Hombres y mujeres para curar
Estamos en el siglo XXI, nos rodea una sociedad abierta y tolerante y nuestra Iglesia hace años que pasó por el filtro de la renovación del Concilio Vaticano II. Pero siguen persiguiéndonos viejos demonios que nos retienen en viejas normas, costumbres, ritos, o fórmulas. Cosas viejas que velan lo importante, lo esencial en la vida de los hombres.
Los de siempre, los escribas y fariseos, se escandalizan de los discípulos de Jesús; no siguen las leyes antiguas del ayuno y la oración. Jesús, una vez más, deja clara su postura; recurre a la alegoría del novio. Jesús es el novio, y el novio evoca banquete de bodas, y este banquete es para la fiesta, la amistad, el compartir gozosamente sentimientos felices. Como que es el banquete de la Nueva Alianza. Y Jesús lo adorna con bellas metáforas: si el vino es nuevo, ¿por qué odres viejos? Si el vestido es nuevo, ¿por qué viejos remiendos? Con la llegada de Jesús, todo es nuevo, y no podemos pegarlo con cosas caducas.
La vida contradice a ciertos escándalos y gratuitas afirmaciones. Dicen que los discípulos no oran, y son los que, inquietos, suplican a Jesús: “Enséñanos a orar”. Se proclama que no ayunan y son frívolos, y estuvieron prontos a beber el cáliz del Señor. Es que el Reino de Dios no es para tristes o espíritus angélicos. Los hombres y mujeres de este Reino son de carne y sangre, gozan de las cosas buenas que Dios creó. El Reino está prefigurado en un banquete de bodas donde se sientan los salvados por Jesucristo: Banquete presidido por Jesús; (solo su ausencia, el pecado, daría sentido a la tristeza). No queremos una ascesis porque sí, sino que abrazamos la cruz que brota del amor. Esto no son rebajas del seguimiento de Cristo. ¿Dónde está aquí el aburguesamiento del que hablan algunos? Os invito a beber el vino nuevo, a la coherencia de hacer, también, nuevas las cosas. Es que somos criaturas nuevas por el Bautismo porque hemos bebido el vino nuevo del Espíritu Santo.
Conrado Bueno, cmf
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