproco según su mandamiento: “amaos como yo os he amado”.
Sigue explicando el Cardenal Vanthuan los puntos del arte de amar.
Ser los primeros en Amar. El amor de Dios que Jesús, con el don de su Espíritu, ha sembrado en nuestros corazones es un amor completamente gratuito. Ama sin interés, sin esperar nada a cambio. No ama solamente porque es amado, o por otros motivos incluso buenos, como la amistad humana. No se para a mirar si el otro es amigo ó enemigo, sino que es el primero en amar tomando la iniciativa. Cristo, cuando todavía éramos pecadores, desagradecidos e indiferentes, murió por nosotros (cf. Rm 5,8). "Él nos amó primero", dice Juan (1 Jn 4,19), y así hemos de hacer también nosotros. "No esperes a que el otro te ame, sino adelántate tú y empieza", recomienda san Juan Crisóstomo.
Amar a todos. Para que resplandezca el amor que viene de Dios, hemos de amar a todos, sin excluir a nadie. "Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos..." (Mt 5,45). Estamos llamados a ser pequeños soles junto al Sol del Amor que es Dios. Y entonces todos son destinatarios de nuestro amor. ¡Todos! No "todos" ideal, toda la gente del mundo, que quizá no conozcamos nunca sino un "todos" en concreto.
Para amar a una persona hay que acercarse a ella... -decía la Madre Teresa. No atiendo nunca a las multitudes, sino solamente a las personas.
"Así como basta una hostia santa de entre los millones de hostias de la tierra para alimentarse de Dios-afirma Chiara Lubich., basta también un hermano -el que la voluntad de Dios pone a nuestro lado para unirse en comunión con la humanidad, que es Jesús místico". Todo próximo me ofrece la ocasión de amar a Cristo, que con su encarnación se ha unido en cierto modo, con todo hombre; (Gaudium et Spes numero 22).
Amar a los enemigos.Un distintivo muy especial del amor cristiano es el amor a los enemigos incompresible a menudo para quien no cree. El amor a los enemigos es muy hermoso, pero difícil de entender.
Jesús ha insistido mucho en este distintivo del amor cristiano, y sólo con esta disposición del corazón se puede hacer la paz verdadera en la tierra: "Si amáis a los que os aman..., si no saludáis más que a vuestros hermanos..., ¿no hacen eso mismo también los gentiles?... pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan"(Mt 5, 46-47.44).
Amar dando la propia vida. Jesús es Dios, y su amor no puede ser sino infinito como Dios. No es un amor que da algo; se da a sí mismo: "Habiendo amado a los suyos..., los amó hasta el extremo" (Jn 13,1). "Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos"(Jn 15,13). Jesús lo ha dado todo, sin reserva: ha dado su vida en la cruz, y ha dado su cuerpo y su sangre en la Eucaristía. Esta es la medida con la que estamos llamados a amar también nosotros: dispuestos a dar la vida por los que trabajan con nosotros, dispuestos a dar la vida unos por otros.
Amar sirviendo. En una grandísima mayoría de los casos, el "dar la vida" que nos pide Jesús no se cumple derramando s angre, sino en la vida diaria, en muchos pequeños detalles, poniéndonos al servicio de los demás, incluso de aquellos, que por algún motivo, pueden parecer inferiores a nosotros. Es sabido que a diferencia de los sinópticos, en la narración de la hora solemne de la última cena, el Evangelista Juan, no habla de la institución de la Eucaristía, sino que cuenta que Jesús lava los pies a sus discípulos "para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros"(Jn 13,15). Servir significa hacerse "eucaristía" para los demás, identificarse con ellos, compartir sus alegrías, sus dolores (cf. Rm 12,15), aprender a pensar con su cabeza, a sentir con su corazón, a vivir en ellos: "caminar con sus mocasines" como dice el proverbio indio. El amor, es la primera evangelización. Dios te bendiga.
Amar recíprocamente. Y todo esto tiene que llevarnos a la reciprocidad en el amor. Por eso el último punto del arte de amar es el Amor recíproco. Cuántas veces les ha dicho Chiara a los más pequeños que para quién cree en Dios es más fácil vivir este amor, porque el amor de Dios los guía y anima a amar como Él, y cuando se ama así, se genera en los demás el deseo de amar también, aunque no conozcan a Jesús.
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