El evangelista nos lleva otra vez al contraste entre el éxito actual de Jesús y el futuro sombrío que le espera. Es la segunda predicción explícita de la pasión, lección repetida, por ser difícil de retener: "metéoslo bien en la cabeza".
Mucho más que de Jesús, Lucas en este caso nos habla de los discípulos, y lo hace con reiteraciones: no entienden, no captan el sentido, les resulta oscuro. Es extraño que Dios -sujeto indiscutible de la frase principal, en la forma del llamado "pasivo divino"- entregue a su Hijo, y es aún más extraño que esa entrega sea la culminación de una vida mesiánica y la fuente de vida para cuantos crean en Él. Hay un halo de misterio que embarga a los seguidores: "les daba miedo preguntarle". Esta última frase, tomada literalmente del evangelio de Marcos, tiene allí más sentido, pues, con motivo de la anterior predicción del sufrimiento,
Pedro se atrevió a intervenir y salió muy malparado. Para nosotros, como para ellos, mejor dejarnos envolver por el misterio, pasmarnos ante la paradoja, y aceptar que -naturalmente hablando- los caminos de Dios y los nuestros van en dirección deferente, y nos cuesta mucho comprenderlos, o darles una explicación "razonable", son caminos nuevos para nosotros para ser recorridos desde la confianza inquebrantable en Dios.
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