Por Josetxu Canibe:
Un hombre se lanzó de un avión en paracaídas y al intentar tomar tierra se quedó colgado y enredado en un árbol, sin poder bajarse.
Pasaba por allí un caminante, al que le preguntó:
¿”Podría decirme dónde estoy?”.
Desde luego,
“Usted está colgado de un árbol”, respondió el viajero.
El paracaidista preguntó de nuevo:
“¿es usted pope?”.
Sí, contestó el caminante. “¿Cómo lo supo?”.
“Porque lo que usted dice es verdad, pero no sirve para nada”.
Podríamos concluir que nuestro viajero no hablaba con autoridad. En cambio de Jesús, según el evangelio, que hemos escuchado, comentaban sorprendidos que “hablaba con autoridad”.
Volviendo al caminante, éste le dio una respuesta rutinaria, no aporta nada, detrás de aquellas palabras no había nada.
Por lo visto, los judíos echaban en falta a personas que les hablaran con autoridad. Posiblemente a gusto les hubieran dicho a sus dirigentes en más de una ocasión ante tantas palabras falsas y vacías: “¿por qué no os calláis?”. Hasta tal punto que Jesús llamaba la atención precisamente por eso, porque era la excepción. Confesaban que este enseñar con autoridad era nuevo.
Hablar con autoridad implica estar bien informado, analizar correctamente los datos y ser coherente con lo que se dice o se ha dicho.
Hablar con autoridad no supone decir lo que se quiere oír o escuchar.
Hablar con autoridad no es igual que hablar autoritariamente. Es muy diferente.
La autoridad no proviene del puesto que ocupa quien habla, ni de la brillantez del discurso, ni del número de citas, ni del tono elevado de voz, ni de la agresividad o tacos que se vierten, ni de abundar en palabrería o en verborrea. Hay quienes hablan poco, suave y de manera sencilla y sin embargo arrastran, convencen. Aunque parezca una contradicción, el hablar con autoridad exige también escuchar mucho. Hay numerosas clases de palabras, según quién, cuándo y cómo se pronuncien: hay palabras protocolarias, injuriosas, injustas, solidarias, alentadoras, proféticas …Gandhi, cuyo aniversario de su muerte lo celebramos mañana, día 30, habló con autoridad sobre la no-violencia. Tuvo la valentía de ser coherente con lo que decía y sentía, a pesar de las persecuciones que sufrió.
Hoy se utiliza frecuentemente la palabra “credibilidad”, para añadir a renglón seguido que se carece de ella, que escasea en los individuos y en las instituciones. Se echan en falta personas creíbles en el plano internacional, en el espacio europeo, sobre todo a raíz de la crisis económica tan brutal que nos zarandea. Y también en el marco eclesial. Echamos en falta personas a quienes se les pueda creer cuando narran los hechos, cuando los interpretan y cuando sacan conclusiones y programan acciones. Sigue leyendo...