INTRODUCCIÓN
La primera lectura nos anuncia la venida de un Profeta que hablará de parte de Dios: “pondré mis palabras en su boca”. Eso es ser Profeta: el que habla de parte de Dios, que da a conocer los deseos de Dios a sus contemporáneos, y lo hace con autoridad: “a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas”, dice el Señor.
En el Evangelio de hoy, Jesús, el Mesías enviado por Dios, habla con autoridad, y no solo con palabras, sino con hechos prodigiosos, ante el asombro de todos. Es la actuación salvadora de Dios: Jesús es el Maestro, el Profeta, el Salvador y Liberador. Debemos asumir nuestro propio papel de ser profetas, en nuestro tiempo, en nuestro medio, ya que un seguidor de Cristo no se debe de conformar con transmitir palabras, sino que debe también comprometerse con obras de salvación y con la liberación integral de las personas. Debemos predicar la Buena Nueva y preocuparnos de la promoción humana, ambas cosas; debe de existir un equilibrio entre ambas.
Como profetas de nuestro tiempo, del nuevo siglo que estamos comenzando, debemos anunciar a los cuatro vientos a Jesús, el Señor y su Mensaje de salvación universal y su Buena Nueva; pero también debemos denunciar todo aquello que impide que el Evangelio llegue a nuestros hermanos.
Cristo, en la Eucaristía, como en la sinagoga de Cafarnaúm, nos enriquece con su Palabra y nos ayuda a liberarnos del mal, y nos invita a imitarle en ambas direcciones: siendo evangelizadores y a la vez liberadores, como lo es Él. En cada Eucaristía, Cristo nos habla, nos interpela y se nos da. Se nos da como una fuerza para vivir esa Palabra, anunciarla a nuestro mundo y dar testimonio encarnándola en nuestras vidas.
Antífona de entrada Cf. Sal 105, 47
Sálvanos, Señor y Dios nuestro, congréganos de entre las naciones, para que podamos dar gracias a tu santo nombre y gloriarnos en tu alabanza.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Señor y Dios nuestro, concédenos honrarte con todo el corazón y amar a todos con amor verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.
Lectura del libro del Deuteronomio 18, 15-20
Moisés dijo al pueblo:
El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo; lo hará surgir de entre ustedes, de entre tus hermanos, y es a Él a quien escucharán. Esto es precisamente lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea, cuando dijiste: “No quiero seguir escuchando la voz del Señor, mi Dios, ni miraré más este gran fuego, porque de lo contrario moriré”.
Entonces el Señor me dijo: “Lo que acaban de decir está muy bien. Por eso, suscitaré entre sus hermanos un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que Yo le ordene. Al que no escuche mis palabras, las que este profeta pronuncie en mi Nombre, Yo mismo le pediré cuenta. Y si un profeta se atreve a pronunciar en mi Nombre una palabra que Yo no le he ordenado decir, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá”.
SALMO RESPONSORIAL 94, 1-2. 6-9
R/. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta Él dándole gracias, aclamemos con música al Señor!
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que Él apacienta, las ovejas conducidas por su mano.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”.
SEGUNDA LECTURA
La virgen se preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 7, 32-35
Hermanos:
Yo quiero que ustedes vivan sin inquietudes.
El que no tiene mujer se preocupa de las cosas del Señor, buscando cómo agradar al Señor. En cambio, el que tiene mujer se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su corazón está dividido.
También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu.
La mujer casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su marido.
Les he dicho estas cosas para el bien de ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es más conveniente y se entreguen totalmente al Señor.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 4, 16
Aleluya.
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. Aleluya.
EVANGELIO
Les enseñaba como quien tiene autoridad.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 21-28
Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Y había en la sinagoga de ellos un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”.
Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros:
“¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!”
Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Credo
ORACIÓN DE LOS FIELES
Invoquemos, hermanos, con corazón unánime y plegaria ferviente, a Dios Padre, fuente y origen de todo bien:
Por la santa Iglesia, reunida aquí en el nombre del Señor y extendida por todo el mundo, roguemos al Señor.
Por nuestra ciudad de Santiago, por su prosperidad y por todos los que en ella moran, roguemos al Señor.
Por los que están de viaje, por los enfermos y prisioneros, por los pobres y todos los que sufren, roguemos al Señor.
Por nuestros hermanos difuntos, para que Dios los reciba en su reino de luz y felicidad, roguemos al Señor.
Dios nuestro, que en Cristo, tu Hijo, nos has dado el único maestro de sabiduría y el verdadero libertador de las fuerzas del mal, escucha nuestras oraciones y haznos fuertes en la confesión de la fe, para que proclamemos siempre, de palabra y de obra, tu verdad y demos testimonio de cómo son felices cuantos en ti ponen su esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Presentamos ante tu altar, Señor, los dones de nuestra entrega; te rogamos que los aceptes con bondad y los conviertas en el sacramento de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 30, 17-18
Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia. Señor, que no me avergüence de haberte invocado.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados con el don de nuestra redención, te pedimos, Padre, que con este auxilio de salvación eterna se acreciente siempre en nosotros la verdadera fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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