Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
7, 1-2. 10. 14. 25-30
7, 1-2. 10. 14. 25-30
Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también Él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Promediaba ya la celebración de la fiesta, cuando Jesús subió al Templo y comenzó a enseñar. Algunos de Jerusalén decían: «¿No es éste Aquél a quien querían matar? ¡Y miren como habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es éste; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es». ¡Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó:
«¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, Yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.
Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió». Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora.
Desde el mismo comienzo de la misión de Jesús por tierras de Galilea, irán apareciendo en escena todos los grupos políticos y religiosos de su pueblo, gentes de todo tipo. Para cada uno de ellos, Jesús tiene algo que decirles de parte de Dios.
Una casta dirigente compuesta por letrados, fariseos, sacerdotes y demás organiza la vida religiosa, política y económica de Israel. Jesús detecta en ellos un afán de conservar sus privilegios de clase (autoridad, reverencias, buena situación, dinero, cargos... ); y su obsesión por hacer cumplir la Ley hasta la última coma, aunque para ello tengan que aplastar o despreciar a los hombres que no llegan hasta donde ellos dicen que hay que llegar. El ritualismo en el culto es evidente: mucha aparatosidad exterior, mucho incienso y muchos sacrificios, muchos rezos y buenos donativos... aunque el corazón está apartado de los hombres y de Dios, no escuchan lo que sobre sus vidas han dicho los profetas. Además piensan que son mejores que nadie y con sus rezos, ayunos, sacrificios y cumplimientos tienen ganado el favor de Dios. Y un buen día Jesús empieza a decirles: "Hipócritas, insensatos sepulcros blanqueados, que ni entráis en el Reino ni dejáis entrar, guías ciegos, culebras, camada de víboras...”. ¡Y delante de toda la gente! Sigue leyendo...
«¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, Yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.
Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió». Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora.
Compartiendo la Palabra
Por Enrique Martinez, cmf
UNA CONDENA MUY BIEN PUESTA
Una casta dirigente compuesta por letrados, fariseos, sacerdotes y demás organiza la vida religiosa, política y económica de Israel. Jesús detecta en ellos un afán de conservar sus privilegios de clase (autoridad, reverencias, buena situación, dinero, cargos... ); y su obsesión por hacer cumplir la Ley hasta la última coma, aunque para ello tengan que aplastar o despreciar a los hombres que no llegan hasta donde ellos dicen que hay que llegar. El ritualismo en el culto es evidente: mucha aparatosidad exterior, mucho incienso y muchos sacrificios, muchos rezos y buenos donativos... aunque el corazón está apartado de los hombres y de Dios, no escuchan lo que sobre sus vidas han dicho los profetas. Además piensan que son mejores que nadie y con sus rezos, ayunos, sacrificios y cumplimientos tienen ganado el favor de Dios. Y un buen día Jesús empieza a decirles: "Hipócritas, insensatos sepulcros blanqueados, que ni entráis en el Reino ni dejáis entrar, guías ciegos, culebras, camada de víboras...”. ¡Y delante de toda la gente! Sigue leyendo...