Monición de entrada
Queridos hermanos: Nos reunimos hoy, como una sola familia para celebrar la Solemnidad de Todos los Santos. Sean todos bienvenidos.
En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina majestad.
Unidos, pues, a todos los santos, comencemos con gozo esta celebración. En pie y cantamos el canto de entrada…
Moniciones a las lecturas
OPCIÓN 1: Monición única para todas las lecturas
Todos los santos han seguido un itinerario marcado por las Sagradas Escrituras. Las lecturas de hoy nos muestran ese camino para poder triunfar y formar parte del pueblo que nos narra el Apocalipsis, y llegar a ser semejantes a Dios, a quien veremos tal cual es, según lo describe San Juan en su carta. Escuchemos atentamente.
Opción 2: Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Ap 7, 2-4. 9-14)
En la lectura que escucharemos del Apocalipsis, san Juan no quiere mostrar el número de
los elegidos, sino la victoria sobre las fuerzas que se oponen a Cristo y a su comunidad. Descubre lo que él ha visto: el triunfo definitivo de cuantos aún tienen que sufrir. Escuchemos este mensaje de esperanza y consuelo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Apocalipsis 7, 2-4. 9-14
Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles:
—«No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios».
Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.
Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente:
—«¡La victoria es de nuestro Dios,
que está sentado en el trono,
y del Cordero!».
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo:
—«Amén.
La alabanza y la gloria y la sabiduría
y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza
son de nuestro Dios,
por los siglos de los siglos. Amén».
Y uno de los ancianos me dijo:
—«Ésos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?».
Yo le respondí:
—«Señor mío, tú lo sabrás».
Él me respondió.
—«Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Sal 23)
Con el salmo 23 cantemos la grandeza de Dios y a la santidad que debe adornar a su pueblo. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 23, 1-2. 3-4ab. 5-6
R. Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.
Monición a la segunda lectura (1 Jn 3, 1-3)
Un mensaje lleno de esperanza nos trae San Juan en la siguiente lectura, porque lo mejor aún está por venir, cuando contemplemos a Dios en el esplendor de su gloria, junto con los santos en el cielo. Escuchemos atentamente.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-3
Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mt 5, 1-12a)
Si queremos ser santos, hay que seguir el camino que han recorrido ya los modelos que se ajustaron a los preceptos de Dios. Jesús nos muestra un programa de vida, para llegar a la santidad.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
—«Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Invoquemos a Dios Padre, fuente de toda santidad, para que nos ilumine, nos sostenga y nos acompañe en nuestro camino hacia la santidad a la que hemos sido llamados desde siempre. Hagámoslo diciendo todos:
Santifica a tu pueblo, Señor.
- Por la Santa Iglesia, para que sea lugar de unidad y de caridad, instrumento del amor que Dios Padre tiene por el mundo entero y signo profético de la Jerusalén celestial a la que estamos destinados. Oremos.
- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y los diáconos, para que la intercesión de todos los santos los llene del espíritu de las bienaventuranzas, haciéndolos pastores cada vez más atentos y buscadores constantes de la verdad. Oremos.
- Por nuestros gobernantes, para que siempre ejerzan su autoridad con honestidad y transparencia. Oremos.
- Por todos los que sufren en el mundo, para que unan su dolor a la pasión de Cristo, como lo han hecho muchos modelos cristianos en su camino a la santidad. Oremos.
- Para que todos nosotros, reunidos en torno al altar del Señor, busquemos vivir en santidad, a ejemplo de los grandes santos que ya gozan de la presencia de Dios en el cielo. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Nuestra fiesta será completa al compartir el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Llevemos altar nuestras ofrendas de vino y pan, que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Comunión
«El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día,» dice San Juan 6, 54. Cada vez que comemos este pan y bebemos este cáliz
celebramos la muerte gloriosa de Jesús y adelantamos la fiesta de su Reino
hasta que podamos celebrarla sin fin en unión de todos los santos. Por eso hoy, con fe y devoción acerquémonos a comulgar. Cantemos todos…
Final
Hoy hemos celebrado la gran Solemnidad de todos los santos. Hemos alabado a Dios por los santos de toda nación y raza, de todo pueblo, lengua y color.
Fortalecidos por el Cuerpo de Cristo y animados por la Palabra que hemos escuchado, vayamos al mundo, a vivir como nos lo han enseñado todos aquellos grandes cristianos que vivieron en santidad y pasaron por este mundo haciendo el bien. Mañana nos uniremos nuevamente en oración para orar por todos los fieles difuntos.
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